Tengo varios amigos y conocidos que por cuestiones de trabajo viajan muy a menudo. Otros también lo hacen, pero ya es por placer, cosa que es de envidiar.
Cuando en una conversación sale el tema de los viajes profesionales, siempre me viene a mi cabeza mi época en la que por ser el responsable de la Asesoría Jurídica de una sociedad de valores (no precisamente de valores buenos, sino que, para entendernos, se dedicaba a la Bolsa), me tocaba viajar bastante.
Es verdad que siempre eran viajes dentro del territorio nacional, lo cual me permitía -la mayoría de las veces- dormir en casa, agotado, pero en casa. Por ejemplo, si debía estar en Madrid (era el más habitual de los viajes), debía levantarme sobre las 4,30 h, coger uno de los primeros vuelos a la capital, reunirme durante casi todo el día, coger un vuelo tarde y plantarme en casa después de las 23 h.
Recuerdo con cierto cariño una época que me tocó viajar a Segovia muy a menudo, llegando incluso a estar en esa ciudad durante dos o tres semanas en periodos de una semana. Pude disfrutar la ciudad, comer bien e incluso llegué a saludar a gente por la calle cuando salía a pasear (eran funcionarios de los Juzgados a los que veía muy a menudo), lo que me daba un aire de segoviano de toda la vida.
Durante otro periodo tuve que desplazarme a menudo a Bilbao y alrededores. Recuerdo especialmente una semana que pasé acompañado de un compañero de trabajo al que conocía poco y que acabamos siendo bastante amigos, a pesar de las muchas diferencias en temas clave (ya sabéis, política, religión...) y que disfruté mucho.
En uno de estos viajes, conseguí que la dirección me autorizara a viajar a Asturias acompañado de un compañero de trabajo con el que me une una gran amistad (es el padrino de JP ... sí, el quinto de mis hijos). Todavía me acuerdo de la reunión mantenida con los clientes a los que íbamos a visitar y cómo mi amigo llevó la voz cantante. ¡Y lo bien que comimos!
Me estoy yendo por las ramas y no es lo que yo quería.
Como decía, cuando alguien me habla de sus viajes de trabajo, me viene a la memoria esa época. Es uno de los casos típicos de la llamada "memoria selectiva", pues pocas veces me acuerdo de aquellos madrugones, aquellas tensas reuniones (alguna incluso muy desagradable), aquellas esperas en los aeropuertos, aquellos viajes a Madrid en un coche alquilado porque a mi jefe le daba miedo volar y se empeñaba en acompañarme, sino que recuerdo a personas que conocí, a comidas compartidas con compañeros, etc. Siento incluso nostalgia de aquel ritmo de vida y no me doy cuenta de la suerte que tengo ahora con un trabajo a 10 minutos de casa y un ritmo mucho más pausado.
Todo esto me ha venido a la cabeza porque en estos momentos un buen amigo mío está de viaje en China. Él trabaja en una Universidad y se encuentra en ese país promocionándola. Hemos hablado alguna vez (me comenta que su madre todavía se sorprende de que pueda hablar con él por teléfono a pesar de la distancia existente) y me cuenta cosas sorprendentes. Sin ir más lejos, ayer me dijo que empleó 4 horas para ir a Misa. Este tío, sin duda, es un crack.
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