miércoles, 13 de julio de 2011

Cuando fuimos a Port Aventura en diciembre


Era el año 2008, diciembre de 2008 y la FANOC (Famílies Nombroses de Catalunya), de la que somos socios, participó en un Congreso de Familias Numerosas Europeas celebrado en Barcelona y, como colofón, la jornada del domingo era en Port Aventura. Así, por un precio muy ajustado, podía asistir toda la familia a este parque temático. Pudimos "colocar" a JP y S. y nos dispusimos a pasar un día inolvidable con los cuatro mayores.

Hacía frío, eso sí, pero lo mejor de todo fue poder subir en casi todas las atracciones (las de agua, por razones obvias como es la climatología propia de la época, estaban cerradas) sin hacer cola. La primera atracción fue -¡cómo no!- el Dragon Khan. Después de descargar adrenalina a espuertas, los niños quisieron repetir y, como os decía, al no haber colas, en un plis plas, ahí estaban otra vez subiendo y bajando como locos.

Como hacía años que no íbamos, descubrimos (A. también) una nueva atracción: Furius Baco.


Como decía aquél, esta atracción puede resumirse en dos palabras: IM-PRESIONANTE. Una vez has ocupado tu puesto y baja la barra de seguridad, no hay vuelta atrás. Avanzas a una velocidad muy reducida unos cuantos metros hasta deternerte ante una pantalla en la que se emiten unas imágenes dirigidas al pobre (incauto) que ha decidido (o "le han obligado") a subir. De repente, la plataforma en la que estás sentado sale disparada a una velocidad increíble (parece ser que pasas de 0 a 130 Km/h en unos 3 segundos). A partir de ahí hasta el final, todo son giros imposibles.

Los niños (Ma. y P., porque a Mi., después de hacer la pequeña cola que allí había, no le permitieron el acceso) subieron a otra cuyo nombre no recuerdo pero que también es conocida como "caída libre". Os podéis imaginar de qué va, ¿no?. La plataforma sube unos 100 metros y, al llegar al punto más alto, los diseñadores decidieron dar rienda suelta a su lado más oscuro y macabro. La plataforma se inclina levemente hacia delante con el fin de que seas consciente de dónde estás y cómo se ve todo desde allí arriba. Es entonces cuando el dispositivo que mantiene todo eso a esa altura se suelta y caes (en caída libre, ¿se pilla?) unos 90 metros para finalmente, detenerse en una suave maniobra, pero el mal ya está hecho. El estómago (si todavía lo conservas) se encuentra a la altura de las amígdalas. No sé, los niños dijeron que les gustó mucho.

Otra que no está mal es la conocidísima "Estampida". Como la gran mayoría, se trata de recorrer un circuito a elevadísima velocidad. Al finalizar el recorrido (nunca antes) expliqué a los niños que, hace años, una persona murió en esta atracción al salir despedido de su asiento a esa velocidad. Al parecer, el difunto era una persona obesa que no fue debidamente sujetada (fallaron los empleados encargados de revisar los elementos de seguridad). Desde que asistí a la lección magistral de mi padre en la festividad de San Alberto Magno, cuando veo a un obeso, me viene a la cabeza otro término para calificarlo: sería un "agujero negro" porque pocas cosas me quedaron claras en tan magnífica exhortación y una de ellas es que éstos podrían definirse (sic) como que tragan y tragan y nunca vomitan.

Evidentemente, Q. no pudo subir en muchas atracciones debido a su altura, aunque tampoco le habría hecho mucha gracia, a tenor de su reacción en "El tren de la Mina", calificada como "moderada" y que motivó su acojone para el resto del día. No obstante, está todo pensado y existen muchas otras propias de esas edades.

Nuestra estancia en Port Aventura comportó también algún que otro aprendizaje muy enriquecedor. Me explico: como consecuencia de ser hijo de un científico y a pesar de que pocos deben ser los genes que en el reparto me llegaron, podríamos considerarnos como una familia con ciertas inquietudes intelectuales. Vamos, que no somos los Simpson's. Pues bien, allí descubrimos que para combatir el frío no hay nada mejor que un gorro. Parece increíble, pero es así. Si te pones un gorro, vas mucho más calentito que con guantes y bufanda (que nadie lo pruebe plantándose en Port Aventura a mediados de enero, en pelotas y con un gorro porque, desafiando a la Física, le puedo asegurar que pasará frío). Haciendo uso de la terminología física no sé cómo podría definirse este fenómeno, pero si hubiera que combatir una nevada, sería como decir que para mantener la temperatura óptima del cuerpo ante tal meteoro (no del todo infrecuente en invierno) no hay nada mejor que taponar el extremo superior.

Para acabar, deciros que merece la pena ir en esa época del año para disfrutar con la decoración navideña, aunque un poco kitsch, no está mal. Cuando empieza a anochecer, todo se ilumina con miles de pequeñas bombillas por todos lados. Como decía, por los niños, merece la pena.


3 comentarios:

  1. es verdad no me acordaba del acojone de Q. que se puso a llorar jajajajaja!!!

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  2. Jajajajaja!
    Sabes lo que estoy pensando? Los recovecos mentales que pueblan tu cerebro y que han hecho que en una época tan calurosa como esta, te hayas acordado, justamente, del mes de diciembre...

    Nota mental: apuntarme Diciembre para ir a cualquier parque temático.

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  3. Si, ya me acuerdo de Q. emocionao cuando vio la atracción "moderada" y su cara de terror al salir de la atracción.

    Mi.

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