Estos días he hecho más deporte de lo habitual y ... eso se paga. Además del cansancio y las agujetas por la falta de costumbre, ha ocurrido algo que normalmente -en mi caso al menos- no pasaba de un mero riesgo: una lesión. Gracias a Dios no ha sido nada del otro mundo, pero me ha servido como aviso para ocasiones futuras.
El viernes por la mañana jugué un rato a tenis (hacía mucho tiempo que no lo hacía por culpa del padel) y por la tarde-noche mi hermano N. me invitó a jugar a fútbol con unos amigos con los que suele quedar semanalmente. El plan era atractivo, pues además de jugarse en césped artificial (a los que pasamos de los 40 años, acostumbrados a la tierra de siempre, eso nos parece un lujo), tras el mismo nos tomaríamos unas cervezas. Sí, ya sé, a veces es mejor pasar directamente a las cervezas, pero con algo de cansancio y mucho calor, sientan mejor.
Conviene aclarar antes de cualquier explicación que yo no juego bien a fútbol, pero me gusta hacerlo. Quizá sea un poco raro, pero así es.
Empezamos el partido, el típico partido de amiguetes, también llamado "de costellada", en el que no se entra fuerte y se es muy permisivo con ciertas infracciones, ya sabéis, aquellas manos "involuntarias", no existen fueras de juego, etc. Todo iba bien hasta que en un balón dividido (no estaba partido el balón, sino que dos jugadores, uno de cada equipo, lo disputábamos) hizo que cuando fui a chutarlo, el contrario decidiera poner la suela de su bota. Lo que se conoce como un plantillazo. No está nada mal el dolor que se siente. Tras cojear un poco, decidí ponerme de portero para no forzar más. Cuando pasó un rato (y me metieron 2 goles) volví a jugar. Era evidente que no tenía nada roto, gracias a Dios, porque solo con pensar en los inconvenientes que ello provocaría en mi vida familiar y laboral, ya me entran sudores fríos.
Tras el partido, un rápido bañito en la piscina, las cervezas y un bocadillo me retiré a descansar. El aspecto de mi pie derecho era este:
Nada del otro mundo: una herida por el impacto y una parte dolorida.
Al día siguiente se me ocurrió jugar a padel por la tarde. La verdad es que no noté muchas molestias en el pie. Sin embargo, en la piscina -después del padel- vi que mi pie derecho, en comparación con el izquierdo, estaba algo hinchado y amoratado. Ahí va el documento gráfico que lo atestigua:
Pues eso, que ya no tengo edad para ciertas cosas.
Ah, y o peor de todo es que el que me causó la lesión, me dijo que había sido culpa mía, "que me había chutado mi pie". Sorprendente.