sábado, 9 de octubre de 2010

Mi música, su música


Acabamos de llegar de Girona, de un bautizo y una Primera Comunión de unos sobrinos y me dispongo a escribir acerca de un tema que genera no pocos conflictos familiares: los gustos musicales.

Hasta hace poco en casa éramos mi mujer y yo los que decidíamos qué música escuchábamos. Nuestros hijos, como no podía ser de otra manera, aceptaban e incluso compartían nuestros gustos.

Como todo el mundo, yo tengo mis gustos personales en lo que a música se refiere, pero me considero una persona bastante abierta, pues, salvo el jazz y la "música" máquina, puedo soportar cualquier estilo

Sin embargo, a medida que han ido creciendo y entrando en esa "preciosa" etapa que es la adolescencia han ido adquiriendo sus propios gustos (perdón, los gustos de la mayoría de la gente de su edad y que no son otros que los que a todas horas suenan en cualquier emisora de radio). Que tengan sus gustos no me parece mal y lo veo normal. El problema es que, como en otras cosas, pasas de ser "guais" (imagino que este término está ya desfasado), perdón, pasas de ser "el puto amo" a ser un carca.

Sin ir más lejos, hace ya un tiempo instalé en el ordenador de casa el Spotify. Me creé varias listas ("papá", "BSO" y "villancicos" para Navidad). Los cuatro mayores se crearon cada uno su propia lista y, lo creáis o no, las que más se oyen son las suyas. La de Ma., la mayor, tiene 259 canciones (15 horas de música).

Ahora mismo, mientras escribo esta entrada, tengo puesta mi sesión y me relaja escuchar Enya, La Oreja de Van Gogh, Gabinete Caligari, Supertramp etc (también, aconsejado por Ma. tengo alguna cosilla actual como Train -Hey, Soul Sister- y otros).

Pues eso, que también con la música se marcan diferencias generacionales y, como siempre, casi no te das cuenta cuándo empezó a marcarse esta diferencia.


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