Poco más de un mes ha tardado Primogénito en proseguir con su amenaza, lo que demuestra que es muy fácil decir algo, pero cumplirlo ya cuesta más. Ha influido mucho (todo hay que decirlo) la insistencia de MadreYMas para que Primogénito vuelva a la carga con la segunda entrega de "Viborita". Como veréis se trata de un esbozo de nuestra familia (de Primogénito y mía) a través de diversos recuerdos. Sin más preámbulos -porque le ha salido largo el escrito- allá va su última creación:
Viborita II
Siendo como somos, originarios del Sur de España, aprendimos desde chiquitos a utilizar (que no necesariamente entender) diversas expresiones utilizadas por Progenitor y Progenitora pero, sobretodo, por Abuela.
Abuela es elemento indispensable en la caracterización de los personajes de la familia. Abuela era joven viuda de guerra (joven cuando enviudó). Tan joven que Progenitora no llegó a conocer a Abuelo, pues lo fusilaron “los nacionales” pocos meses antes de venir ella a parar a este mundo…
El caso es que Abuela se vino a vivir con nosotros cuando Primogenito (o sea, yo) tenía apenas 1 año de edad. O eran otros tiempos o Progenitor era un santo porque “invitar” a tu suegra a compartir tu techo tiene valor…
Aunque, a la distancia, no sé si es mérito o es que Progenitor era un lince: lo que ayudó Abuela en la formación y cuidado de los nietos y la casa no está en los escritos.
Como Abuela era maestra infantil nos enseñó a leer casi 3 años antes de lo que lo hacían nuestros compañeros de clase. Supongo que eso ayudó, y mucho, a que en el colegio nos fuera más que razonablemente bien.
Al menos a los mayores (Viborita era el 2o) pues los que vinieron después, sea por degeneración del ADN de los Progenitores o porque Abuela ya estaba cansada, no daban pie con bola…
Además (todo hay que decirlo) a Progenitor mucho los ninos no es que le gustaran. Ni siquiera los propios. Supongo que en el Juicio Final, en ese sitio en el que todo se sabe, hasta los más ocultos pensamientos, entenderemos que, si por él fuera, habría tenido a los hijos con el servicio militar cumplido.
Lo de las expresiones de Progenitora y Abuela dan para una entrada completa. Nosotros las repetíamos sin entender muy bien lo que querían decir. O peor, entendiendo en muchas ocasiones cosas completamente diferentes. En definitiva, éramos eso que peyorativamente utilizan algunos de estos políticos neonazis con barretina, unos auténticos y orgullosos “xarnegos”.
De todos modos, como en los 70’s y primeros 80’s todavía no existía la furibundia de hoy en día y como, además, estábamos más que integrados cultural, social y deportivamente (menos Viborita que nos salió del Sevilla…aunque tengo más de una foto en la que sale orgullosamente “disfrazado” de arriba a abajo del Barça) pues fue una infancia más que feliz. De las de antes. De las de desaperecer de casa, en verano, a las 9 de la mañana en bici y no aparecer hasta casi la medianoche. Sin tener que llamar a la Guardia Civil…o a los Mossos d’Esquadra.
Una infancia sencilla, sin preocupaciones.
Al llegar del colegio la merienda era siempre la misma. “Papillote de galletas María” (o similar a las María, que Progenitora no gastaba ni en bromas).
La receta es sencilla, económica y, sobretodo, deliciosa:
-Llenar hasta la mitad de leche una taza grande (enorme) a ser posible de metal (es solo por un tema estrictamente nostálgico)
-Ponerle, según gusto personal, entre 3 y 10 cucharadas de Nesquik (no vale Cola Cao que hace grumos y no se disuelve bien)
-Coger un montón grande de galletas del diámetro casi exacto al de la taza. La caja debe ser de unos 25Kg porque, en caso contrario, siendo 7 y merendando a diario, se acaba enseguida.
-Empezar a echar las galletas en la taza mientras se van haciendo pedacitos con la cuchara
-El número de galletas a arrojar dependerá del espesor deseado. Viborita echaba galletas hasta que la cuchara se mantenia en posicion perfectamente vertical. Se calculan entre 40 y 50 galletas para lograr esa terminación.
Bien simple. De lo único que debia ocuparse Progenitora es de que la caja de galletas no se acabara nunca. Eso lo consiguió habilitando medio armario de nuestra habitación como despensa lo cual trajo acarreados una serie de inconvenientes (primero para Progenitora y, posteriormente, también para nosotros…).
Lo de la austeridad familiar es también un tema “fundacional”. Sin duda, aunque obligados por las circunstancias, fue un excelente ejercicio para la crisis que estamos viviendo ahora.
Progenitor era (y es todavía) profesor universitario ilustre. Ilustre pero pobre. Y pobre como cualquier funcionario del Estado honrado. Y Progenitora, aunque licenciada en Ciencias Químicas, en esa época trabajaba lógicamente en casa cuidando a la jauría. Progenitora, a pesar de ser Química, no sabía cocinar muy bien. Ahora cocina estupendamente pero, en aquella época, no era lo mismo. Estoy convencido de que aprendió experimentando con nosotros.
Entre semana la cena era invariablemente la misma:
1) Bocadillo de Jamón York o Chorizo de Pamplona
2) Quesito en porciones de “La vaca que ríe”
3) Huevo pasado por agua
4) Leche con Nesquick
No sé si por aquello de que esos años todavía éramos más África que Europa, el caso es que no había variedad de marcas. Eran invariablemente ésas…
Los sábados generalmente comíamos algún guiso de esos de olla a presión grande que se ponía en medio de la mesa y de la que se iban sirviendo los platos con grandes cucharones. Generalmente lentejas, garbanzos, judías, etc. Más adelante, bien por mejora en las condiciones económicas familiares bien porque Progenitora iba aprendiendo a cocinar, se fue variando a estofado de carne, pisto manchego, cocido madrileño. Años más tarde, cuando ya nos habíamos ido de casa, el menú se convirtió en algo de lo más variado: migas, paella, fideuà, tortilla de patatas, guiso de espárragos, etc.
Los domingos había celebración especial, por el mero hecho de ser domingo. Ese día había Fanta o Mirinda de 1 litro para comer. Hoy día no alcanzo a comprender cómo podíamos beber todos con solo 1 litro. Sería que a los pequeños no les daba y que los progenitores tomaban agua porque si no no se entiende. Y también Pollo a l’Ast que se completaba con una bolsa enorme de patatas fritas de la churrería que había cerca de casa.
Y, obviamente, al cole llevábamos bocadillo siempre y cuando nos lo hiciéramos nosotros. Siempre recordamos el recreo de la mañana cuando todos nuestros compañeros sacaban su “bocata” mientras nosotros mirábamos con envidia.
Probablemente eso nos llevara a dedicar parte del mucho tiempo que teníamos esperando a que Progenitor viniera a recogernos al cole, en escrutar los armarios en busca de “meriendas olvidadas” (algunos de los compañeros llevaban desayuno…y merienda!!!)
En fin, a este ritmo no termino con el perfil de Viborita. Continuo apelando a eso del “contexto histórico” ya que, los recuerdos de cada uno son personales, el hecho de funcionar como un Pack hace que “tanto monte, monte tanto…”.