Ayer os tuve que dejar precipitadamente. Se me echó encima la hora de la cena y perdí un buen tiempo en diseñar este blog (alguno pensará aquello de "total, ¿para esto?" y tiene toda la razón).
Hace un rato he llegado al despacho y aprovecharé para acabar la presentación que ayer dejé a medias y que os situará un poco más en nuestra realidad.
Soy abogado y, tras unos años en la Asesoría Jurídica de una empresa del sector financiero, las circunstancias me obligaron a recomenzar volviendo al ejercicio puro y duro. Así que ya os podéis imaginar cómo mi lucha es intentar conseguir clientes y atender el llamado turno de oficio (esto supongo que dará para más de una entrada).
Mi mujer, A., trabaja también fuera de casa. A simple vista parece una mujer normal (eso sí, muy guapa), pero yo que llevo ya unos cuantos años a su lado, he descubierto que tiene súper-poderes. Nunca se los he visto usar en público, pero por los resultados intuyo que los ha usado. Es capaz de llevar esta familia con una naturalidad que asusta. Todo el mundo me dice "no sabes la suerte que tienes" y no es verdad: soy consciente de la suerte que tengo.
Ma., mi niña, tiene casi 15 años y no hace falta ser muy sagaz para comprender que se encuentra en una edad... humm, ¿cómo lo diría? ... ¡difícil!. Le encanta el Facebook, hablar por teléfono con sus compañeras del cole, con las que antes ha pasado todo el día con ellas, ver películas, etc
P., el segundo, está a punto de cumplir los 13. No puede compararse con su hermana porque cada uno es como es y eso de que los niños son de una manera y las niñas de otra, es muy cierto. En su cabeza hay fútbol, y ... sólo fútbol.
Mi., que tiene 10 años, es lo que ahora se llama un "pre-adolescente". Este término se usa para calificar a aquellos especímenes que no son niños pero tampoco son adolescentes. Sin embargo, a mí me parece del todo desafortunada la calificación. Pre-adolescente sería todo aquél que no ha llegado a la adolescencia, por tanto, un bebé, en puridad, será un pre-adolescente. Me estoy yendo por las ramas. Mi. es muy listo y cualquier cosa la caza al vuelo.
Después viene Q. (8 años). Un terremoto con cara de no haber roto un plato en su vida. Para que os hagáis una idea de cómo es (ya lo iréis conociendo a lo largo de este blog), todo el mundo coincide en que es clavadito al niño aquel que protagonizaba "Solo en casa". Espero que no acabe igual que él.
JP, el quinto, tiene 5 años y está en ... ¡P5! Ya hablaremos otro día de la forma de denominar a los diferentes cursos. Ahora parece lógico que si tiene 5 años esté en P5, es más, serviría de "regla pnemotécnica" (creo recordar que así se llamaba a aquellas reglas que utilizábamos para recordar ciertas cosas), sino fuera que cuando empezó este curso tenía 4 años y, automáticamente, tu cerebro te lo situaba en P4.
Finalmente tenemos a S. (a punto a punto de cumplir 3 años). Tiene tan asumido que es el pequeño que cuando algún adulto le pregunta su edad y, tras contestarle, dice aquello de "¡qué mayor!", él enseguida le corrige y le dice "noooo, soy pequeño"
Vivimos cerca de Barcelona
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