viernes, 28 de enero de 2011

Inscripción en el Registro Civil

No sé a cuento de qué viene esta entrada, pero me he acordado del día que fui al Registro Civil a inscribir a Q.

Salvo en una ocasión, siempre me encargué yo de la inscripción de nuestros hijos en el Registro Civil, cosa del todo lógica porque A., o bien se encontraba aún en el Hospital o le acaban de dar el alta y "reposaba" en casa. He entrecomillado esa palabra porque a medida que aumentaba la familia, os podéis imaginar el reposo que la pobre A. hacía: cuando no era el recién nacido quien reclamaba su atención, era cualquiera de los anteriores. Esto es de las pocas cosas que el tiempo no cura. Al revés, en nuestro caso, el paso del tiempo empeoraba la situación.

Pues bien, me dirigí al Registro Civil de nuestra ciudad con el certificado médico de nacimiento expedido por el centro sanitario en el que A. dio a luz dispuesto a inscribirlo y, por ende, pasar a ser un ciudadano más (nosotros, la verdad, no estamos mucho por aquello que el Ayuntamiento de Madrid calificó como "bautismo civil" y, que yo sepa, lo llevó a cabo Cayetana Guillén Cuervo con su hijo). Al llegar allí había una cola considerable, cogí mi papelito, me armé de paciencia y esperé mi momento. No tenía un día especialmente malo ni nada por el estilo, pero lo cierto es que al llegar mi turno, me acerqué al mostrador y presenté el certificado médico. Al momento, la funcionaria que me atendía me acercó uno de esos enormes libros que conforman el Registro y me indicó que firmara al final del mismo. Le advertí que estaba en blanco y ella me contestó con una mirada que, más o menos, venía a decir "¿Y?, ¿vienes a estropearme lo poco que me queda de jornada laboral?" Después, contraviniendo lo que pensaba y en un derroche de amabilidad, contestó con un lacónico "sí".

Con muy buenas palabras le intenté explicar que no suelo firmar nada en blanco porque después puede rellenarse con cualquier otra cosa y, claro, mi firma ya está allí. La cara de asombro de la funcionaria era para verla, parecía que en su larga vida laboral nadie le había planteado nada similar. Miró a un lado y a otro buscando la complicidad de algún compañero de trabajo y, con un tono muy distinto al anterior, me preguntó si tenía algún problema. Después me soltó ese demoledor argumento propio del que no tiene nada más que decir "siempre se ha hecho así". Además, soltó otra frase del estilo de "¡¡Sí hombre!!, ya me dirá Vd. que gano yo cambiando unos datos por otros"

Le propuse que lo rellenara y así, una vez cumplimentado, yo lo firmaría. Me dijo -ya de malos modos- que eso era una barbaridad, que si quería que se rellenara antes de firmar que se lo pasaría al Juez encargado y que me avisaría. Muy bien, le dije. Entonces, añadió "Le avisaremos dentro de 3 ó 4 meses" y me recordó que durante ese periodo mi hijo no estaría "legalmente reconocido".

Volví a utilizar el mejor de mis tonos y le expliqué que no era nada personal, que me fiaba absolutamente de su profesionalidad (esbozó una sonrisa), pero que un error podía ser fatal. El nombre de nuestro cuarto hijo es en catalán y, a pesar de serr muy similar al castellano, tiene una levísima variante, por lo que -sin ninguna mala fe- podía confundirse esa letra y ...

Al final, la empleada pública miró las anteriores inscripciones de mis tres primeros hijos y me preguntó si la firma que figuraba en cada una de ellas correspondía a mi persona. Cuando le dije que sí, exclamó riéndose "¡¡Ya ha inscrito a tres hijos y no se ha quejado y con el cuarto sí!! Evidentemente, me quedé sin argumentos y, en plan gracioso, le dije que ahora era un hombre nuevo o que esa firma me la habían falsificado. Se lo tomó a bien, firmé y me fui para casa.

Cuando llegué y se lo conté a A. me miró como el que mira a un pobre hombre que se ha dejado llevar por un arrebato en un momento de su vida.

8 comentarios:

  1. Es decir: que lo que ha variado no es el procedimiento administrativo, sino tu nivel de desconfianza hacia la burocracia y el funcionariado (a peor, claro).

    Yo no tengo hijos, pero acompañé una vez a una hermana mía a incribir el suyo en el Registro Civil de Madrid. Francamente, no me acuerdo de si firmó en una página en blanco o la rellenó el funcionario delante de ella. Sí que coincidía con tu historia en la multitud que esperaba.

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  2. Puedes creerme, Fernando, que cuando escribía esta entrada me acordaba frecuentemente de ti para evitar caer en tópicos u ofensas (involuntarias), pero ya se ve que no he acertado.

    Simplemente quería explicar una experiencia que tuve, que no había tenido antes y que no he vuelto a tener.

    Un saludo,

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  3. ...jo! espero que a Querubín, no le pusieran Querubina ¿lo comprobaste?

    De todas formas, creo que esa practica es denunciable, te lo digo en serio... No realicé el tramite cuando me tocó. Lo peor de todo es que querer hacer las cosas con corrección, te pueden hacer sentir un bicho raro... ¿ Eso es un Registro?

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  4. jajajajaja Sí, sí, lo inscribieron bien.

    ¡Es eso!, me sentí un bicho raro y me miraban como si tuviera una cámara oculta.

    ¿Tu pregunta es sobre la foto? Si es así, no sé, supongo, pero el libro es igualico al que yo firmé (en blanco)

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  5. Pater. Que no se puede firmar nada en blanco... Y el juez que lleva el Registro Civil no rellena nada; solo firma. Es que me he quedado tan ... atónita que lo he preguntado. ¿La funcionaria estaba ese día con 40º de fiebre, pobrona?

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  6. Sunsi, yo pienso lo mismo, pero ...(me fio absolutamente del criterio de quien te ha dado la respuesta)

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  7. No me molestan nada las críticas a los funcionarios, Paterfamilias: cada Administración es un mundo, las críticas que se hagan a una no tienen por qué extenderse a las otrs, y además en la mía (la Comunidad de Madrid) también se hacen cosas tan absurdas como la que denuncias en tu post.

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  8. No recuerdo yo haber firmado en blanco ninguna página al inscribir a mis dos hijos en el registro. Lo que sí que recuerdo son las encuestas absurdas que había que rellenar que ya me eran difíciles a mí y que yo pensaba que mucho más se lo serían a los emigrantes que estaban delante de mí, no por nada, sino por el desconocimiento del idioma.

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