Esta mañana, cuando me dirigía al despacho, he visto algunos carteles anunciando la visita de un circo a nuestra ciudad.
La idea que sobre este hecho nos han transmitido las películas (infantiles y de dibujos animados sobre todo) es que es motivo de alegría. ¡Que viene el circo, que viene el circo!, gritan los pequeños personajes de estas películas. A mí, sin embargo, nunca me ha llamado la atención.
Sólo he ido una vez al circo. Tendría unos 5 ó 6 años y lo poco que recuerdo es estar sentado junto a mi abuela viendo unos caballos dando vueltas alrededor de una pista que me parecía muy pequeña. En medio de ellos, había un hombre vestido con una ropa ridícula y en su mano llevaba un látigo que daba chasquidos a cada golpe que daba en el aire. No me acuerdo de los payasos.
Aunque sólo haya ido una vez, me parece que tengo suficientes elementos para opinar al respecto. Todos hemos visto una película, una serie o un reportaje que trate sobre este peculiar mundo. Puedo afirmar categóricamente que no me gusta (ni me gustó de niño) el circo. Existe, eso sí, una honrosa excepción: "Los payasos de la tele". A Gaby, Fofó y Miliki (más tarde, Milikito y Fofito) los recuerdo con cariño. Es verdad que cuando era niño la televisión sólo tenía dos cadenas y que las opciones para elegir eran muy escasas, pero, como decía, me gustaban mucho.
No sé por qué extraño motivo pero siempre he asociado a los payasos con la tristeza. Paradójicamente, cuando pienso en algo triste, aparece muchas veces la imagen de un payaso sentado en un taburete con la cara pintada y la expresión triste. Es aquello de "vestido para hacer reír, pero ..." También los asocio con la soledad. La imagen, en este caso, es la de un payaso (ya sin pintar), que, tras acabar su actuación, está cenando solo en su carromato.
Pues eso, que ha venido el circo a mi ciudad y no creo que vaya a verlo.
Son las 23 h, se acaba mi guardia y no he recibido ni una llamada. Por lo visto, los delincuentes están también de semana blanca.
Son las 23 h, se acaba mi guardia y no he recibido ni una llamada. Por lo visto, los delincuentes están también de semana blanca.
Vengo de lo de Fernando a conocerte, y creo que me ha gustado lo que he visto. Me he anotado como seguidora. Quizás no te comente siempre, pero sabré de tus andanzas.
ResponderEliminarEl circo me gustaba de chica, tiene algo mágico, y me hace recordar a mi padre pero, de mayor, me doy cuenta de que las compañías que llegaban a ese pueblo del sur de mi temprana niñez eran muy pobres en general, y ahí me empezó a dar esa tristeza que sientes tú, pero no hay que generalizar, porqure con los magníficos circos rusos, alemanes y ahora el Cirque du Soleil le han subido la percepción y la exigencia y desde luego, nadie es pobre ahí. Puede que un poco (o bastante) apátridas, pero pobres y sufrientes, no creo.
Saludos
Bienvenida AleMamá.
ResponderEliminarEs cierto que existen compañías circenses que han elevado el nivel, pero como tú dices, yo sigo asociándolo a ese pobre mundo.
Así es, Paterfamilias, el circo de verdad es triste, yo lo vinculo con pobreza, con no tener una casa fija, con jugarte la vida cada noche. Supongo que en la España de los años 60 sería una gran experiencia para muchos chicos, pero ahora me parece algo melancólico. Además, si se me permite el chiste fácil, suficiente circo tenemos con la política, ¿verdad?
ResponderEliminarMe alegro de que hubiera pocos delincuentes detenidos. ¡Pá que luego digan que España es un país inseguro!
Detrás de la máscara de los payasos, como detrás de toda la tramoya de un circo uno intuye drama, sinsabores ... una vida muy dura con bastante pocas compensaciones.
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