Sí, vinieron los Reyes Magos

No, no me he pasado estos días jugando con mis regalos de Reyes. Tampoco he estado fuera. Lo que ha pasado es que SSMM los Reyes Magos de Oriente tuvieron a bien regalarnos, entre otras cosas, una conexión  WiFi a internet y lo que en un principio fue una alegría (rayando el histerismo en el caso de nuestros hijos adolescentes) pronto se convirtió en una pesadilla. ¡Es lentísimo! El sábado intenté escribir una entrada y tuve que desistir ante la desesperante lentitud del ordenador. No sé si existe un alma caritativa (y experta en la materia) entre mis lectores, pero agradecería muchísimo alguna sugerencia al respecto, además del clásico "llama a la operadora de telefonía con la que hayas contratado el servicio". Desde ya, gracias.

La última entrada versaba sobre la noche de Reyes, esa noche mágica que todos  -y los niños mucho más- esperamos con verdadera ansia e ilusión.

Estábamos el jueves en casa de mis suegros (vendría a ser como un palco en un estadio de fútbol) junto con gran parte de la familia de A. viendo la Cabalgata de Reyes y, justo después de pasar por allí la última de las carrozas ... ¡zas!, los Reyes han dejado parte de los regalos en el salón de su casa. Y allí apareció el regalo estrella que fue a parar a Q. Se trata de un conejo -una coneja para ser más exactos- de angora, que SSMM tuvieron a bien dejar al niño a través de su padrino. Desde entonces Q. no para de decir que son los mejores Reyes de su vida.

Después de cenar allí, nos fuimos corriendo a casa y, tras ver perder al Sevilla en el campo del Valencia en el partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey, dejamos los zapatos preparados y nos acostamos.

El despertar una mañana como esa fue tal y como podéis imaginar en una casa con niños. Fuimos corriendo al salón y estaba lleno de regalos. Después, siguiendo un turno de menor a mayor, cada uno fue abriendo un regalo mientras todos los demás observábamos la cara del que lo abría y exclamábamos con un sonoro "oooohhhhhhh" cuando podíamos verlo.

Un año más, los Reyes Magos se han portado muy bien conmigo, demostrando así que ni son recíprocos ni escrupulosos midiendo la supuesta bondad de uno. Al menos conmigo así ha sido. Me han traído unas zapatillas (parece que ese dedo que asomaba en la anterior zapatilla derecha se notaba demasiado), unos zapatos medio bota que son motivo de burla de P. y de satisfacción por parte de Ma., que dice que son como las suyas (las mías son negras, pero bueno), una caja muy chula para guardar relojes, un pijama (no os envío la foto porque para que quede bien tendría que ponérmelo y, aunque no salga la cara por eso de mantener el anonimato, la mayoría de vosotros pensaríais que es la foto de un modelo), un taladro percutor para las chapucillas en casa y dos botes de pelotas de padel.

Los niños han pasado estos días disfrutando de sus regalos y, como cada año, la vuelta al cole ha significado un duro golpe para ellos (y para A.) y no tanto para mí.

Hoy no habrá BSO porque, como ya me pasó en otra ocasión, no tengo ni ganas ni tiempo de ponerme a buscarla en Youtube.