Noche mágica

Esta noche vienen los Reyes Magos y a diferencia de otros años no me ha pillado el toro con el encargo que para A. me hacen año tras año. No sé si le gustará (no puedo escribir más que me lee), pero me he asegurado que llegado el caso pueda cambiarlo. Ahora que escribo esto de "cambiarlo", me recuerda a una disputa lingüística que durante mucho años mantuvimos A. y yo al respecto. Por aquel entonces -empezó cuando éramos novios- yo tenía la mala costumbre de utilizar la expresión "descambiar" para describir este hecho y A. me decía que estaba mal empleado, que descambiar, en todo caso, sería la acción de volver a la situación inicial. Es decir, para descambiar algo previamente era preciso haberlo cambiado. No sé si consigo explicarme.

Intentaré volver al tema de la entrada. Decía que ya tenemos casi todo preparado. Solo queda aparcar el coche cerca de casa de mis suegros que es el lugar desde el que seguimos la Cabalgata de Reyes. Como ya expliqué aquí la Cabalgata se vive de una manera muy especial y no solo por el hecho de tener muchos niños.

Los niños -grandes y pequeños- están algo más nerviosos de lo habitual y estos días mejor que nunca funciona aquello de "uy, uy que los Reyes están mirando". Ya solo quedan JP y S por conocer la realidad, pero eso no quita que todos mantengamos una ilusión propia de los más pequeños.

Esta noche, alrededor del árbol, dejaremos todos los zapatos con la esperanza de que mañana, al levantarnos, estén acompañados de regalos.


Espero que este año lleguen un poco antes y, como el año pasado, nos regalen una victoria del Sevilla en el partido de ida de su difícil eliminatoria de Copa del Rey contra el Valencia.

Y mañana me espera una guardia de imputados. Esperemos que los amigos de lo ajeno se porten bien en la Cabalgata y que no haya guerra de caramelos de suficiente entidad como para necesitar de mis servicios.

Y qué mejor para hoy, que la BSO sea un poco mágica. Así que aquí tenéis la de la saga de películas de Harry Potter ("Hedwig's Theme"), obra de otro monstruo de la música en el cine: John Wiliams.