miércoles, 31 de julio de 2013

Ya no tengo edad

Estos días he hecho más deporte de lo habitual y ... eso se paga. Además del cansancio y las agujetas por la falta de costumbre, ha ocurrido algo que normalmente -en mi caso al menos- no pasaba de un mero riesgo: una lesión. Gracias a Dios no ha sido nada del otro mundo, pero me ha servido como aviso para ocasiones futuras.

El viernes por la mañana jugué un rato a tenis (hacía mucho tiempo que no lo hacía por culpa del padel) y por la tarde-noche mi hermano N. me invitó a jugar a fútbol con unos amigos con los que suele quedar semanalmente. El plan era atractivo, pues además de jugarse en césped artificial (a los que pasamos de los 40 años, acostumbrados a la tierra de siempre, eso nos parece un lujo), tras el mismo nos tomaríamos unas cervezas. Sí, ya sé, a veces es mejor pasar directamente a las cervezas, pero con algo de cansancio y mucho calor, sientan mejor.

Conviene aclarar antes de cualquier explicación que yo no juego bien a fútbol, pero me gusta hacerlo. Quizá sea un poco raro, pero así es.

Empezamos el partido, el típico partido de amiguetes, también llamado "de costellada", en el que no se entra fuerte y se es muy permisivo con ciertas infracciones, ya sabéis, aquellas manos "involuntarias", no existen fueras de juego, etc. Todo iba bien hasta que en un balón dividido (no estaba partido el balón, sino que dos jugadores, uno de cada equipo, lo disputábamos) hizo que cuando fui a chutarlo, el contrario decidiera poner la suela de su bota. Lo que se conoce como un plantillazo. No está nada mal el dolor que se siente. Tras cojear un poco, decidí ponerme de portero para no forzar más. Cuando pasó un rato (y me metieron 2 goles) volví a jugar. Era evidente que no tenía nada roto, gracias a Dios, porque solo con pensar en los inconvenientes que ello provocaría en mi vida familiar y laboral, ya me entran sudores fríos.

Tras el partido, un rápido bañito en la piscina, las cervezas y un bocadillo me retiré a descansar. El aspecto de mi pie derecho era este:


Nada del otro mundo: una herida por el impacto y una parte dolorida.

Al día siguiente se me ocurrió jugar a padel por la tarde. La verdad es que no noté muchas molestias en el pie. Sin embargo, en la piscina -después del padel- vi que mi pie derecho, en comparación con el izquierdo, estaba algo hinchado y amoratado. Ahí va el documento gráfico que lo atestigua:


Pues eso, que ya no tengo edad para ciertas cosas.

Ah, y o peor de todo es que el que me causó la lesión, me dijo que había sido culpa mía, "que me había chutado mi pie". Sorprendente.

martes, 23 de julio de 2013

A. cumple su sueño

Tengo un cuñado que es sacerdote en una población situada muy al sur de Cataluña y, desde hace poco tiempo, le han asignado además la parroquia de una población costera muy cercana a la suya. Cuando digo costera significa que tiene playa.

Ha quedado libre la casa que ocupaba el anterior sacerdote en esa población y mi cuñado quiere arreglarla para que pueda ser usada por otros sacerdotes que pasen allá unos días. También prevé que nosotros la ocupemos durante buena parte del verano, por lo que nos propuso que nos ocupáramos de amueblarla.

Así estaba el comedor cuando llegamos
Tras conocer el presupuesto del que disponíamos, A. se puso manos a la obra y empezó a consultar la web de ... ¡exacto, de Ikea! Hizo una lista y recibió un mensaje en el móvil indicándole dónde se encontraba cada mueble (ya sabéis, "pasillo X, sección Y"). Se encargó también de conseguir una megafurgoneta que nos prestaron unos amigos que tienen una empresa de maderas. El plan era agotador y debían encajar varias cosas para que saliera bien. A mí me entraron las dudas y así se lo planteé a A.

Yo: A., todo esto me parece una locura. No creo que podamos con todo

A (sin inmutarse): Las locuras son las que mueven el mundo

Yo: ...

El sábado por la mañana fuimos a recoger esa furgoneta. Volvimos a a casa, cargamos unas cuantas cosas allí y, junto con Mi. (la furgoneta solo tenía 3 plazas y mucho espacio para cargar), nos fuimos a buscar un sofá de 4 plazas que nos regalaban. Allí nos ayudó nuestro amigo M. a meter ese sofá en la furgoneta.

Ya hemos subido el sofá y Mi. lo prueba

Mientras, en casa, Ma. y P. esperaban que un hermano de A. viniera a recoger a Q., JP y S. para llevárselos a su casa. Ma. dormiría en casa de mi suegra y P. en casa de un amigo.

Desde allí nos fuimos a Ikea a comprar desaforadamente. Al acabar, habíamos llenado 4 carros. Tuvimos la suerte de encontrarnos a unos amigos, que nos ayudaron a cargar todo en la furgoneta. Después de comer en un McDonalds (puajjj), nos pusimos en marcha hasta la población de destino, a la que llegamos unas 3 horas más tarde. Allí nos esperaban mi cuñado y 2 sobrinos que nos ayudaron a descargar la furgoneta y subir todo al piso en un plis plas. Enseguida -cómo no- nos pusimos a montar muebles. Unos se encargaron de las 6 sillas, otro de la mesa de centro, otro de la mesa del comedor, el sofá, las mesitas auxiliares, los somieres, las cajoneras para el armario, un cuadro, etc. Hacía mucho tiempo que no sudaba tanto. Cuando llevábamos allí un rato, A. se marcó el detalle de subirnos bebida fresca. Era empezar a beber y salir sudor por todos los poros de la piel. Vamos, con deciros que yo me tomé una cerveza y era tal la espuma que me salía por la piel que aproveché para afeitarme. Después nos fuimos a casa de mi cuñado a ducharnos, cenar y, tras un ratito de charla animada, a dormir.

Al día siguiente, colgamos las cortinas y algún que otro detalle. Sobre las 6 de la tarde nos volvimos para casa. Allí nos esperaban nuestros cuñados que nos devolvían a los 3 pequeños.

El resultado ... a continuación:

Mesa del comedor, sillas, mueble que hace de bufet
y parte del sofá que nos regalaron (sí, habéis observado bien,
A. también se ocupó de ciertos detalles como marcos y cojines)

Sofás, mesa de centro, mesas auxiliares y el cuadro (para hacerle la ola)
Uno de los sobrinos que nos ayudó probando el sofá de Ikea

PD He visto en las estadísticas del blog que recibo visitas de Suecia. Quiero dejar muy claro que han sido con anterioridad a la publicación de este post y sin que Ikea haya patrocinado este espacio.


martes, 16 de julio de 2013

Clientes que no pagan

Como llevo varios días sin publicar y los que me leen (os admiro) llevan unos cuantos días de descanso es el momento de escribir una nueva entrada y, de paso, pillarlos por sorpresa. Lo que pasa es que después de quinientas y pico entradas es muy difícil ser original en la temática. Creo que ya me conocéis mejor que yo mismo.

Hace unos días quedé con el titular de la asesoría en la que trabajé antes de ponerme por cuenta y me dijo que existían una serie de asuntos que había llevado yo y que no se habían cobrado. Me propuso pasármelos, ocuparme de su cobro y lo obtenido quedármelo yo. Concretamente eran 3 temas. No me pareció mal la idea y tomé los datos necesarios para ocuparme de esta tarea.

Los primeros días no hubo manera de contactar con ninguno de ellos. Claro -pensé- si tan fácil fuera no me los habría pasado.

La primera persona con la que conseguí era una clienta habitual de la asesoría a la que le había llevado varios asuntos, siendo el último de ellos un procedimiento judicial que finalizó con un acuerdo extrajudicial (homologado judicialmente) entre las partes por el que ella se embolsaba 20.000 €. A la señora (mayor, viuda) la vida no le había sonreído. Se partió la cara por uno de sus hijos que llegó a ingresar en prisión y después cayó en las drogas (aún hoy es consumidor), por lo que era ella la que llevaba el negocio de su vástago, que no era otra cosa que un bar de combinados exóticos, que llegó a tener mucho éxito.

Le hizo ilusión oír mi voz hasta que se enteró del motivo de mi llamada. Empezó a echar pestes de mi anterior jefe y se puso a llorar contándome cómo se estaba ocupando de su hijo y de la compañera e hijos de éste, para finalizar, claro está, diciéndome que no tenía dinero y que "Me sabe muy mal por ti, Paterfamilias, que siempre me has demostrado ser una buena persona, pero ..."

No le pedí perdón de milagro, pero le dije que la volvería a llamar. Le propondré una rebaja y pagos parciales a ver qué tal.

El segundo con el que conseguí hablar era un tipo con cara de no haber matado una mosca en su vida. Es (o era) lampista y cuando en este país todo el mundo (menos yo) era rico, decidió comprarse un apartamento y una plaza de parking en la playa. La cosa se torció y se desdijo, pero ya había firmado una promesa de compraventa y la inmobiliaria le dijo que nanay de la China, que si no había escriturado la fecha señalada en el contrato, que se fuera despidiendo de recuperar cantidad alguna y que se preparase a pagar algo más.

Negocié en diversas ocasiones (alguna de ella acompañando al cliente a las oficinas-mega-guays-y-con-cristales-por-todos-lados de la inmobiliaria) con la asesoría jurídica de la vendedora, envié burofaxes y, con mucha suerte, conseguí que la inmobiliaria no solo no le reclamara nada más por incumplimiento, sino que le devolvió, sino todo, gran parte del dinero entregado.

Este tipo, además, me tenía como su abogado-mascota (no sé si el orden es el correcto), pues venía a mí para cualquier tontería. Recuerdo también haber redactado y presentado algunos escritos ante un Tribunal Arbitral en que tenía un procedimiento iniciado por una compañía de telefonía móvil a la que le había adquirido no sé cuántos terminales y después -incumpliendo una vez más lo acordado en el contrato suscrito- quiso devolver dejando, eso sí, de pagar.

Bueno, pues la conversación con este tío no tuvo desperdicio. Cuando ya me reconoció (se hizo el sueco un rato) y le indiqué el motivo de mi llamada su respuesta fue ... Os lo cuento:

ECC (ExClienteCaradura): Yo no sabía qué eso me iba a costar dinero

I (Idiota, o sea, yo), después de recuperarme del shock: ¿Cómo?

ECC: Que a mí nadie me dijo que eso me iba a costar algo

I: Pero vamos a ver EEC, tú también trabajas ... y me imagino que no lo haces por amor al arte. Supongo que tú cobras por los trabajos que haces, ¿no? Pues es lo mismo

ECC: Ya, pero es que además, el acuerdo con la inmobiliaria lo conseguí yo

I (sin salir de mi asombro): Pe ... pero, ¿me está hablando en serio? ¿No recuerdas que te acompañé a las oficinas de ... y que hablé con su abogada varias veces, le envié burofaxes, ...

ECC: Ya, pero es que si alguien me hubiera dicho que eso valía dinero, a lo mejor no lo hubiera hecho

I (totalmente idiotizado y buscando las cámaras que me debían estar grabando para después emitirlo en cualquier televisión): Pero EEC, no hace falta decirlo, hasta mi hijo pequeño sabe que si quiere una chuche de una tienda, vale dinero. Y, por cierto, lo del Tribunal Arbitral, ¿también era gratis?

ECC: Nadie me dijo que eso costaba algo

Evidentemente, me cabreé y le dije que acudiría a la vía judicial en reclamación de esas minutas.

La primera me destrozó al corazón, pero el segundo me puso de un mal humor ...

Ah, la tercera no da señales de vida. Cerró la empresa.

martes, 9 de julio de 2013

Adicción a los blogs

He de confesaros que llevo una doble vida. Sí, como lo oís. Y no creáis que es fácil compaginar la una con la otra, ¡qué va!. Ya no sé ni quién soy y esto es un permanente vivir sin vivir en mí.

Todo empezó en septiembre de 2010 y fue de la forma más natural que uno pueda imaginarse: sin pensarlo. Al principio era un auténtico frenesí y con el paso del tiempo fue asentándose. Compaginaba mi doble vida con absoluta naturalidad, dominando la situación a la perfección. Sabía perfectamente cuándo era Paterfamilias y cuándo no, hasta que -tal y como les ocurre a aquellas viejas glorias de la interpretación- empecé a mezclar mis dos vidas. ¿Que cómo me di cuenta de que la situación empezaba a ser insostenible? Pues me costó, no fue fácil, no. Hasta que no se dieron ciertas situaciones no fui consciente de que la doble vida que llevaba estaba haciéndome mucho daño y ponía en peligro mi vida ... y la de los míos (esta frase debe leerse lentamente, con voz melodramática y, muy importante, haciendo esa pausa)

Ésta fue la situación que viví no hace mucho y que me hizo sospechar de que algo no iba bien:

Yo: Buenas tardes

Empleado: Buenas tardes. ¿Qué desea?


Empleado: ¿Perdón?

Yo: No, nada, querría apuntarme a clases de yoga

Empleado: Muy bien. ¿Su nombre?

Yo: SaraM

Empleado: Oiga, ese nombre no existe

Yo: Ah, perdone, Paterfamilias

Empleado: Ya ... y ... ¿apellido?

Yo (interiormente): ¡Ahí va!, que no tengo apellido. ¿Cómo salgo de ésta? ... humm ... ¡Ah, ya! Dolega

Empleado: ¿Profesión?

Yo: ingenierocomehuevosdehormiga(hembra)

Empleado: ¿Me ve usted cara de idiota?

Yo: No, como la de la princesa del guisante

Empleado: Domicilio

Yo: En Madrid

Empleado: ¿Podría ser un poco más explícito?


Empleado: ¿Número?


Empleado: ¿Afiliación política?

Yo: Oiga, perdone, ¿y a usted qué le importa?

Empleado: ¿Afiliación política?


Empleado: Aficiones

Yo: Sí, juego a la Play y ...

Empleado (con cara de pocos amigos): Aficiones serias

Yo: Leo esto y esto

Empleado: Perdone si le parezco un poco borde, pero ¿cree usted que puede estar a la altura de gente como Covadonga o MadreYMas o Matt?

Yo: No, la verdad es que me pone usted el listón muy alto. Simplemente quería empezar una nueva vida

Empleado: Anda, váyase antes de que avise a la policía (nunca pasa, pero en las películas lo dicen)

¿Es grave lo que me está pasando?

viernes, 5 de julio de 2013

Vestir para la ocasión

Ayer tenía una reunión en un despacho de abogados de Barcelona, visitaba a mi amigo P. en su oficina de una entidad bancaria para realizar una serie de operaciones derivadas de uno de los concursos de acreedores en los que figuro como administrador concursal, visitaba a mi amigo R., que me ayuda mucho en este tema y aprovechaba para plantearle algunas dudas sobre estos procedimientos y para acabar quedé con mi amigo J. para comer. J. acaba de montar un negocio con su hermano y esperemos que le vaya bien. Se trata, resumidamente, de un centro médico de adelgazamiento y tratamientos por el estilo. Este párrafo es solo el preámbulo de la entrada de hoy para situarnos en el tema a tratar.

Como todos sabéis (y si no os lo digo ahora) yo soy un señor. Pero no en el sentido que le da un niño cuando habla (hay señores, señoras, niños y niñas), sino en el sentido más amplio del término y referido sobre todo al porte, al saber ser y estar. Mi experta economista (entre otras cosas) sabe también mucho de esto, así que cualquier duda al respecto, por favor, dirigíos a ella que muy gustosamente os la solucionará. Y el ser un señor implica, entre otras cosas, estar "sometido" a ciertos cánones independientemente de las circunstancias del momento. Me explico. Como tenía que hacer esa serie de gestiones en Barcelona me vestí para la ocasión sin descuidar, eso sí, las más elementales normas del señor:

- Pantalón azul marino. Aparentemente ligero por ser prenda veraniega.

- Camisa blanca. Comprada hace menos de 2 años en un establecimiento de una cadena de tiendas de moda propiedad del español más rico del momento. Es importante resaltar este (aparentemente insignificante) hecho porque el talle de la camisa no es el estandar, es muy ajustado.

- Corbata azul marino

- Americana de rayas (como la de la imagen)

- Mocasines

Además, por lo que pudiera pasar, cargué con el ordenador portátil (es el único que tengo) y un expediente, todo ello metido en una cartera de esas especiales para ordenadores y que, sí, que cabe de todo, pero cuando la coges pesa un quintal. Me la colgué al hombro (dando una imagen equivocada de abogado laboralista) y me fui hacia la ciudad condal.

Ya en el tren empecé a pasar calor (el aire acondicionado funcionaba a muy baja potencia) y en Barcelona ya fue la bomba. En cada desplazamiento sudaba la gota gorda porque -para los que no lo sepáis- la humedad en Barcelona hace que el calor sea de lo más pegajoso.

Esta mañana, aprovechando que es viernes, que no tengo previsto recibir a nadie en el despacho y, sobre todo, escarmentado por la experiencia de ayer, he decidido vestirme "casual wear" (recordando mis años de servicio en una Empresa de Servicios de Inversión cuando pertenecíamos a un gran banco suizo). Sin embargo, cuando mi hijo P. y yo nos hemos cruzado por el pasillo de casa me dice "¿Dónde vas tan quillo?"

miércoles, 3 de julio de 2013

MasterChef

Había pensado escribir sobre los trolls, pero lo he descartado por dos motivos:

- Me parece un alarde de arrogancia por insinuar que mi blog es importante porque un día un troll entró e hizo un comentario propio de su condición.

- Sería darle protagonismo a un tipo que precisamente es eso lo que busca.

Entonces, ¿sobre qué escribo? Ah, ¡ya está!

Ayer vi un programa de televisión llamado MasterChef. Para el que no lo sepa -y muy resumido- se trata de un concurso que emitía La 1 de TVE (por lo visto ayer fue el último programa) en el que varios cocinillas amateurs se disputaban conseguir el título (y la pasta del premio) de MasterChef que otorgaba un jurado compuesto por 2 hombres y una mujer. Reconozco que, además de ver un trozo del programa de ayer, anteriormente había visto una parte de otro y uno entero, por lo que no entraré a valorar a los diferentes concursantes, pues no los conozco.

Ayer me animé a verlo por la gran cantidad de comentarios que semanalmente y sobre este tema pueblan Twitter, siendo Carmen J una de las más activas. Como decía, ayer era la gran final y había dos concursantes disputándose el premio: un chico (Juan Manuel) y una chica (Eva). No sé por qué, pero no me sorprendió que fueran uno de cada sexo.

Pues bien, con la autoridad que me concede el haber visto un programa y trozos de otros dos, podemos sacar las siguientes conclusiones sobre Masterchef:

- El jurado: Como os decía, compuesto por 2 hombres y una mujer. ¿Sus méritos? Ni idea, pero el que yo no los conozca no significa que no los tengan ... supongo.

El jefe del sarao, un tipo con una cara muy parecida en sus formas al hombre del anuncio de Netol, cuando prueba los platos, perdón, las creaciones de los concursantes lo hace con una contundencia fuera de lo normal y con un ruido muy ... asqueroso. También vi en una ocasión cómo se iba resbalando por su barbilla la salsa de un plato.

Se hace el duro y, a veces, roza el ridículo.

El segundo de a bordo, es un tipo más joven y con una cara de mala leche que si no fuera porque hace su papel (supongo también) dirías que está permanentemente estreñido.

La mujer también hace su papel de dura y ... como que no, me daba mucho más miedo mi madre cuando cogía la zapatilla que ella "abroncando" a un concursante.

- Los invitados: No sé si en cada programa había un invitado, pero ayer estaba Ferran Adriá. Antes que los miembros del jurado él probaba cada uno de los platos preparado por los dos finalistas. No sé si porque es buena persona o porque tenía más hambre que el que se perdió en la isla, pero lo cierto es que alabó todos y cada uno de ellos.

Al acabar, se marcó un discurso que ... lo siento no entendí nada y aproveché para irme a dormir (muy tarde, por cierto). Una de las mejores frases del programa de ayer la pronunció (es un decir lo de "pronunciar") precisamente él cuando dijo que "la cocina es un lenguaje" ¡Qué sarcasmo! Y si es así, éste debe ser pinche.

Otro momento estelar fue cuando se anunció el nombre del ganador y para celebrarlo empezó a llover confetti dorado sobre el plató (obsérvese el acento para diferenciarlo de las "creaciones" de los aspirantes a chef). Por un momento me pareció ver a Ferran Adriá por los suelos recogiendo el confetti para después preparar un huevo deshidratado, con la yema rosa y todo ello adornado con pan de oro.

- El lenguaje: Sin duda lo mejor del programa. Allí nadie hace un plato, no, "se elaboran creaciones", se "evoluciona", se busca el "equilibrio"...  Ayer mismo, la miembro del jurado llegó a decir que la salsa de almendras preparada por Eva "suaviza la electricidad que tiene la ostra". Ya se sabe, las Urgencias de los Hospitales atienden muchos casos de electrocución por ingesta de ostras. Y eso de dirigirse a los miembros del jurado con un "Sí, Chef" tan marcial que ni en las mejores películas del género lo he oído pronunciar así me ha impactado.

Algun@ pensará que escribo esto porque no me gusta la cocina. Nada más lejos de la realidad, de hecho he llegado a dedicarle esta entrada y ésta y ésta otra.