jueves, 28 de abril de 2011

Hoteles

No soy un gran usuario de este tipo de establecimientos (en mi vida habré dormido en hoteles ... unas 60 ó 70 veces), pero siempre me ha parecido una aventura cuando he tenido la ocasión de utilizarlos.

No soy capaz de situar en el tiempo la primera vez que dormí en un hotel. Quizá fue a finales de los años 70 (muy a finales) en un viaje que hicimos con mis padres a Madrid y dormimos en Guadalajara. Lo recuerdo (repito, no sé si fue la primera vez) porque era ya muy tarde y mis padres no encontraban alojamiento, "no había sitio en la posada", aunque, en lugar de en un establo, acabamos en un hotelillo de la ciudad. Recuerdo todavía su nombre: Hotel Pax.

(¡Qué mala es la memoria!, acabo de ver por internet que ese hotel sigue existiendo y ... ¡tiene 4 estrellas!)

Otro recuerdo imborrable que tengo es dormir (en otro de esos viajes en los que acompañábamos a mi padre a Madrid, donde daba unas conferencias) en el Parador Nacional de Segovia. También llegamos tarde y sin reserva previa (no sé si en aquella época era habitual o mis padres eran muy confiados), por lo que sólo quedaba una suite especial. Pues nada, mala suerte, a dormir en la súper-suite-del-terror.

Ya conté que en mi anterior trabajo me tocaba viajar bastante y, en ocasiones, pernoctar fuera de casa. En esa empresa reservaban (casi) siempre habitación en una cadena hotelera que empieza por "N" y acaba por "H". No daré más pistas. Y siempre, eso sí, de 4* como mínimo. Son (o eran) muy cómodos y funcionales y tenían la rara virtud de ser todos iguales. Había días que, al despertarme, no sabía si estaba en Madrid o en Bilbao.

Supongo que como la mayoría de la gente, disfrutaba especialmente con los desayunos de los hoteles. Esos días uno desayuna como habitualmente no haces. Y lo mejor es la cara de los huéspedes (la mía también) al ir cogiendo "todo" lo que te vas a comer y que, claro, es lo que sueles desayunar cada día en tu casa (¡já!). Esa cara seria, como si estuvieras acostumbrado a ello, mientras tu mente va rapidísima diciéndote "coge eso, y eso ... y de eso también". Al final llegas a tu mesa haciendo equilibrios para que no se te caiga todo lo que has conseguido acumular en un solo plato. La única vez que no vi disimulo en esa situación fue cuando fuimos A. y yo a Madrid un fin de semana con los 4 mayores. Gracias a un compañero de trabajo de A. conseguimos dos habitaciones en un céntrico hotel de 5*. Cuando llegamos al comedor donde se servía el desayuno y los niños vieron el bufet libre que allí había se les pusieron los ojos como platos y no paraban de preguntar qué es lo que podían coger. Imaginaos su cara cuando les decías que cogieran lo que quisieran.

Otras cosas que me gustan de los hoteles son sus cuartos de baño, con su intimidad y con varios productos de usar y tirar que hacen que salgas cada mañana hecho un pincel. También me gusta eso de no tener que hacer la cama, aunque acostumbrado a hacerla desde bien pequeño, reconozco que me da no sé qué el dejarla así.

Existen otras cosas, sin embargo, que no me gustan. Me pone un poco nervioso el trato-pelota de determinados hoteles o, para ser más justos, de determinados empleados de determinados hoteles. Recuerdo especialmente una ocasión en la que A. y yo, gracias a la gestión de un hermano mío con un amigo suyo, nos consiguió un fin de semana en un hotel de 5* de esos con Spa, baños termales, sauna y no sé cuántas cosas más. Al llegar a la habitación teníamos preparada una botella de cava dentro de una cubitera y unos albornoces blancos (blanquísimos) con unas zapatillas a juego por si queríamos ir a la zona de aguas. Debías atravesar, de esa guisa, el pasillo y coger el ascensor para dirigirte a la planta baja. Ya sé que había más gente así, pero, no sé, me sentía raro.

Supongo que para aquellos que los utilicen muy a menudo la cosa pierde su gracia, pero para los que lo hacemos esporádicamente, pues eso, sigue teniendo cierto encanto.

7 comentarios:

  1. SOY DEL GRUPO TUYO: ME ENCANTA POR LO RARO QUE ES PARA MI USAR SUS SERVICIOS.

    Perdón tenía puestas las mayúsculas

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  2. Los hoteles tienen algo encantador en sí mismos...
    A mí tembién me chifla eso del desayuno tipo buffet (aunque ya no cojo todo lo que quepa en el plato) y lo de las ammenities del baño... soy tan cutre que siempre meto en la maleta las que hayan sobrado, jajajaja!

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  3. ...para mi lo de abrir la puerta de la habitación es como el momento de la peli que sale el león de la Metro. Un abrazo Pater!

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  4. Pues yo soy de las que en los desayunos me tomo un café con leche, el zumo y un par de tostadas (a veces, dependiendo de la época del año, me tomo una ensalada de frutas). PEro me encanta hacerlo desde una mesa en la que pueda ver al resto... jajajaja, y me es.co.jono de la risa viendo lo "golosa" que es la gente. Aunque si miro a mi lado, veo a mi sufridor poniéndose las botas con un pedazo de tarta que ni te cuento...jajajajajaja
    Los hoteles son micromundos dentro de una ciudad.
    Bicos

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  5. AleMamá, cuando he visto las mayúsculas, pensaba que me estabas gritando ;-) Es cierto, los disfrutamos más (y eso de que te hagan todo ...)

    MadreYMas, al principio abusaba en el desayuno, ahora me pasa como a ti. "Ammenities", humm, debo estar muy desfasado porque en mi vida había oído esta palabra.

    Jajajaja, Tomae, ¡es verdad!, por muy buen hotel que sea, siempre piensas que te habrá tocado la peor habitación (o no)

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  6. Por cierto... no eres el único que se siente raro en albornoz y zapatillas por los pasillos de un hotel.jajaja

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  7. A mí los hoteles frecuentemente me deprimen, y lo de ir con el.albornoz y las zapatillas también me da corte, aunque he visto a muchos hacerlo con toda paz ... desde que vi en Fuerteventura a Michael Dukakis desayunar en mini-short....

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