viernes, 18 de noviembre de 2011

Hablar, hablar, hablar ...

Dicen los que me conocen que no soy una persona a la que podría calificarse como dicharachera. Es más, no creo ni que sea extrovertido. Además de ser cuestión de caracteres o formas de ser, tampoco es nada malo que uno no sea el alma de las fiestas, el gracioso del grupo o el animador oficial. Y de ahí a ser un tipo introvertido hay un trecho, así que no es un tema que me preocupe en absoluto.

Teniendo en cuenta que mi dedicación profesional no acarrea un excesivo trato con el público (que no con la gente) tampoco hay que darle más importancia. Me explico. Existen profesiones como pueden ser la de barbero o taxista que, aunque no requieran un don de gentes extraordinario, hay que reconocer que el carácter facilita y, sobre todo, hace agradable al cliente el tiempo que allí pasas. Pero, como casi todo en la vida, tampoco hay que excederse. Una de las cosas que más me molesta es aquél que no para de hablar a pesar de haberle demostrado (él es el único que no capta la indirecta) que a ti no te apetece mucho estar de cháchara.

Cuando voy a cortarme el pelo (se aceptan gracietas tipo "uy, ¡qué gracioso! ha dicho EL pelo") ... ¿Ya está?, ¿puedo seguir?, ¿sí? ... gracias. Como decía, al llegar a la barbería y esperar mi turno soy testigo de las tertulias -unas más animadas que otras- que mantienen  los clientes con el dueño de las tijeras. Si luego la comparo conmigo, es como la noche y el día. Para que os hagáis una de de cómo transcurre mi tiempo en la peluquería, sería lo más parecido a esto:

Barbero: Buenos días, ¿cómo lo quiere? (hace tiempo que ya me tratan de Vd, la verdad)

Yo: Como siempre (llevo ya un tiempo yendo allí, por lo que tiene más delito. Vamos, que no puedo decir que no me conoce)

(...)

Barbero (enseñándome el cogote con un espejo situado a mi espalda): ¿Qué tal?

Yo: Perfecto, muy bien (tampoco tiene mucho mérito eliminar la coleta de torero que me crece allí)

(...)

Barbero: ¡Ea, pues ya está!

Yo: Gracias (le pago y me voy)

Cuando viajaba más y debía utilizar taxis, la situación es similar a la anterior. Durara lo que durara el trayecto había grandes silencios, cosa que no me provocaba ningún malestar ni sensación de incomodidad, al revés, eran provocados.

Como sabéis, existen grandes profesionales con una importante incontinencia verbal, lo que no les hace perder ni un ápice de su pericia en la profesión, pero sí que ese rato sea menos llevadero para el cliente. Si tuviéramos que hacer un ranking con las situaciones en las que la incontinencia verbal representa un auténtico drama, el primer lugar lo ocuparían los dentistas.

Ayer, sin ir más lejos estuve allí. Mientras yo me encontraba tumbado en esa silla del futuro en una posición de lo más incómoda, pues -según dijo- era necesario estar así para facilitar el acceso a la muela número no-sé-qué, que está muy adentro, con la boca abierta mientras él metía no sé qué instrumental y la auxiliar el tubo-aspirador de saliva (que hace un ruido asqueroso), el tío me iba hablando y haciendo preguntas. Que en una situación como esa me haga preguntas que se contestan con un "sí" o un "no" ya me molesta, así que imaginaos si encima las preguntas esperan una respuesta más extensa y razonada. ¿No se da cuenta de que es imposible contestarle?

Pues así estaba yo ayer diciéndole a mi dentista cosas tipo "ggfftrrisi" o "brgggsewijj"

4 comentarios:

  1. Muy bueno amigo, pero te diré que yo con mi dentista mantengo unas relaciones estupendas y que ademas ha conseguido que vaya con la mayor de las confianzas, tanto mi familia como yo.Antes y después de las intervenciones no damos unas charlas dignas de una peluquería de las que tu hablas.
    Me escribe casi todos los días a mi correo y me manda muchos chismes que yo luego muchas veces y con su permiso las usos para mis comentarios.
    Un medico odontologo cirujano joven que viene de una saga de dentistas famosos de Valencia.
    Son de esa personas que te dejan con "La boca abierta" jajaja.
    Un abrazo y gracias por entrar en mi blog, esperemos salir ilesos a partir del domingo por la noche.

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  2. Oyes, pues esa manía la deben de tener todos los dentistas, porque la mía hace lo mismo.... y a mi me entra un mosqueo monumental el no poder contestar, sobre todo porque muchas veces no estoy de acuerdo con lo que dice y lo único que me permite hacer la tía es pestañear, porque lo que se dice hablar, con tanta "cacharrada" metida en la boca no doy.
    Los muy "puñeteros" ya lo hacen a sabiendas... como no les podemos reprocjhar nada...
    Bicos y saludos a Agripina!!

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  3. Qué bueno. A ver si va a ser verdad que lo hacen a propósito como dice Leles. ;) Un beso.

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  4. muy divertido, tienes toda la razón, pero encima en la postura a que te obliga el dentista. En nuestro pais la mayoría de las veces alguien introvertido -yo un poco lo soy- enseguida resulta sospechoso.
    saludos blogueros

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