jueves, 7 de octubre de 2010

¿Y cuando uno se pone enfermo?

Alguno se preguntará qué pasa cuando uno de los hijos se pone enfermo. Como sabéis esto es una situación que no se elige (creo que en términos económicos se califica como "imponderable"), así que viene cuando menos te lo esperas.

Es cierto que para que una familia funcione medianamente bien es necesario un horario. En cuanto suena el despertador empieza el espectáculo. En casa tenemos calculado incluso el tiempo que puedes "perder" en despertar a los pequeños. A los mayores se les despierta a base de frases como "Buenos días", "Arriba" (o "abajo" para los que duermen en lo alto de la litera) o, a medida que tardan más en levantarse, "Veeeenga, que llegamos tarde". En cambio, los pequeños, necesitan (y merecen) ciertos mimos, por lo que el momento de despertarlos acostumbra a durar un poco más. Esto es importante para asegurarte un buen despertar y no estar todo el rato hasta la hora de salir oyendo llantos.

El problema, sin embargo, es cuando uno de los pequeños se pone enfermo. Es entonces cuando se alteran todos los horarios. Nosotros somos unos afortunados porque contamos con mis suegros, que siempre están dispuestos a quedarse con el niño en cuestión. Alguno podría pensar que estamos haciendo un favor a los abuelos, pero yo no creo que sea así y valoramos muchísimo esta disponibilidad.

Yo era de los que pensaba que siempre que tenías algo programado surgía uno de estos imprevistos. Con el tiempo me fui dando cuenta que no era así, que lo que pasa es que siempre tienes algo programado, por tanto, siempre te chafará algún plan.

Las dos maneras de enterarte de que un hijo tuyo se ha puesto enfermo son las siguientes:

1) Cuando te encuentras en lo más profundo de tus sueños, aparece una voz en ellos que distorsiona todo el núcleo argumental de ese sueño. Esa voz aumenta en volumen, intensidad y frecuencia. Cuando el pobre niño lleva ya un rato llorando es cuando empiezas a enterarte de todo. En mi caso, A. suele despertarse mucho antes que yo (suerte que tiene el niño, y por qué no, suerte que tengo yo) y acude a la llamada de éste. Ahí sólo cabe darle un poco de Apiretal para que baje la fiebre y esperar a que amanezca para llamar a suegra y preguntarle si puede quedarse con el niño.

2) Estás trabajando y suena el teléfono. Es A. para decirme que la han llamado del colegio diciéndole que el niño tiene mucha fiebre y que a qué hora pasará uno de nosotros a recogerlo. En nuestro caso, es A. quien lo recoge por la sencilla razón de que trabaja en el mismo colegio al que acuden nuestros hijos. Sí, lo sé, otra vez volvemos a ser unos afortunados. Pero, al igual que antes, deciros que somos conscientes de ello y estamos muy agradecidos.

Después, cómo no, viene la segunda parte, que no es otra que llevar al niño al médico. Ahi, la pobre A. es la que vuelve a chuparse esas "agradables" esperas en las salas del Centro de Atención Primaria que nos corresponde.

No me estoy quejando (tendría delito que lo hiciera) del papel que me toca jugar cuando un niño se pone enfermo, porque como podréis comprobar se puede decir que ni siquiera me entero.

Esta entrada viene a cuento de que ayer el pequeño S. se puso enfermo a través del segundo de los métodos explicados. Esta mañana lo he llevado a casa de mis suegros antes de irme a trabajar. Ahora sólo nos falta esperar que se recupere lo antes posible, pues tanto sábado (un Bautizo y una Primera Comunión de dos sobrinos) como domingo (una "costellada", parrillada en castellano) nos esperan planes con toda la familia. Ya os contaré

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