martes, 31 de mayo de 2011

Camisa de manga larga

El verano acostumbra a traer buen tiempo y calor, días más largos y ... una pregunta que, año tras año, me hace mucha gente. La pregunta es "¿No tienes calor?"

Alguno dirá que es una pregunta que nos hacemos unos a otros durante esta época del año, pero puedo aseguraros que a mí me la formulan con mayor frecuencia que a cualquiera de mis lectores (o no lectores). El motivo no es otro que mi costumbre de llevar camisas de manga larga también en verano.

Para aquél que todavía esté con la boca abierta o -sin exteriorizarlo- pensando que soy un psicópata inestable, conviene puntualizar que acostumbro a ir a trabajar con traje (otras veces americana) y corbata (soy consciente que todavía existe alguno que, a pesar de leer la explicación seguirá boquiabierto, es más, me atrevo a asegurar que incluso alguno estará más sorprendido si cabe). Pues sí, soy de los que no lleva manga corta con corbata. Y no lo hago no sólo por un motivo meramente estético, sino que es una cuestión de principios. Por ejemplo, si fuera mormón, seguramente lo haría, pues parece que forma parte del uniforme junto con la chapa con su nombre en la solapa y ese librito en la mano o si fuera payaso, me pintaría la cara y llevaría aquella chaqueta de colores que si lavas con Micolor queda como el primer día.

En mi armario ya no existe ni una sola camisa de maga corta, ni siquiera de las llamadas de sport. Un día decidí deshacerme de ellas y actualmente la única manga corta que llevo es la de los polos (cuando vivía con mis padres, recuerdo a mi madre llamando a esta prenda, no sé por qué, "nicki". Es como si ahora la oyera diciendo "Niño, ponte el nicki azul").

Quizá sea una manía, no lo sé. También acostumbro a ponerme camisa blanca y corbata oscura (azul marino porque no tengo una negra) cuando tengo una vista en el Juzgado. Aquí sí que me gusta guardar esta -quizá rancia- costumbre, aunque a veces, a tenor de la pinta con la que aparece algún "compañero" (los abogados solemos tratarnos así y a mi -aun hoy- a veces me cuesta), Juez o Fiscal, llame poderosamente la atención por aquello de ir "demasiado arreglado". Es la misma situación que he vivido en más de una ocasión cuando al ser invitado a una Primera Comunión o un Bautizo, me pongo traje y corbata y camisa de gemelos y al llegar ... voy más arreglado que el padre de la criatura.

lunes, 30 de mayo de 2011

¿Generación o galaxia?

Yo, hasta ahora, era de aquéllos que no alberga duda alguna acerca de que nuestros hijos pertenecen a otra generación. Sé que alguno estará pensando que soy un portento de la sabiduría al afirmar esto que acabo de escribir, porque precisamente "otra generación" es eso.

Sin embargo, ahora mismo empiezo a pensar que no sólo son de otra generación sino que quizá sean de otra galaxia. No sé cómo ni cuándo llegaron aquí desde su planeta, pero lo cierto es que ayer vi con mis propios ojos la prueba irrefutable de su origen.

Ayer estábamos celebrando el 25 aniversario de la ordenación sacerdotal de un amigo de la familia y, en el aperitivo, se sirvieron diversas bebidas, muchas de ellas en envases pequeños (las botellas de Coca-Cola y cerveza de toda la vida, para entendernos). Allí, al lado de las botellas, había varios abridores como el de la imagen. Como estuve sirviendo a unos cuantos, pude ser testigo directo de la odisea que para cualquier joven de menos de 20 años significaba abrir el botellín. Cuando observé al primero de ellos, pensé que se trataba de un individuo poco hábil para ello, pero a medida que fui comprobando cómo ese problema era general entre los de esa generación, me asusté. Algunos se miraban entre ellos preguntándose cómo se utilizaría ese artilugio. Otros se ayudaban entre ellos y otros, los menos, tras un intento fallido pedían a un "adulto" que le quitara la chapa.

Sé que los tiempos han cambiado y que la mayoría de las bebidas para los jóvenes vienen enlatadas o en botellas con tapón de rosca, pero nunca creí que llegaría a ver esto. Me recordó a un vídeo francés que circula por internet en el que se veía a unos niños a los que se les mostraba diversos aparatos (radiocassette, disquete, etc) y se les preguntaba para qué creen que sirven. Las respuestas, desternillantes.


PS Sara M., aquí tienes, cortesía de Tomae (bueno, me costará una cerveza), el enlace del vídeo mencionado y que solicitabas en tu comentario.



viernes, 27 de mayo de 2011

Indignados

Ayer fue un día muy cargado. Empezamos a las 8,30 h  en el colegio de los niños con una charla con el tutor de Q., a las 9,00 h con el tutor de P. y a las 9,30 h con el tutor de Mi.. Desde ahí, cogí el tren y me fui a Barcelona. Cuando acabé mis gestiones en el Tribunal Eclesiástico y en el Tribunal Económico Administrativo Regional de Catalunya, comí con mi amgo N. Volví a coger el tren y ya en el despacho tuve una larga reunión con unos clientes. Y para acabar el día, reunión de P5 en el cole, el curso de JP. 

No, no estoy indignado por esto. Esto es lo que hay. El título de la entrada es porque, en el rato que pasó entre mis visitas a los dos Tribunales y la comida con N., me acerqué a la Plaça de Catalunya, donde desde hace unos días están acampados unos cuantos indignados siguiendo el movimiento bautizado como "15-M" o, con un toque de osadía, "Spanish revolution".

La verdad es que había más palomas que acampados, la sospechosa uniformidad (rastas, descamisados, tatuados, pearcings, etc) llamaba la atención, el paisaje muy cutre (eso sí que era una agresión paisajística) con multitud de letreros en los que se podía leer todo tipo de lemas, muchos de ellos copiados del "mayo del 68" y la mayoría con frases huecas. Y el olor. En algunas zonas de la plaza el olor "a meao" era insoportable. Yo, con mi americana, mi corbata y mi cartera me paseaba por el lugar bajo la atenta mirada de varios "indignados" y bajo un sol de justicia. Existían diferentes "subcomisiones": inmigración, educación, teatro (sí, sí, de verdad), identidad sexual (podéis imaginar fácilmente qué colectivos formaban parte de ésta), ética, etc.

En una de las esquinas de la plaza vi a un grupo de gente formando como un corro, así que hacia allí me dirigí y pude ser testigo directo de una de esas "asambleas". La gente se iba pasando un altavoz conectado a un micrófono que, de forma rudimentaria y a duras penas, permitía que los demás escucháramos alguna de sus ... ¿reivindicaciones?, ¿pensamientos en voz alta?, ... no sé. Me llamó especialmente la atención la intervención de un muchacho (de veintipocos años) que decía que el Estado les había pedido (¡qué suerte, el Estado se ha dirigido a ellos!, aunque me pregunto quién es el Estado) que enviaran un representante para alcanzar un "acuerdo de mínimos". El tipo se quejaba diciendo "no debemos caer en la trampa, no tenemos líderes" (?). Después decía que si se enviaba a unos "representantes del pueblo", se corría el riesgo de que éstos fueran comprados: "Si elegimos a unos que nos representen, por ejemplo a mí, y vamos allí, nos pueden ofrecer 100.000 € y comprarnos ... porque todos, incluso yo, tenemos un precio". Me llamó la atención su discurso por su humildad y porque, una vez más, seguimos sin saber qué quieren. Si no se les hace caso, se queja de que los ignoran y si les piden diálogo, se niegan. ¿Qué quieren?

Es cierto que habrá gente de muy buena fe, pero seguimos sin saber qué quieren y siguen sin reivindicar propuestas concretas. Más de uno me pareció de una inocencia sorprendente.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Cuando fui campeón de ping pong

El verano de 2009 lo pasamos en Lastanosa, pueblo de la comarca de Los Monegros, provincia de Huesca. Nuestros amigos Je. y M. nos consiguieron una casa para alquilar y allí estuvimos 10 días.

El pueblo tiene una piscina de muy reciente construcción y muy bien cuidada, que resulta imprescindible para hacer más llevadero el rigor de las temperaturas veraniegas propias del lugar.

Coincidió nuestra estancia en dicha población con la celebración de las fiestas patronales, así que os podéis imaginar lo de festejos que hubo esos días. Como buenos forasteros participamos en la mayoría de ellos que, a pesar de que asistía gente de otros lugares, nunca llegaba a masificarse, lo cual es de agradecer, aunque los que se ocupaban de la caja habrían preferido aglomeraciones a la hora de consumir.

Entre otras cosas, se organizaron diversos campeonatos: de guiñote (un juego de cartas que nunca llegué a aprender), petanca y ... ¡ping pong!

Me apunté al de petanca formando pareja con P. y conseguimos pasar la primera ronda para caer eliminados por los que a la postre resultarían ganadores. Según me informó más tarde Je. esa pareja siempre gana... por si no se ha entendido bien, esa pareja siempre tiene que ganar. No es excusa, porque ni P. ni yo habíamos jugado nunca en serio a este juego, así que la derrota estaba cantada.

Me apunté también al campeonato de ping pong y fui avanzando fases hasta que, casi sin quererlo, me planté en la final. Allí me esperaba un jovenzuelo de 17 años que gozaba del fervor popular (si bien la familia residía en Zaragoza, su padre era de Lastanosa lo que le hacía prácticamente oriundo del lugar). Mi curriculum en anteriores participaciones en diversas competiciones era desolador: nunca había ganado nada. Recuerdo haber firmado unas tablas con mi amigo R. cuando teníamos 7 años en un campeonato de ajedrez en el que participamos y así conseguimos empatar en el último puesto. Por tanto, llegar a la final era ya un triunfo. Me sentía como el Sevilla ante su primera final de la Copa de la UEFA a disputar en Eindhoven el 10 de mayo de 2006. El símil no sirve sólo para colocar una cuña publicitaria de mi equipo, sino que me sirvió de acicate y, al igual que el Sevilla (supongo), pensé "ya que he llegado hasta aquí, no tengo nada que perder y me espera la gloria" (quizá lo haya ya oído en alguna película, pero si no eran éstas las palabras, se le parecían).

Llegó el momento y me fui hacia el Club (se llamaba así, pero era donde se hacía todo, era lo que en Catalunya se conoce como el Casal) Había público y ya me esperaba mi contrincante. Me dio la mano (o yo a él) y empezamos a jugar. Era un partido "al mejor de tres", el primero que ganara dos juegos se proclamaría campeón. Logré ganar el primero de ellos. Me ganó el segundo y todo se decidió en un último juego. Lo único que recuerdo es que opté por jugar a la defensiva, mientras el contrario se dedicaba a pegar pelotazos yo los devolvía como podía (alguna devolución fue espectacular). Otra imagen que tengo grabada es a varios de mis hijos (aunque parezca mentira, no éramos mayoría) animándome. Al final, como habéis deducido con sólo leer el título de la entrada, gané el partido. Á., el contrario, me felicitó muy deportivamente y por la noche, en la entrega de premios oficial, recogí mi trofeo que me acredita como "Campeón de Ping Pong Lastanosa 2009".

Bueno, en realidad, cuando leí la placa pegada a la Copa, ponía "Campeón de PIN PON Lastanosa 2009". Es un error comprensible. El único problema es que dada mi falta de costumbre en ganar algo, de vez en cuando, cuando la veo intento acordarme de lo que gané porque cuando pase el tiempo y me empiece a fallar la memoria, al leer esa placa pensaré que habré ganado un concurso de muñecas Pin y Pon.

Sé que alguno pensará que ese Campeonato lo gana cualquiera, que el nivel sería muy bajo y ... no, se equivoca de cabo a rabo. Es cierto que no abundan ciudadanos chinos en esa población, ni siquiera orientales, pero bueno también tiene mérito eliminar a unos cuantos contrincantes, plantarse en la final y ganarla. 

Y por si a alguno le quedan dudas, supongo que si buscáis en Wikipedia apareceré como campeón del año 2009. Si no sale, no os preocupéis, saldrá entonces en Wikileaks.

Ah, nuestro hijo P. quedó subcampeón de su categoría, lo que demuestra que algún gen mío ha heredado.

martes, 24 de mayo de 2011

El violinista en el tejado

No tenía previsto en mi blog publicar muchas entradas acerca de películas. Vamos que no soy de aquellos que cuando ha visto una película da su opinión. Que lo hagan otros, que lo hacen mucho mejor y, de paso, me sirve como guía para verla o no.

Hoy, sin embargo, haré una excepción y no hablaré de una película, sino que hablaré de "la película".

La vi por primera vez hace ya unos cuantos años cuando mis padres nos llevaron al cine del entonces pueblo, hoy ciudad. No era de estreno, ni mucho menos. Tendría yo unos 12 ó 13 años y ... ¡me encantó! No sé por qué me gustó tanto; es un musical (no me gustan y a esa edad los odiaba) y los actores no son grandes estrellas, pero ... Fue como un flechazo. Esa música, esa trama, ese padre que va cediendo y cediendo hasta que se ve obligado a decir basta.

Hay gente (mis hijos sin ir más lejos) que me considera un friki por gustarme esta película. Me hace gracia recordar cómo mi hijo P. estaba un día con un conocido mío cuando éste (el conocido) abrió su ordenador portátil y ... ¡tachán!, apareció de fondo de pantalla un fotograma de esta película. P, al verlo, exclamó "¡El violinista en el tejado!, eres tan friki como mi padre". Desde entonces, el que era conocido pasó a ser amigo ... y de los buenos, un tío al que le gusta esta película es un gran tipo.

Como la película es de 1972 y la mayoría de vosotros la habéis visto, no se trata aquí de hacer una sinopsis sobre la misma, para eso además existen multitud de páginas web que lo harán y además hasta el último detalle. No puedo dejar de señalar el papel que hace Topol, el protagonista, su sentido del humor y su imponente voz (de hecho, era un musical con notable éxito en Broadway, según tengo entendido). Las canciones son buenísimas. Salvo la del sueño de Tevye, me gustan -y mucho- todas.

Para el que se haga una falsa idea acerca de mis gustos cinematográficos, decirle que éste no es el tipo de película que me gusta (a pesar de que West Side Story es otra que me tiene el corazón robado), sino que son muy variadas y muy variados sus estilos. No estoy encasillado en los musicales ni en un estilo concreto y sin dar una lista exhaustiva, ni por orden, puedo deciros que otras películas que me gustan son "El club de los poetas muertos", "Los intocables de Elliot Ness", "La lista de Schindler", "La mujer del cuadro", "Qué bello es vivir", "El silencio de los corderos" ...

lunes, 23 de mayo de 2011

Niños haciendo de ... niños

Ayer, excepcionalmente asistí a Misa en la Catedral (digo excepcionalmente porque lo normal es que lo hagamos en nuestra Parroquia).

Allí fui acompañado de P., Mi. y Q. y me encontré con mi amigo I. (aquel que os conté que comía había comido huevos de hormiga). Al salir, me sugirió un tema para una entrada en este blog: los niños en Misa. Esta sugerencia vino a raíz de unos niños que se sentaron muy cerca nuestro y se pasaron toda la ceremonia jugando con unos papeles, primero enrollándolos y luchando como si fueran espadas y después haciendo aviones y lanzándolos constantemente por el templo.

Estos niños estaban aparentemente solos (sus edades, más o menos, entre 5 y 9 años) ocupando un banco y molestando sin piedad al resto de feligreses. Sin embargo, en un momento determinado, se acercó desde unos cuantos bancos atrás un hombre (con pinta de ser su padre) para llamarles la atención. Fue una aparición fugaz porque ya no volvimos a verlo en toda la celebración.

Aunque algunas veces acudimos todos juntos, A. y yo solemos turnarnos para ir a Misa y evitar así llevar a los pequeños con nosotros y que monten alguna de las suyas. Aunque soy de los que cree que deberíamos ir todos juntos, muchas veces me dejo llevar por la presión. No llevo muy bien esas miradas de la gente cuando los niños hablan o corretean al lado del banco que ocupamos. Sí, sé que es una contradicción, pero ...

Pero, una cosa es estar continuamente pendiente de tus hijos (ni estás tú atento, ni lo están ellos y, además, distraes más a los demás) y otra pasar olímpicamente. El de ayer era de éstos, de los que les da absolutamente igual, mientras los niños seguían haciendo de las suyas (llegando a dar con el avioncito a un señor mayor al que poca gracia le hizo) y eso, no me parece bien.

Otras veces es el propio sacerdote el que se enfada cuando los niños hacen ... eso, de niños. Los hay que se callan, con unos silencios muy largos, otros que llaman la atención a los padres en mitad de ceremonia y, en cambio, hay otros (pocos) que salen en tu defensa. Recuerdo una ocasión en la que A. y yo sólo teníamos a Ma. y P. Como eran pequeños, se pusieron a corretear por el lateral de la nave, mientras yo estaba allí con ellos. Algunas personas mayores giraban constantemente la cabeza buscándonos con la mirada. Incluso uno de ellos chistó (¿se dice así?) para que dejaran de correr. En ese momento, el sacerdote paró la Misa y, cuando me esperaba lo peor, dijo: "Los niños hacen lo que tienen que hacer, que para eso son niños. A mí me distrae mucho más un adulto girando la cabeza o haciendo callar a un niño". Yo no daba crédito a lo que oía. Ese hombre pasó a ser mi héroe y a punto estuve de hacerle la ola o ponerme a aplaudir.

Bueno, como en otras ocasiones, en el medio está la virtud y el de ayer (tengo a I. de testigo) era de los que nos hacen tener mala fama. Entiendo que estas situaciones descritas son trasladables a otras situaciones similares.

Por cierto, I. se va esta semana a Turquía. Ayer me lo comentó diciéndome que volverá a comer cosas raras, aunque después matizó que no son tan raros en su alimentación.


sábado, 21 de mayo de 2011

¿Son así?

Como estamos en el mes de mayo, ayer nuestro hijo Q. se fue de romería con el colegio. Se llevó sus bocadillos y su bebida y, lo más importante, iba sin uniforme. Iba feliz porque no tenía clase. 

Por la tarde recibí una llamada de A. y me informó de un incidente que, desgraciadamente, había protagonizado Q. Recogí a Q. de su entrenamiento y de camino a casa le pregunté cómo le había ido. Su cara, normalmente alegre, cambió el gesto (reconozco que en ese momento no me acordaba de la llamada de A.) y empezó a contarme.

(Desde que he empezado a escribir esta entrada, me he levantado ya varias veces porque JP y S están "jugando")

A lo que iba, la respuesta de Q. fue:

"Bueeeeno, el Sr. X me ha castigado ... ¡pero no sé por qué!"

Yo: "¿Cómo que no sabes por qué? ¿Algo habrás hecho, no?"

Q.: "Noooo, de verdad. Unos niños se habían subido a un tejado que era muy bajo y el Sr. X les castigó ... y ... como yo estaba allí, a mí también."

Yo: "¡Hombre, Q.! ¿tú también te habrías subido, no?"

Q.: "No, de verdad. Cuando me dijo que yo también estaba castigado, le dije que no había subido, pero no me hizo caso, entonces nos mandó a un árbol"

Yo: "¿Y?"

Q.: "Como nos aburríamos, empezamos a tirar piedras a un bote y ... sin querer, no sé cómo ... le di a X."

Yo: "¿Cómo que le diste a X. sin querer? ¿Estaba al lado del bote?"

Q.: "No"

Yo: "¿Entonces?"

Q.: "No sé"

Yo: "Y ... ¿dónde le diste?"

Q.: "... en la cabeza"

Yo: "No te oigo, ¡¡¡¿dónde?!!!"

Q.: "En la cabeza"

Yo: "¿Le has abierto la cabeza a X.?"

Q.: ", pero sólo le salió un poco de sangre"

No sé qué cara puse y, a continuación, sonriendo y con la mayor naturalidad del mundo, me dice "¡Y todo lo demás, muy bien!"

No sé si es del todo consciente, nos toma el pelo o es la visión que un niño de 9 años tiene sobre ciertos actos y sus consecuencias. No había en él ni un atisbo de culpabilidad.

A. llamó dos veces a la madre del pobre X. para interesarse sobre su estado. Al final no ha habido que cogerle ningún punto.

viernes, 20 de mayo de 2011

Visitante 1.000.000

Que nadie se asuste. Ni aunque nuestro amigo singapureño hubiera publicado un anuncio en "El eco de Singapur" pidiendo a todos los lectores de ese diario que entren en mi blog, habría conseguido esa cifra.


Quería escribir sobre ese fenómeno que es el "Enhorabuena, no es broma, es usted el visitante 1.000.000 de esta página. Clique aquí y recibirá su premio". La primera que fui el visitante-un-millón, llevado por la emoción del momento, cliqué allí y ... debía elegir el color del BMW, la cilindrada, la tapicería y no sé cuántas cosas más para, finalmente, entrar en un sorteo o algo así a cambio de facilitar unos datos. Evidentemente, ni facilité datos, ni entré en ningún sorteo.


Pues aquello que -incauto que es uno- creía quedó en anécdota, no para de repetirse. De un tiempo a esta parte soy el visitante-un-millón en multitud de páginas. Me siento como un tío que ha sido tocado con una varita mágica: página en la que entro, visitante-un-millón. Es más, tengo tanta suerte, que he llegado a entrar en alguna página en la que -con idéntico lenguaje que el anterior- me comunican que soy el visitante 999.999 y que -no podía ser de otra manera- también soy un afortunado.


Imagino que así habrán estafado a muchas personas que, me duele decirlo, son más incautas que yo.


Cambiando de tema, el otro día comprobé que nuestros amigos de Blogger han conseguido recuperar aquella entrada que se publicó y posteriormente, como por arte de magia, desapareció junto con los comentarios que alguno de vosotros había hecho. ¡A buenas horas mangas verdes!

Éste es un misterio más de los muchísimos que existen en el mundo de internet y que yo soy incapaz de entender. Estoy convencido de que, además de mis múltiples virtudes, Dios me dio algún defecto, por aquello de no parecer perfecto y se me subiera a la cabeza. Uno de ellos, sin duda, es el relativo a todo lo informático. A esa falta de capacidad natural para entenderlo se le unió una apatía descomunal para intentarlo.

Ya desde bien jovencito, cuando en mis manos caía cualquier aparato electrónico -con su correspondiente manual de instrucciones- no era capaz de leérmelo. Tocaba y tocaba botones esperando encontrar su función. No eran como ahora (tan intuitivos), así que era un verdadero milagro acertar con el botón adecuado. Más adelante, cuando surgieron esas guías abreviadas o rápidas, me hizo pensar que o bien se habían inspirado en mí o no era único en mi especie. 


Recuerdo especialmente el día que compramos un reproductor de video en un centro comercial. Al llegar a casa, me dispuse a conectarlo y me leí las escasas instrucciones que acompañaban al aparato. Llegó un momento en que todo se nubló, leí algo de un cable coaxial. Intenté averiguar qué era eso, pero no lo conseguí. Como quería hacer bien las cosas y no me atrevía a conectar un cable donde no tocara por lo imprevisible de su resultado (desde estropearse la tele y el video hasta una explosión en mi cara), me bloqueé. Me acordaba de la gente que acostumbra a pulular por cualquier centro comercial arreglados para la ocasión (con su chandal) e imaginaba que éstos, al llegar a casa, conectarían su video como la cosa más natural. No podía admitirlo, aun siendo consciente de mis limitaciones, oía una voz en mi interior que me decía "P. ésos pueden ... ¿y tú no?" Por el tono sarcástico y su entonación, no soy capaz de confirmar que esa voz era mi conciencia. Al final, con la inestimable ayuda de A., pudimos conectar correctamente aquel aparato electrónico.


Está claro que el amor propio es, en ocasiones, la mejor guía de instrucciones.





jueves, 19 de mayo de 2011

Felicidades Ma.

Hoy nuestra hija Ma., la mayor, cumple 15 años.

Allá va la primera frase hecha: ¡15 años, cómo pasa el tiempo! Pues es verdad, pasa volando. 

Cuando nació Ma. yo acababa de cumplir 28 años y A. tenía 25. Éramos unos pipiolos. Vivíamos en el primer piso que tuvimos, que le compramos a mi suegra y una tía de A. mientras yo todavía estudiaba. Lo alquilamos y con lo obtenido por el arrendamiento pagábamos la hipoteca. Cuando ya pusimos fecha para la boda, decidimos hacer unos arreglos imprescindibles: cuarto de baño y cocina encargados a un "pofesioná" y el resto lo hacíamos nosotros. El "pofesioná" se llamaba Juan (pronunciado como el primer número en inglés) y utilizaba varias expresiones peculiares. Antes de empezar las obras en el baño nos insistía en "Vosotroh desirme ques lo que queréi. ¿Qué queréi el baño de la Presl·lei? Me traéih un afoto y yo oh lo hago"

Como en la mayoría de nuestros hijos, sino todos, Ma. no sólo no se adelantó (otra de las leyendas urbanas de embarazos, partos y demás tribulaciones dice que "el primero siempre se adelanta"), sino que nació algo más tarde de la fecha inicialmente prevista y eso que -¡qué pardillos!- haciendo caso de todas esas leyendas, paseamos mucho, A. bebió cava y no sé cuántas cosas más hizo la pobre. Cuando llegó el día, la familia de A. se encontraba en la Primera Comunión de un sobrino y mis padres en un Hospital visitando a un amigo que había tenido un grave accidente de circulación, por lo que durante las primeras horas posteriores al parto tuvimos pocas visitas y al final de la tarde se acumularon todas. La pobre A. acabó rendida.

Yo -iluso de mí- siempre le decía a A. que cuando tuviéramos hijos, el primero tenía que ser un niño, después, las niñas que fueran, pero el primero un niño. No sé por qué pensaba así, pero lo cierto es que debí insistir tanto en ese comentario que Dios nos mandó una niña (la primera) y después cinco niños. Mi prometedora carrera como adivino se truncó en ese momento para nunca más levantar cabeza.

Esta mañana hemos celebrado todos juntos el cumpleaños de Ma. (a las 7 de la mañana los niños han cantado el "Cumpleaños feliz a Ma.", cosa que no sé si habrá gustado a los vecinos) y le hemos dado los regalos que ayer compró A.: unos pendientes de una conocida marca catalana de joyería y complementos, cuya imagen más conocida es un osito. Como no tengo por costumbre hacer publicidad en mi blog (Dalsy, Hoteles NH ...) sólo os diré que empieza por "TO" y acaba por "US" y un libro de ... ¡Justin Bieber! (parece que el muchacho, de 17 años y con una dilatadísima carrera a sus espaldas, ha escrito ya su biografía). 

Muchas felicidades Ma. y que cumplas muchos más.

martes, 17 de mayo de 2011

Singapur

El 29 de septiembre de 2010 empecé esta aventura y, con la de hoy, llevo ya 166 entradas publicadas, existen unas cuantas personas que, en un alarde de caridad cristiana, se han hecho seguidoras de este blog, incluso hay 564 comentarios a esas entradas (vale, alguno es mío contestando a los que la gente publica ... ¡qué menos!).

Sé que ninguno de estos datos son merecedores de una entrada, ni siquiera de ser tenidos en cuenta. Sin embargo, existe un dato que me ha dado pie a escribir: hoy he podido observar con una mezcla de regocijo, curiosidad y lástima que en la última semana he tenido ¡6 visitas desde Singapur! (新加坡共和国, en chino y en tamil சிங்கப்பூர் குடியரசு). A alguno le puede resultar baladí este dato, pero Singapur es el cuarto centro financiero más importante del mundo, y juega un papel muy importante en el comercio internacional y la economía mundial. Además, es el segundo país con más densidad de población en el mundo, después de Mónaco. (gracias Wikipedia).

Bueno, a lo que iba, el que haya 6 visitas desde Singapur en la última semana puede significar que:

Primer (posible) escenario.

Existe en aquel diminuto país un ciudadano español con mucho tiempo libre o muy añorado de su tierra. Ha buscado en Google ... no sé .... "¿Por qué el Sevilla FC es el mejor equipo del mundo?" y, ¡zas!, ha venido a parar a mi blog.

Segundo (hipotético) escenario.

Un ciudadano extranjero (para nosotros, no para los de Singapur) que está estudiando nuestra lengua ha acudido también a Google y ha escrito "¿Por qué Sevilla ser mejor equipo mundo?" y ... ¡lo mismo, ha llegado aquí! (hay que ver lo listo que es este buscador)

Tercer (improbable) escenario.

Un ciudadano del mundo que reside en Singapur ha buscado (conscientemente) en el Google "miraloquehahechotuhijo.blogspot.com" y ... ¡efectivamente, aquí lo tenemos!

Cuarto (difícil, pero por qué no) escenario.

Un alienígena, a través de una cuenta de correo que tiene domiciliada en Singapur, está estudiando a la especie humana y para ello ha decidido seleccionar a uno que no destaque mucho. No puede hacer mucho ruido porque es una misión altamente secreta. Si lo que quisieran es un ataque directo, estudiarían a alguno famoso, con un blog con miles de seguidores y que realmente escriba cosas con criterio y para eso ya tienen a Tomae, Modestino, Sunsi, Dolores ... La palabra clave que ha utilizado en la búsqueda ha sido "Sevilla FC" por eso de ser un equipo conocido en toda la galaxia.

Quinto (inverosímil) escenario.

Uno de mis fieles seguidores se encuentra en ese país de viaje de placer (o de negocios) y desde su iPad o cualquier otro dispositivo quiere seguir leyéndome. Si fuera el caso, muchas gracias (lo escribo con lágrimas en los ojos)

Sexto (creíble) escenario.

Un ciudadano de Singapur está desesperado porque su hijo pequeño tiene fiebre desde hace unos días. Ha tecleado en Google "medicamentos infantiles para la fiebre de un niño de Singapur" (ellos son así) y ... el buscador le ha llevado a mi entrada con más visitas. También podría ser que lo que buscara este hombre fuera el nombre para su próximo hijo o hija ... "Dalsy" no es feo y si eres de allí da el pego.

Séptimo (más que probable) escenario.

En realidad son dos escenarios. Uno de ellos es un "singapurés", creativo o muy enfadado, que ha probado escribir muchas letras juntas en nuestro alfabeto y el azar -caprichoso él- ha hecho el resto. Nuestro pobre hombre, sin querer, ha escrito el nombre del blog, así ¡de una tacada! y como le ha hecho gracia y -por qué no- le ha cogido cierto cariño, lo ha repetido cinco veces más.

En el otro, un "singapurés", esta vez de dos años o menos, ha gateado por el ordenador de su padre y de nuevo el azar lo ha redireccionado. Los más escépticos me dirán que eso es imposible porque ese niño puede hacer eso una vez, o dos, o tres, o cuatro ... o hasta cinco, pero seis, seis ya no cuela. No sé, puede ser ... o a lo mejor también presionó una tecla (ni idea  cuál fue) que guardó la dirección.


lunes, 16 de mayo de 2011

Lenguaje

Todos sabemos que los adolescentes en particular y los jóvenes en general hacen un uso diferente del lenguaje, hasta el punto que, en ocasiones, cueste trabajo entenderlos. Y eso es lo que precisamente me está empezando a pasar en casa.

Lo gracioso del tema es que ese esfuerzo por parecer mayor de lo que uno es, va acompañado de una candidez pasmosa. Es lo que tiene la adolescencia, ¿no? El otro día, sin ir más lejos, estábamos P. y yo viendo por la tele el partido entre el Osasuna y el Sevilla cuando, ante una falta clara sobre un jugador sevillista en la que el árbitro no señaló ni falta, exclamé "¡Qué heavy!". Al momento oigo a P. riéndose, le pregunto por el motivo de esa risa y me contesta "es que me hace gracia cuando intentas hablar como los jóvenes". El tío estaba convencido de que esa expresión era, no sólo actual, sino que la había inventado su generación.

Otro tema -y éste ya es preocupante- es el lenguaje escrito. El famoso lenguaje-sms, que al principio poder tener su gracia, ha conseguido ya arraigar entre la juventud y se usa ya no sólo cuando se escriben mensajes cortos, ya sea a través del móvil, en un chat o en cualquiera de las redes sociales en las que participan. Digo que ha arraigado entre la juventud, pero es muy frecuente recibir correos electrónicos de gente de mi edad que escribe de la misma forma. Dicen que es para abreviar, ahorrar y ganar tiempo. ¿Ganar tiempo para qué? ¿Para escribir más mensajes mal redactados?

¿Os habéis fijado alguna vez en los comentarios que la gente escribe en cualquier noticia que aparece en un medio digital? Yo pensaba que eso pasaba sólo en los diarios de información deportiva (ahí el nivel es para echarse a temblar) por cuanto muchos de los comentaristas son niñatos, pero dando un paseo por otros medios (digitales) os quedaréis asombrados por las faltas de ortografía, lo mismo que en esos programas de televisión en los que los espectadores pueden enviar mensajes. Ahí ya no me refiero sólo al lenguaje-sms, sino también a las aberrantes faltas de ortografía que ahí se perpetran.

Lo que me tranquiliza (sólo un poco) es pensar que lo del lenguaje es pasajero. No hace tanto (tampoco soy tan mayor como me dijeron algunos comentaristas en esta entrada) yo también hablaba como ellos lo hacen ahora. Eso sí, escribir, escribíamos mejor.

Por cierto, el Sevilla consiguió ayer su clasificación matemática (gracias Zaragoza) para disputar el próximo año (y ya van ocho seguidas) una competición europea. Pero, lo que son las cosas, mientras esto sucedía, en las calles de Sevilla sólo se veía aficionados que celebraban el ascenso a Primera División de un equipo en situación de concurso de acreedores.

viernes, 13 de mayo de 2011

Mi música

Esa gran hecatombe mundial que hoy se ha cebado con la blogosfera dejándonos fuera de servicio esa herramienta que es el Blogger y que, al recuperarse, ha borrado toda publicación del día 12 (entradas y comentarios), ha hecho que despareciera mi entrada de ayer.

Hacía una introducción sobre el pésimo partido disputado por el Sevilla en el Reyno de Navarra (campo del Osasuna), donde, tras ir ganando 0-2 al descanso, acabó perdiendo 3-2, con los últimos goles recibidos en los minutos 87 y 90 de partido. Fue una de esas situaciones en las que se te queda cara de tonto y te avergüenzas de tu equipo (no de tus colores, que eso está por encima de estas circunstancias). Llegué a pensar que era gafe, más gafe que el que se tiró al vacío y se lo encontró lleno. Últimamente, partido que veo del Sevilla, partido que pierde. Si por si eso fuera poco, A. me hizo un comentario en esa entrada informándome de que JP le había revelado -en secreto- que era del Barça. El mazazo era total. Cuando pensaba que todo estaba perdido y que Dios me enviaba otra prueba, decidí hablar con JP, Le pregunté de qué equipo era y, buscando a su madre con la mirada, me dijo "de los dos, del Barça y del Sevilla". Bueno, todavía es salvable, además en toda familia siempre hay una oveja negra, ¿no? ;-)

Bueno, la entrada iba sobre mi música. Cuando nuestros hijos eran pequeños disfrutaban con la música que les ponía y -no podía ser de otra manera- compartían mis gustos. Todavía recuerdo cuando Ma., tras escuchar China Roses de Enya, me dijo que era la canción más bonita del mundo.

Ahora sus gustos han cambiado mucho, abominan de "mi música" y la adolescencia sigue causando estragos en sus vidas. Ya dije en una entrada anterior que mis gustos musicales son muy variados y que, a excepción del jazz y "máquina", me gusta casi todo.  Creo que soy más abierto que ellos, a los que sólo les gusta lo que se oye en cualquier emisora de radio con números 1. Mi abanico de preferencias es más amplio que aquel que llevaban aquellos integrantes del grupo Locomía allá por los finales de los 80 y primeros de los 90.

Como siempre, tengo una teoría al respecto. Cuanto más oyes una canción, más te gusta. Sé que alguno de vosotros estará pensando "vaya chorrada ha soltado y, lo peor, se queda tan tranquilo". Ya lo sé, no he descubierto nada nuevo, ya sé que precisamente por eso existen esas radio fórmulas que dan listas de números 1 (aunque a veces sea para "fabricar" un hit).

Mis hijos dicen que últimamente estoy muy pesado con Twinkle twinkle little star de Fredrika Stahl (la música del anuncio del Nissan Juke). Intentaré colgarla aquí y ya me diréis si os gusta o no (eso sí, hay que tener un poco de paciencia y oírla hasta el final)



Otro día dedicaré una entrada a hablaros de mi pasión por las Bandas Sonoras Originales (BSO) de películas. Me encantan. No puedo dar una lista por orden de preferencias, pero ahí están La Misión, La Lista de Schindler, The sacrifice (El Piano), You're so cool (True romance), Gladiator y muchos más. Cuando vamos al cine, somos los últimos en salir porque me gusta quedarme a escuchar el tema principal (suelen repetirlo al final) y leer todos los títulos de crédito. Al principio, A. no daba idem (crédito) a eso, pero ya se ha acostumbrado.

El problema que ahora se cierne sobre nosotros es la inminente desaparición de la versión gratuita de Spotify. Parece que tiene las horas contadas y nunca mejor dicho, porque ahora te dan unas cuantas horas de música y cuando éstas se acaben habrá que contratar una de las versiones de pago. Sé que ganaremos no tener que oír la publicidad cada tres, cuatro o cinco canciones, pero ...


miércoles, 11 de mayo de 2011

Esos Bancos

Hoy no tenía previsto escribir sobre este tema, pero la actualidad manda.

Ayer me llamó un cliente del despacho para pedirme que atendiera a un amigo suyo (y desde el mes pasado, empleado) que está en un apuro. Quedamos para hoy a las 18 h. Se ha ido hace un momento. El tema en sí no es nada atípico, por desgracia y, por desgracia también, ya empezamos a acostumbrarnos a ello.

Este hombre tenía una empresa, junto con otro socio. La cosa empezó a ir mal y decidieron cerrar el negocio. Ambos pactaron verbalmente que uno se haría cargo del préstamo que les había concedido el Banco X y el otro el de la Caja Y. El de la Caja Y pudo renegociar el préstamo ampliando la hipoteca que sobre su casa tenía precisamente con esta Caja, mientras que nuestro hombre, que vive de alquiler y no tiene propiedad alguna, no consiguió que el Banco X aceptara renegociar el préstamo. Ya ha interpuesto la demanda que dirige contra la sociedad, los dos socios y las mujeres de éstos que, por exigencia del Banco, avalaron la operación. El problema es grave, puesto que el ex-socio, que sí tiene propiedades, verá cómo se la embarga el Banco X y después tendrá que reclamar al otro socio lo que él ha tenido que pagar.

Nuestro hombre parece honrado (y desesperado) porque, a pesar de estar en esta situación, ha ido ingresando mensualmente en el Banco X una cantidad -inferior a la cuota pactada- lo que demuestra su buena intención y hace que pueda oponerme a la demanda alegando pluspetición (o eso creo, todavía tengo que estudiármela). Como está desesperado y el tema está muy crudo (es consciente de ello), me pide que, al menos, ganemos tiempo para buscar donde sea el dinero adeudado.

No sé si me tomo demasiado en serio ciertos temas y, aunque aparente frialdad, por dentro estaba destrozado escuchando a este hombre. Ha habido un momento en que se le han saltado las lágrimas contándome que una de las veces que fue al bufete designado por el Banco X para intentar alcanzar un acuerdo que evitara la vía judicial, le contó a la persona que le atendió que había ido en autobús, pero sólo tenía dinero para un trayecto, por lo que debió volverse andando a casa, que dista muy lejos de allí.

Le he visto tan hundido que me siento con una enorme responsabilidad. Evidentemente haré lo que pueda, pero eso no quite que me sienta un poco responsable de esta persona. Y a la vez, siento una gran rabia por la situación de muchas personas como consecuencia de la negligente actuación de muchos Bancos y Cajas. Ellos nos crearon estos graves problemas y ahora no tienen responsabilidad alguna.

Indignante

martes, 10 de mayo de 2011

Marrones

El pasado viernes me encontré, a la salida de la ceremonia de la Confirmación de mi hijo P. (junto con el resto de compañeros del colegio), a mi amigo I., que fue el padrino de su sobrino A. Se me acercó y me dijo que era un fiel seguidor de este blog, lo cual me hizo mucha ilusión a la vez que le daba vueltas en la cabeza pensando quién podría habérselo dicho tratándose de un blog anónimo.

Hoy le he enviado un correo electrónico y aprovechando la contestación, me ha dicho que ayer probó los huevos de hormiga. I. es un tipo muy gracioso y ha añadido que cuando le pusieron el plato por delante no hizo el ridículo preguntando aquello de "supongo que son hormigas macho, ¿no?"

A pesar de no destacar por mi perspicacia, la ingesta de ese atípico plato, me ha hecho sospechar de que mi amigo no se encontraba en nuestro país (o si lo estaba, la situación que atravesaba no era óptima para tener que acabar comiendo esas cosas), por lo que le he preguntado por su paradero. Me ha contestado que estaba en México y que, a pesar de ser las 3 de la madrugada, ya no podía dormir más, así que prefería mantenerse despierto y recuperar sueño en el viaje de vuelta (de esta forma, además, la adaptación a su horario habitual sería más fácil). Se encuentra allí acompañando a unos clientes japoneses y "maldice" su suerte por ser un tipo extrovertido porque -según cuenta- le toca comerse todos los "marrones" sociales de la empresa.

Además de muy gracioso, I. es un tipo muy listo. Esto no escapa a casi nadie y menos a su empresa, de ahí que le caigan esos encargos ("marrones" los llama él) reservados a unos elegidos. Es el ingeniero que responde al perfil que te viene a la cabeza cuando oyes esa palabra-profesión: con gran capacidad de trabajo, organización y, a veces, un pelín meticuloso. Exageraría si dijera que tiene todo programado y que abusa de las hojas Excel, pero si hay que usarlas ... ¡se usan!

Esto que me ha contado I. (él lo hace medio en broma) me ha hecho pensar en aquellas situaciones en las que debías "comerte" tú solo el "marrón" por ser el que mejor las hacía. Recuerdo cómo mi madre me encargaba ciertas tareas del hogar con la excusa de que era el que mejor lo hacía (evidentemente también jugaba con el aspecto emocional). Al final se me quedaba cara de tonto pensando en algún hermano que "como no lo hace bien" se libraba de ese encargo. Esas situaciones se dan también en el trabajo profesional y si no tienen un reconocimiento (básicamente económico) suelen sentar muy mal.

sábado, 7 de mayo de 2011

Me estoy haciendo mayor

La madurez te da cierta perspectiva del tiempo que cuando eres joven o niño no tienes.

Recuerdo perfectamente que cuando era niño me escandalizaba al pensar que mi padre había nacido 30 años antes que yo: en 1938, que dicho en letras impacta más: mil-novecientos-treinta-y-ocho. ¿A que sí? Cuando pensaba en su año de nacimiento, a la cabeza me venían imágenes de la guerra civil, de un mundo en blanco y negro y, sobre todo, que había pasado mucho tiempo.

Ahora, en cambio, cuando pienso que nací en 1968, creo que tampoco hay que exagerar, que son sólo 43 años. Echo la vista atrás y recuerdo muchas vivencias ocurridas hace sólo ... ¡30 años! y 1938 ya no está tan lejos. Cuando me entero de la edad de los actuales futbolistas me parece que son todos unos niños, la mayoría de ellos nacieron cuando yo ya acabé el colegio y a los más veteranos les llevo una ventaja considerable. Incluso hay varios entrenadores más jóvenes.

En cuanto empiezo a pensar estas cosas, la cabeza va a una velocidad asombrosa y ya no veo esas enormes distancias en el tiempo. Una de mis abuelas nació en 1907, ya ves unos cuantos años antes que mi padre y, total, unos cuantos más antes que yo. El siglo XIX tampoco es tan lejano ... y a lo tonto a lo tonto te plantas en la Edad Moderna ...

Después me da por pensar en la inmensidad, en la inmensidad que representa la historia de la humanidad y en el Universo (¿qué soy en la inmensidad del Universo?) y en la eternidad. Entonces concluyo en que no somos ni fugaces, simplemente ... ¡no somos nada!

Bueno, me estoy desviando del tema con tonterías. A lo que iba, me estoy haciendo mayor. Esta tarde nuestro hijo P. ha recibido el sacramento de la Confirmación y lo hemos celebrado con una merienda en casa a la que han venido los abuelos y unos cuantos primos. Después de recoger todo y cuando ya se han ido los invitados, P. y yo hemos jugado unos cuantos partidos de fútbol con la PS3 y ... ¡me ha ganado! ¿Veis?, lo que os decía, me estoy haciendo mayor.

jueves, 5 de mayo de 2011

A dormir

Cuando teníamos más niños pequeños (antes no teníamos más hijos, sino que ya han ido creciendo) era muy habitual que con las amistades se hablara de niños y de todo lo que les rodea. De esta forma, era normal hablar de pañales, de horarios, de siestas, de ... ¡sueño!

Como cualquier padre, hemos pasado por épocas en las que se duerme realmente poco, pero reconozco que tampoco nos podemos quejar (¡hace unos años no habría escrito esto ni de coña!) comparado con algunas historias que llegas a oír.

Nos dio un poco de guerra nuestra hija Ma. durante una época concreta. No soy capaz de recordar por qué, pero lo cierto es que le dio por no querer dormir. La poníamos en la cuna y empezaba a llorar, íbamos a verla y seguía llorando ... Al final tuvimos que acudir al "Método Estivill". El Dr. Estivill es (supongo que seguirá siéndolo, pero como ya no lo necesito, no me he preocupado de averiguar si sigue o no) un médico especializado en el sueño. Si no recuerdo mal estaba al frente de la Clínica del Sueño de la Dexeus.

A lo que iba, compramos el libro, nos lo leímos de un tirón y empezamos a aplicar el método. Muy resumido, consistía en poner a la criatura a dormir a una hora fija, después de su baño y otra serie de rituales (con un peluche o muñeco "de dormir") y deseándole, con una voz suave, unas buenas noches. Como el niño se ponía a berrear, había que dejar pasar 5 minutos hasta entrar en su dormitorio. Allí, con una sonrisa en la boca y una voz aterciopelada, le decías que era la hora de dormir, que allí tenía a su muñeco, etc. La cara del niño era todo un poema, primero dejaba de llorar al verte entrar, mientras le hablabas te miraba como diciendo "sí, sí lo que tú quieras, pero ¿cuándo piensas cogerme?" y al irte alucinaba y lloraba más. La técnica decía que debías dejarlo llorar más que antes, volver a entra y la misma escenificación. Y así sucesivamente, alargando los plazos para entrar en su habitación. Imaginaos la gracia que te hacía escenificar ese buen humor (ya sabéis, sonrisita y voz dulce) a las 3 de la madrugada.

El libro garantizaba el éxito a cambio de seguir a rajatabla las normas y pasar entre 2 semanas y un mes durmiendo más bien poco. He de decir que lo conseguimos a las 2 semanas, duras, muy duras, pero se acabó el problema.

En el libro se explicaban situaciones límite (y reales) a las que habían llegado algunos padres con tal de conseguir dormir a sus hijos. Desde aquél que, fuera la hora que fuera, se cogía al niño de madrugada, lo metía en el coche y daba vueltas por la ciudad porque era el único sitio donde se dormía. O aquél otro que hacía lo mismo pero en el cochecito del bebé. Uno de los que más me impactó fue el de un padre que observó que su hijo se dormía viendo la tele, por lo que no tuvo mejor idea que instalarle una tele y un vídeo en el cuarto y conseguir un sistema que asegurara 8 horas seguidas de dibujos animados.

Lo que siempre nos ha costado mucho era conseguir que los niños pasaran de la cuna a la cama como si nada. En cuanto los acostabas veían que no había barrotes y que podían bajar de allí tranquilamente, así que los teníamos haciendo excursiones al salón hasta que se agotaban. Seguimos sorprendidos -y así lo comentamos a veces- que no hemos oído hablar nunca de este problema a otros padres. ¿Seremos los únicos?


miércoles, 4 de mayo de 2011

Coches de alquiler

No soy muy aficionado -y mucho menos entendido- en coches, pero eso no quita que disfrute conduciendo un buen coche. Y como he dicho que no soy entendido en coches, las expectativas son muy bajas, así que un coche bueno, para mí, es cualquier coche.

Ya conté que en la época de mi anterior trabajo me tocaba viajar a menudo y, en algunas ocasiones, necesitaba alquilar un coche. Así tuve que ir a Burgos (avión Barcelona-Bilbao y coche hasta Burgos), a Segovia (avión Barcelona-Madrid y coche de alquiler), Extremadura (avión Barcelona-Sevilla y después el coche), Salamanca, Valladolid, etc. Aunque la empresa en la que trabajaba solía alquilar un coche de una categoría concreta (no recuerdo la categoría, pero era algo intermedio, ni utilitario, ni alta gama), no dejaba de llevarme sorpresas. Una de ellas fue en el aeropuerto de Sevilla. Cuando llegué al mostrador de la empresa de coches de alquiler la persona encargada me dijo que no disponía de ningún modelo de la categoría reservada. Cuando ya me esperaba lo peor, me dio un coche de categoría superior y se disculpaba por no haber tenido a mi disposición el coche alquilado. Ahí me enteré que, por lo visto, en esos casos, tienen la obligación de darte un coche de categoría superior.

Ahí descubrí la mejoría que en general han experimentado los vehículos. Cualquier fabricante (de los conocidos) fabrica un coche que, por sencillo que sea, tiene unas muy buenas prestaciones. Yo disfrutaba recogiendo un coche impecable y muy nuevo. En una ocasión llegué a tener un coche con menos de 100 km. Imagino que acababa de salir del concesionario.

Uno de los coches que más usé era el Opel Zafira. Supongo que era el más habitual en la categoría que reservaba la empresa. Alguna vez llegué a conducir un Mercedes ... Clase A, de esos pequeños, pero que lo disfrutaba ..., Opel Astra, Renault Megane, Renault Laguna.

Me gustaba hacer esos viajes relativamente cortos: Madrid-Segovia, Valladolid-Salamanca, Bilbao-Burgos, Sevilla-Cáceres, Bilbao-Santander ... Lo peor, sin embargo, era cuando me acompañaba mi jefe. Además de no tener esa libertad que te da el viajar solo y como le daba miedo volar, me liaba para hacer el viaje en coche. De esta forma me tragué varios Barcelona-Madrid y Madrid-Barcelona. Recuerdo especialmente un viaje que hicimos a Madrid (en esa ocasión yo había ido en avión y él, más tarde, en tren) que, desde allí, decidió organizar una "expedición" a Valencia. La idea era reunirnos al día siguiente con un cliente. Alquilamos un coche y por la tarde-noche salimos de Madrid dirección a la capital del Turia. Yo avisé a A. que no dormiría en casa, sino que nos íbamos a Valencia. Mientras yo conducía él me contaba cosas o hablaba por el móvil. Cuando consiguió contactar con el cliente, éste le informó que no se encontraba en Valencia, sino que estaba en Córdoba. Me las prometía yo muy felices pensando que volveríamos a Madrid y allí tomaríamos un avión a Barcelona, se le ocurre decirle que precisamente él tenía que estar allí al día siguiente, mientras me miraba con una cara que ... Así que ya podéis imaginar, volantazo y dirección a Córdoba, donde llegamos alrededor de las 2 de la madrugada.

Después de reunirnos con el cliente y solventar el tema, tuvo el detalle de viajar en avión. Nos fuimos a Sevilla y de ahí a Barcelona.

martes, 3 de mayo de 2011

Nos miran, nos dicen ...

Soy consciente de que hoy en día no es habitual encontrar familias numerosas. Acepto incluso que el hecho de encontrarse con una puede causar sorpresa y, si me apuráis, incredulidad. Sin embargo, existen una serie de reacciones y comportamientos ante esta situación que no consigo entender y que pueden llegar a molestarme. Ahí van unas cuantas, todas ellas reales y la mayoría de ellas vividas en primera persona:

1) Ir por la calle y que la gente se pare a contarnos. En una ocasión -no estaría yo para muchas bromas- una señora se paró (literalmente) y empezó a contar niños con cara de asombro. Me giré, la miré y con la mano le indiqué que no eran 4, sino 5 porque A. estaba embarazada. Volvió la cara ofendida.


2) Que te digan cosas gente que no conoces de nada. Las frases más habituales son:


- "Uf, ¡cuántos niños!. Perdone, señora, y a Vd. ¿qué más le da?, ¿me los va a criar Vd.?


- "¿Que no tenéis tele?". Un cuñado mío que tiene también 6 hijos, contestaba "sííííí, se la ponemos a los niños y mientras tanto, nosotros nos vamos a la habitación". Reconozco que nunca me he atrevido.


- "¡Hala, cuántos niños!. ¿Son todos tuyos?" Noooo, qué va, no ve que soy el flautista de Hamelin ... Si es que ...


- "¡¿Y todos con la misma?!" La respuesta adecuada sería "sí, con la misma y ... ¡con la misma!", mientras te señalas la entrepierna, pero me parece una ordinariez.


Siempre me ha sorprendido que sea gente que no conoces (ni te conocen) de nada.


3) Que ciertas personas te den ciertos "consejos". Normalmente acepto los consejos, sin embargo esas personas que no tienen hijos, o bien tienen uno y a lo sumo la parejita y te dan consejos acerca de lo que tienes que hacer para no tener hijos o lo bien que lo hacen ellos, pues como que no. Yo no les digo a ellos si hacen bien o mal, ¿es mucho pedir que ellos hagan lo mismo conmigo?.


El que más me ha sorprendido a mi fue el protagonizado por una conocida que vino a casa a vernos cuando tuvimos a P., el segundo de nuestros hijos. Empezó a hablarnos y nos dijo textualmente que éramos unos egoístas. Me sorprendió tanto que pensé que había oído mal, que "podíamos" ser unos inconscientes, unos tarados, unos ... no sé, pero ... ¿unos egoístas? Volvió a repetirlo argumentándolo con que Ma. era muy pequeña y necesitaba todo nuestro amor, cariño y atención y que ahora, claro, no podíamos dedicarle todo el tiempo a ella sola. Se ponía de ejemplo a ella misma. Me dieron unas ganas de echarla de casa.


Ahora ha cambiado mucho, son pocas las veces que vamos todos juntos por la calle y, cuando lo hacemos, al haber niños de todos los tamaños, no llama tanto la atención.


También he cambiado yo y me importa muy poco lo que diga la gente, esta gente. A., que siempre piensa bien de la gente, dice que nos miran con cariño (¡já!), que nos miran con admiración y, a veces, con cierta envidia.