El pijama es una prenda diseñada, en principio, para dormir con ella. Esta, a priori, verdad de Perogrullo provoca intensos debates que os animo a promover.
En los diversos ámbitos en los que me muevo (profesional, familiar, social, etc.) he probado sacar el tema y comprobar las diferentes reacciones de la gente. Evidentemente este asunto lo saco a relucir cuando existe ya cierta confianza con el interlocutor y siempre con personas del género masculino.
Resulta que hay bastante gente que afirma dormir sin pijama y una gran mayoría coincide en que lo hace (sobre todo en las noches calurosas) en calzoncillos. De entrada me parece muy ordinario (y poco higiénico) que haya gente que después de llevar esa prenda todo el día, la mantenga al acostarse. Imagino que al sacársela por la mañana, debe ser lo más parecido a quitar el papel de una magdalena.
Su único argumento es que resulta mucho más fresco dormir así.
Ante tal argumentación siempre les contesto que imaginen por un momento que esa noche -Dios no lo quiera- hay un terremoto en su ciudad. No cuesta mucho imaginarse los titulares de la prensa y de los noticiarios del día siguiente: esas dantescas imágenes de cuerpos llenos de polvo entre los escombros. Pues pensad por un momento que a esas imágenes les añadimos el ir sin pijama (y en el mejor de los casos en calzoncillos). ¿Qué pensará cualquier espectador? ¡Qué horror, ese tío dormía en calzoncillos! Estoy convencido que ese pobre espectador no olvidará jamás esa imagen. Es más, me atrevo a afirmar que esa persona tendrá pesadillas el resto de sus días.
En mi caso, si me pilla un terremoto nocturno, es posible que también muera, pero de lo que estoy seguro es que la gente, al ver las imágenes, exclamará: ¡ahí yace un señor! (muerto, pero un señor).
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