lunes, 12 de septiembre de 2011

Thermomix

Hace ya un tiempo escribí una entrada aquí en la que unía dos términos aparentemente irreconciliables: hombre y cocina. En esa entrada, aunque de pasada, citaba a un ... ¿cómo podría llamarlo? ... hummm ... ¿robot? que me cambió la vida. Estoy hablando de la Thermomix. ¿Por qué me cambió la vida? Pues por algo tan sencillo como conseguir que yo cocinara, poco, pero cocinara (tampoco hay que abusar). Hasta que la Thermomix entró en casa mis entradas en la cocina eran para comer, para recoger la mesa y fregar platos y para ir a buscar algo al frigorífico. Muy esporádicamente había entrado "a cocinar", ya sabéis, hacer un bocadillo, una ensalada, lomo a la plancha, una tortilla (francesa por supuesto) o un café.

Como decía en la entrada que citaba, al nacer uno de nuestros hijos, los hermanos de A. se unieron para, entre todos, hacernos este fantástico regalo (vale una pasta). Se trata de un robot de cocina que, de verdad, te facilita mucho la vida porque, además de poder hacerse muchísimos platos, permite ir haciendo otras cosas mientras la Thermomix se ocupa de cocinar. En una familia numerosa por lo menos es una gran ayuda que no necesites estar removiendo no sé qué y poder dedicarte a otra cosa. Cuando haya acabado de remover esta máquina, una alarma te avisará. Hay quien dice que permite ahorrar porque, por ejemplo, permite hacer pan con sólo poner sus ingredientes básicos (harina) y después hornearlo. No sé, me parece que sigue siendo más barato comprar el pan en la panadería, Mercadona o cualquier otro establecimiento.

A lo que iba. Un día -llevábamos ya bastantes años con este robot- empecé a ojear (y hojear) el libro de recetas de la Thermomix y me entró el gusanillo de "cocinar" algo. De entrada se agradece la exactitud y claridad de las medidas que deben utilizarse en la receta. Intentaré no irme por las ramas, pero en mi caso desterré para siempre aquellas frases típicas de mi madre cuando recurría a ella pidiéndole una receta de algo. Frases del estilo de:

- "Un pellizquito de sal". ¿Cuánto es esto?, ¿es menos que un pellizco?, ¿con cuántos dedos hay que dar el pellizco o pellizquito?

- "Un chorreón de aceite". Con el tiempo deduje que mi madre quería indicarme que había que echar algo más que un chorrito de aceite, pero ¿cuánto es un chorrito? ¿y un chorreón?. Lo peor era cuando me decía (sic) "un chorreoncito", que debe ser algo así como más que un chorrito, pero menos que un "chorreón". Difícil, muy difícil.

- "Una cucharadita de ..." Da lo mismo que sea sal o azúcar (que eso lo entiendo), el problema es la medida. A veces me facilitaba el trabajo y me decía una cucharadita de café. Teniendo en cuenta que existen cucharones, cucharas soperas, cucharas de postre y cucharitas de café, el que te diga sólo una cucharada de sal dificultaba su comprensión.

- "Ponlo en el horno ni muy fuerte ni muy flojo y sácalo cuando ya veas". ¿Cuándo ya veas qué?, ¿sale de la masa un grumo con un cartelito que dice "sácame"?. No sé, ¿tan difícil es concretar algo más? No soy ingeniero, ni siquiera tengo mentalidad "de ciencias", pero ¿es mucho pedir que me diga el tiempo que debe estar en el horno y a qué temperatura?

En comparación con mi madre, la Thermomix es la esencia de la concreción. Uno de los accesorios que la acompaña (a la Thermomix, no a mi madre) es una tapa que sirve para el vaso y, además como medidor. Las recetas hablan de gramos y la Thermomix tiene una función que es hacer de balanza independientemente en qué fase de la receta te encuentres. Me explico, tienes el vaso lleno de harina y yemas de huevo cuando lees que debes añadir 100 gr. de azúcar, le das a un botón y la balanza se pone a cero (obviando el contenido del vaso), es entonces cuando pones el azúcar.

Lo que quería decir es que así cocinar no tiene ningún misterio. Hasta yo he sido capaz de hacer algunos platos, especializándome en repostería. Como tenemos un horno que no funciona muy bien y queremos ahorrar para cambiarlo (por eso nunca lo cambiamos), intento que la repostería que hago no necesite luego de horno. De esta forma se me daban muy bien las rosquillas. Ya lo dije en su día, pero lo mejor es que después de hacer bastantes postres y meriendas para nuestros hijos, un día uno de ellos me dijo "Tú si que cocinas bien, no como mamá". Todavía me emociono al recordarlo.


4 comentarios:

  1. ...has mencionado un tema que para mí siempre ha sido un misterio "las cucharas soperas" ¿hay alguien de aquí que sepa decirme si existe otro cubierto para tomar la sopa que no sea una cuchara?

    ResponderEliminar
  2. Ten cuidado, Pater. Mi hijo me dice que hasta la leche con nesquik me sale a mí mejor que a su padre (y al pobre no le falta razón; como yo también la tomo así, soy más cuidadosa con la cantidad, el color, la temperatura...). A ver si te van a hacer "cocinero oficial". Cosa que por otra parte. Estoy segura de que A. Agradecería y mucho.

    ResponderEliminar
  3. Aun recuerdo un día que quedé en evidencia antes mis compañeras de trabajo por no saber lo que era la vitrocrámica ...

    ResponderEliminar
  4. Tengo ganas de tener una termomix, pero a ver si consigo una de segunda mano.

    ResponderEliminar

Recuerda que es un blog para todos los públicos. Si vas a dejar tu comentario, procura que no sea ofensivo ni de mal gusto, así como que sea respetuoso con las opiniones de los demás. Muchas gracias