viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Cómo lo hacéis?

Muchas veces, charlando con otras personas, me preguntan cómo somos capaces de organizarnos siendo tantos de familia. Normalmente les digo que no es tan complicado, que tiene sus momentos, pero que tampoco es una barbaridad.

Mientras escribía esto, me he acordado de lo que me contaba un amigo mío, miembro de una familia muy numerosa: son 15 hermanos. Con el tiempo -decía- aprendí a distinguir las preguntas inteligentes de las que no lo eran y así me limité a contestar las que tenían cierto interés y las preguntas tontas las contestaba con respuestas tontas. Cuando le preguntaban que cómo lo hacían para comer, les decía "con cubiertos" y cuando le preguntaban que cómo lo hacían para dormir, decía "en la cama". Pero bueno, no me quiero desviar del tema. 

Cuando uno se para a pensar, se da cuenta que, una vez más la naturaleza es sabia. Si a mí me llegan a decir que tendría 6 hijos, pues no sé, quizá no me lo habría creído o -seguramente- me habría dado un buen susto. Pero como esto, gracias a Dios, no es de golpe, sino poco a poco, te vas adaptando.

Recuerdo perfectamente (y así lo hemos comentado A. y yo en más de una ocasión) cuando llegó Mi., nuestro tercer hijo, a casa. Vivíamos en nuestro primer piso (un piso que estaba muy bien, pero que era para empezar nuestra vida en común y lógicamente se nos quedó pequeño). Ma. tenía 3 años y P. 2. Cuando dieron el alta a A., llegamos a casa con Mi. en brazos y llorando (Mi), porque llorar, lloraba mucho. Ahí me di cuenta del lío en el que nos habíamos metido. A. y yo nos mirábamos aterrorizados sin atrevernos a decir nada, como si no quisiésemos que se notase que estábamos desbordados (sólo viendo nuestras caras era evidente, pero bueno). Te asaltaban preguntas tipo "¿y cómo lo haremos ahora para salir al parque?" (hasta entonces, cada uno se encargaba de un niño).

Al poco tiempo, empezamos a descubrir que los niños son capaces de colaborar en cosas que ni se te habían pasado por la cabeza. Recuerdo cómo nos ayudaban a subir las bolsas de la compra (las que menos pesaban, claro), por lo que, además de ayudar, evitábamos que se peleara con su hermano/a, pues bastante ocupado/a estaba en subir esa bolsa. Cuando salíamos a la calle, uno de los niños de agarraba al cochecito del pequeño, que hacía de manos de cualquiera de nosotros dos.

Ahora, volviendo la vista atrás, he llegado a sonreír (¡quién me lo iba a decir hace unos años!) recordando ésa y otras situaciones.

Es cierto que también te vas acostumbrando amoldando a tu nueva situación. Al que, como yo, es un poco histérico con el orden en la casa, se le quitan todas las manías y empieza a ser consciente de que con tanta gente es imposible tener la casa perfectamente ordenada.

Todo pasa por un cambio radical en tu visión del mundo. Se trata simplemente (o nada más y nada menos) de cambiar el centro de tu vida. Dejar de ser tú mismo el ombligo del mundo y que todo gire alrededor de los demás (de los que más quieras). Serás feliz. Esto, que parece fácil, no lo es en absoluto, pero nadie dijo que lo fuera...


PS Mi gurú-asesor en  esto de la blogosfera me ha aconsejado, entre otras cosas, poner una foto a mi perfil. Bueno, la buscaremos.

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