Todo empezó el sábado (aquel que tenía previsto dedicarlo a pintar el salón) a las 7 de la mañana cuando recibí una llamada telefónica de la Comisaría de los Mossos d'Esquadra. Me dijeron que tenían a un detenido acusado de homicidio en grado de tentativa.
Llegué a la Comisaría para asistirle en su declaración (hasta después de la declaración o no-declaración, porque puede negarse a hacerlo, no puedes hablar con tu cliente) y apareció un hombre de cierta edad, abatido, con arañazos en los brazos, visitiendo un pantalón de pana sin cinturón, una camiseta de cuello redondo y unas pantuflas en los pies. Venía esposado (no le acompañaba su mujer, sino que estaba maniatado) y cabizbajo. Aconsejado por mí, optó por no declarar y antes de pasar a disposición judicial, pude hablar con él.
Me contó que está jubilado y que, junto con su primo, comparte un huerto en un terreno facilitado por el Ayuntamiento de una población cercana en la que reside su primo y él tiene una segunda residencia. Este familiar -siempre según él- tiene problemas psiquiátricos ("está mal de los nervios", según sus palabras) y desde hace un tiempo le hace la vida, sino imposible, sí muy difícil. El viernes, se dirigía mi cliente hacia el huerto cuando, desde la ventana de su casa, su primo se dirigió a él con palabras amenazadoras: "te vas a enterar", "voy a por ti" y cosas por el estilo. Cuando estaba trabajando en el huerto con una azada ("azadilla" la llamaba él), se giró y vio a su primo que se dirigía hacia él corriendo y con una azada en la mano con la intención de golpearle. Consiguió zafarse y durante el forcejeo que mantuvieron, su primo recibió un golpe en la cabeza, empezando a sangrar abundantemente y, poco después, cayendo al suelo. En ese momento él llamó a la policía local al número que ésta misma le había facilitado tras varias denuncias anteriores. Una ambulancia recogió a su primo y se lo llevó a un hospital donde permaneció hospitalizado con pronóstico "menos grave".
Ya en el Juzgado declaró todo esto y fue visitado por el médico forense ya que, siguiendo mis instrucciones, denunció a su primo por las lesiones que tenía (además de los arañazos en los brazos, tenía dos golpes en la cabeza fruto del forcejeo). El informe del forense fue definitivo: concluía que con casi total seguridad, las lesiones de mi cliente habían sido autoprovocadas. Eso, unido al estado de salud de la víctima, hizo que la Juez dictara un auto de prisión provisional.
Hubo también una testifical de dos vecinos que vieron parte de los hechos (en realidad no vieron casi nada) y ni una prueba más. Bueno sí, la policía intervino una azada, lo cual contradecía parte de la versión de mi cliente que había afirmado categóricamente que consiguió arrebatarle a su primo la azada con la que supuestamente le iba a agredir que, unida a la que él tenía, sumaban dos azadas, ¿no?. Pues no, la policía solo halló una.
A los dos días presenté recurso de reforma contra el auto de prisión provisional solicitando su inmediata puesta en libertad y, en todo caso, dictándose una orden de alejamiento, oponiéndose al mismo el Ministerio Fiscal estando a la espera de que la Juez instructora resuelva el mismo.
Lo más doloroso, como ya adelanté, fue el momento en el que los Mossos d'Esquadra debían trasladar a mi cliente a la cárcel Modelo de Barcelona. Lo hicieron en presencia de su hijo que aguantó las lágrimas con ímprobos esfuerzos. Es más, había una joven policía que ni se atrevía a mirar. De haberlo hecho, estoy seguro que habría roto a llorar.
A eso hay que añadirle que mi cliente tiene un hijo discapacitado (con una disminución del 76%) de casi 40 años y del que su esposa, ya mayor, no puede ocuparse ella sola.
Esta tarde, ha venido a verme el hijo de mi cliente y me ha pedido (no sabía ni cómo empezar) que le dé la venia a otro abogado porque, dice, ha recibido muchas presiones por parte del entorno de su padre, para que vaya con un abogado de pago. No ha parado de agradecerme lo que hasta la fecha he hecho por su padre y ya no sé si lo hacía de corazón o para justificar esta decisión de cambiar de abogado. Es lo que tiene ser abogado de oficio, pero, la verdad, en esta ocasión, ni me molesta.
Ya sé que os debo algunas BSO (si no las publico tyampoco os da mucha pena, me consta), pero me voy corriendo que tengo padel.
Vaya, esta misma tarde comentábamos algo relacionado, las "locuras" de las personas mayores. Está claro que si el pobre familiar no ha hecho nada, es él el que no está muy bien de la cabeza :(
ResponderEliminarLo que no entiendo es el uso de la violencia, eso creo que es una triste adquisición de nuestra época. Supongo que te sientes aliviado de no tener que llevar un asunto tan desagradable.
P. D. : ¡Que no necesitas dirección para mandarnos las monas, nos presentamos en tu casa! Seguro que Agripina nos recibe encantada con un café en vuestro office ;)
¡Así es!, lejos de frustrarme porque quieran un abogado particular, resulta un alivio.
EliminarAh, ¿que os presentáis? Bueno, pues avisad para que vayamos preparando el café.
Páter, si no te importa, el café me lo haces cuando estemos allí. Que no me gusta ardiendo, pero frío de varios días...
EliminarQué caso para más triste... yo no podría ser penalista, lloraría todo el día...
ResponderEliminarSí, sí que es triste, Marga.
Eliminar¡Claro que podrías!, estoy seguro.
shhhhhhhhh... que no te escuchen mis parientes y amigos, que luego se animan porque tienen "abogada gratis"... shhhhhhhh...
EliminarFaltan datos en la historia, pero como son un poco técnicos, no los incluí para no aburrir en su lectura.
ResponderEliminarLa Juez calificó los hechos como delito de lesiones con instrumento peligroso, lo que lleva aparejado una pena de 2 a 5 años de prisión (una pena así, a pesar de no tener antecedentes penales, debe cumplirse). Después, dado el estado del lesionado y el temor de la Juez a que pudiera fallecer, la llevó a dictar el auto de prisión provisional.
En cuanto a las lesiones "autoprovocadas" echó por tierra mi teoría de que actuó en legítima defensa (y así lo hizo constar la Juez en el auto).
Ahora bien, entiendo perfectamente lo que dices y si me apuras, lo comparto.
Creo que debes ser un abogado de oficio estupendo porque enseguida te encariñas con los clientes, incluso si no lo merecen. Un beso.
ResponderEliminarNo creas, Susana. Eso es que me miras con buenos ojos. Gracias
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