Llevo unas semanas preocupado con una designa del turno de oficio. El Colegio de Abogados de mi ciudad me designó para defender los intereses de una ciudadana un tanto especial. Cuando me llegó la notificación con sólo leer el nombre de mi patrocinada ya vi que no era un asunto cualquiera. El nombre era ininteligible (hace ya un tiempo me llegó otra de una ciudadana de Singapur y ese nombre sí que era impronunciable, había no sé cuántas consonantes seguidas) y el origen de ésta del todo desconocido.
A los pocos días me llamó por teléfono. Su timbre de voz era el de una persona de avanzada edad y su acento era irreconocible. Durante la (larga) conversación me dijo que era turca. Repetía las mismas ideas y su monólogo duró 43 minutos. Me dijo varias veces que ella no era tonta (tenía estudios de Medicina y hablaba cinco idiomas), así como que no estaba loca. Esta última afirmación me hizo sospechar. También me dijo que el incendio había sido un accidente y que no quiere volver a aquel centro en el que la internaron porque está sucio y lleno de ratas. Yo leía y releía el motivo de mi designación y allí decía escuetamente "querella allanamiento de morada". Disimuladamente intenté sonsacarle qué es lo que quería. Me dijo que quería denunciar al propietario de la vivienda en la que reside en régimen de alquiler porque había provocado un incendio para que ella abandonara el inmueble.
A los dos días me volvió a llamar preguntándome si ya había hecho alguna gestión. Conseguí que me facilitara el nombre de una abogada que le lleva algún asunto. La llamé y muy amablemente me dio algunos datos relevantes sobre esta señora. Al parecer tiene diagnosticado el síndrome de Diógenes que, como sabéis, es aquel mal que lleva a las personas que lo padecen a acumular grandes cantidades de desperdicios (en su caso es ropa y parece que hay vecinos que la han visto buscar ropa en los contenedores de basura).
Hablé también con la abogada de la Compañía Aseguradora de la finca en la que residía y no me dio buenas noticias. Ella, por la cuenta que le trae, tiene los mismos intereses que mi clienta, pero me explicó que los hechos acaecieron de forma muy diferente a como lo explica ella. Parece ser que se declaró un pequeño incendio en la casa y acudieron allí los bomberos y la Policía Municipal. Había muchísima ropa allí acumulada. Apagaron el conato de incendio y se llevaron a nuestra protagonista a un centro de internamiento. Después, descuidando las más elementales normas de prudencia, dieron por concluida su actuación y pasó lo que tenía que pasar: se reprodujo el fuego y se destrozó la vivienda y todo su contenido que, según mi clienta, eran ropas carísimas y alfombras tejidas a mano de incalculable valor. En la actualidad existen unas actuaciones judiciales encaminadas en intentar dilucidar las responsabilidades de los bomberos y Policía Local en el incendio y si existió o no negligencia por parte de éstos. Mi clienta, mientras tanto, sostiene que fue el propietario el que, aprovechando que bomberos y policías habían abandonado el escenario, provocó un incendio.
En la tercera y última conversación telefónica que mantuvimos le pedí que me facilitara el teléfono de su hijo (siempre habla maravillas de él, cosa que no concuerda con su situación de abandono), reaccionando con sorpresa y preguntándome que para qué lo quería. Raro, raro...
No tenemos pruebas -ni siquiera indicios- así que no sé por dónde empezar. Mis sospechas acerca del desequilibrio mental de mi clienta van en aumento, lo que me ha llevado a consultar el tema en la Comisión del Turno de Oficio de mi Colegio, aconsejándome que presente mi renuncia explicando el tema y alegando la insostenibilidad de la defensa.
Reconozco que me da mucha pena esta señora, pero me temo que optaré por seguir el consejo del Colegio de Abogados. Al mismo tiempo me pregunto si el abogado del Servicio de Orientación Jurídica que la atendió para ver si tenía derecho o no a la justicia gratuita no detectó lo que cualquiera (yo no he llegado a verla, la conozco sólo de tres conversaciones monólogos telefónicos) podía constatar.
¡Vaya la que te ha caído, Pater!. Lo que no me explico es que, si tiene diagnosticado ese síndrome, no la hayan derivado a un especialista que le haga un buen estudio, y seguramente tendrían que mandaría a alguna residencia pública. En cualquier caso, que pena. De verdad, me da verdadero horror ver cómo las personas se van haciendo mayores, pierden facultades, y la mayoría de las veces son conscientes de ello. ¿Cómo se sobrelleva eso?. Habrá que rezar poe ellos, y mucho.
ResponderEliminarSiempre he pensado que en este oficio no ganáis para sustos, Pater. Tengo un hermano abogado y cuenta cada película...
ResponderEliminarPobre señora...
Y me pregunto ¿Cómo hacéis para defender lo indefendible y no queda otra por la presunción de inocencia?
En fin... Yo la llevaba al médico... Bueno. Yo no. Quien le corresponda tramitar estas cosas.
Que te sea leve, Pater
Sara M.: Yo tampoco me explico cómo la persona que le asistió en el Servicio de Orientación Jurídica (SOJ) no detectó nada y aprobó que se le designara un abogado de oficio. Imagino que le dio pena y ...
ResponderEliminarSunsi: Veo que ya sabes de qué va. Haces lo que buenamente puedes y recuerdas aquello de que todo el mundo tiene derecho a una defensa.