Hace unos días, recibimos en casa una invitación para que nuestro hijo Q. (el cuarto) asistiera esta tarde a una fiesta de cumpleaños de un niño de su clase. A pesar de que la fiesta es en una población cercana a la nuestra, no teníamos manera de recogerlo, así que tenía asumido que no iría.
Ayer, por casualidad, me encontré por la calle al padre de otro compañero de clase de Q. y me preguntó si mi hijo iría a la fiesta de ese niño. Le dije que lo más probable es que no y entonces, muy amablemente, se ofreció a traérnoslo a casa cuando fuera a recoger al suyo. Finalmente, esta tarde Q. irá a esa fiesta que tanta ilusión le hace.
Esta fiesta en particular era la excusa para publicar un post acerca de las fiestas de cumpleaños. De entrada, decir que está muy bien organizarle una fiesta al niño para, que con sus amigos, disfrute de su día. Sin embargo, como muchas otras cosas en la vida, hay quien saca esto de madre y te encuentras con situaciones que si no llega a ser porque las he vivido, no te lo crees.
Son muchos los casos (por no decir la mayoría) en los que los padres "alquilan" un local con nombres tipo "Chiquipark", "Aventura Park", etc (lo que sea, pero mucho mejor si acaba en "Park"). Estos locales -que suelen ser interiores- están llenos de todo tipo de atracciones e hinchables para los niños. No falta su piscina de bolas, pensada en principio para los más pequeños, pero que acaba siendo en centro de atención de los más mayores que se dedican a hacer guerras de bolas hasta que algún monitor les llama al orden.
Otros padres, con más posibilidades y ganas de que el niño (y los invitados) tarden más en olvidar el gesto, optan por actividades al aire libre. En la mayoría de los casos, estas actividades incluyen animales: visita a una granja para coger conejos, dar de comer a las gallinas, paseo en caballo, pony o mula, etc. Suelen ser padres "comprometidos" con el medio ambiente y muy guais porque tampoco les disgusta que se incluyan carreras de quads.
Últimamente se ha puesto de moda celebrar la fiesta del niño en un karting, lo que lógicamente incluye, además de la merienda, algunas vueltas por el circuito.
Una minoría opta por celebrarla en casa y aquí nos encontramos con dos tipos: los que disponen de mucho espacio y, sobre todo, jardín y los que no. La diferencia está, no sólo en el espacio disponible, sino en el número de invitados: los primeros invitan a toda (o casi toda) la clase y los segundos a los amiguitos más íntimos.
En todos los casos, sin embargo se dan una serie de notas comunes. Una de ellas es la típica mamá que viene a traer a su hijo acompañada de otros hijos (hermanos del invitado). Al llegar, saluda a la mamá del homenajeado y no se sabe cómo, se las ingenia para colocar a otro (las más listas a más de uno) de sus vástagos. Cuando lo ha conseguido, sale corriendo a disfrutar de una tarde de compras sin niños que la incordien.
Otra nota común son aquellos padres/madres que acompañan a su hijo y se quedan allí. Son pocos los que ayudan. Más bien aprovechan para tomar algo y dar conversación a los padres "organizadores" que sufren lo indecible por no saber cómo decirle a ese padre que ya que no le ayuda, por lo menos no le moleste y le deje dedicarse un poco a los niños.
Las chucherías son otro de los elementos comunes en todas las fiestas de cumpleaños. Hemos llegado hasta tal punto de consumo de golosinas que, actualmente, para sorprender a un niño es necesario regalarle varios kilos. Por supuesto que existen trucos para que un cartucho de golosinas parezca más grande de lo habitual (probad a poner esas bolsas de ¿"gusanitos"? en el fondo y después completad con el resto), pero aún así, soy de la opinión que ya están más que acostumbrados.
Estas fiestas son un escenario ideal para, con sólo observar un poco, descubrir qué niños tienen más hermanos y qué niños son hijos únicos. Es curioso descubrir también los enormes parecidos (no sólo físicos) que se dan entre padres e hijos.
Muchas veces he podido observar cómo a lo largo del curso escolar se van sucediendo diferentes fiestas de cumpleaños y se convierten en auténticas competiciones entre padres por ver quién la hace más grande.
Nosotros, hace años, optamos por que cada uno de nuestros hijos tendría una única fiesta de cumpleaños en la que podrían invitar a todos sus amigos. El resto de años, lo celebramos en familia y, en todo caso, invita a su mejor amigo o a algún primo. Lo tienen muy asumido y disfrutan mucho de ese día.
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