Estaba yo el domingo por la tarde planchando y escuchando música (sí, sí, a la vez) cuando empecé a pensar (sin dejar ninguna de las anteriores actividades, esto es, haciendo ¡tres cosas a la vez!). Eso de pensar me nos suele pasar a menudo a los que la naturaleza nos ha dotado de una mente privilegiada ... no pretendo que lo entendáis, simplemente os informo de ello.
Pensaba yo acerca del legado que podría dejar yo a la humanidad. Ya sabéis, el típico razonamiento de que yo he venido a este mundo para algo y quizá estoy privando a mis congéneres de ciertas cosas que yo tengo y que ellos, por sí mismos, son incapaces de alcanzar. Al final, tras descartar haceros merecedores de una nueva corriente doctrinal en el mundo del Derecho, una nueva y revolucionaria teoría económica capaz de acabar con esta situación o la invención de una app infinitamente mejor que Facebook y Whatsapp juntas, me decanté por dedicar parte de mis conocimientos (adquiridos) a enseñar a los hombres a planchar una camisa. Hombres del mundo, no me lo agradezcáis, es parte del legado que os dejo.
En primer lugar, es necesario un lugar para llevar a cabo tan noble cometido. Eso os lo dejo a vuestra elección, pero si por casualidad no vivís solos, os aconsejo comentarlo con la parienta. Eso sí, independientemente del lugar elegido, serán necesarios dos elementos básicos, a saber:
Una tabla para planchar (en catalán se dice "post", lo que le daría cierto encanto a una entrada o post de un blog) y una plancha. La tabla no es imprescindible, pero es más cómodo que hacerlo sobre el regazo. Su estampado no ayuda a mejorar en el planchado. De esta forma, unas horrorosas flores blancas sobre fondo azul no hará que las camisas queden peor. Por sencilla que parezca, pensad que seguramente participó un ingeniero en su diseño, pues además de ser regulable en altura (ya no hay excusas para no planchar alegando que uno es muy alto), tiene una zona roma (en uno de los extremos) a la que sacaremos un gran rendimiento.
La marca de la plancha no es definitiva, pero cuanto más cara sea no sé si el resultado será mejor, pero sacará mucho vapor y tendrá más botones y lucecitas.
Ah, importante, la plancha debe estar enchufada, si no no funciona.
Una vez tenéis esto preparado, cogéis el tercer elemento indispensable para planchar una camisa: la camisa. Se empieza por planchar el cuello, que como su nombre indica es aquella parte de la prenda que queda alrededor del cuello (el nuestro) y que en los anuncios de detergente, cuando la señora que plancha ve que ha quedado una mancha le lleva a cambiar de marca.
Como habréis podido comprobar, he cogido la mejor camisa que tengo, pues no es cuestión de poner una cutre para tan elegante reportaje. Esta camisa me la trajeron los Reyes este año, lo cual, sea dicho de paso, demuestra lo bien que me porto. Se extiende bien el cuello de la camisa sobre la tabla, de manera que podamos pasar la plancha por la parte interior y exterior del cuello.
Después de planchar el cuello, procedemos a planchar la parte superior de la espalda de la camisa, la que queda sobre la chepa y que debe tener un nombre. Normalmente esa parte de la camisa viene rodeada de unas costuras lo que nos ayudará a delimitar la zona.
Pongo una foto más grande que las anteriores para que podáis ver bien esa zona que previamente habremos alisado con la mano sobre la tabla, quedando el cuello de la camisa levantado.
Una vez planchada esa parte, iremos a por las mangas (si alguna vez plancháis un chaleco, os ahorráis este paso), que es de las partes más importantes por cuanto ahí se ve si una camisa está bien planchada o no. Empezaremos por una de las dos. Yo lo hago por la derecha porque soy diestro (me acabo de inventar esta teoría, pero seguro que es así):
Antes de pasar la plancha por la manga la habremos alisado y estirado al máximo, sin pasarnos. Normalmente, la costura de la manga quedará en la parte inferior. De esta forma, en la parte superior de la manga quedará una raya como la de los pantalones, que no sé si es bonita o no, pero es la prueba definitiva de que en esa casa se plancha. Una vez planchadas las mangas, haremos lo mismo con la espalda, a excepción de la chepa que como recordaréis, ya lo hemos hecho.
Es de las zonas más fáciles de planchar y también de las más agradecidas.
Y para acabar, plancharemos la parte delantera, en la que también nos esmeraremos por ser otra de las partes más visibles cuando vestimos esa prenda. Sólo hay que ser un poco cuidadosos con la punta de la plancha y el bolsillo, evitando que esa zona de la plancha entre en el interior del bolsillo con inusitada fuerza, lo que llevaría a provocar un desgarro en el mismo. La otra dificultad podría darse en el planchado de los espacios interbotonales, que seguramente no se llama así, pero le da un aire científico a este reportaje que más de uno ya quisiera para sí. La lógica nos llevará a deducir que es la punta de la plancha la que utilizaremos para esa zona.
Una vez planchada la prenda ya puede guardarse. Hay quien la dobla, pero eso implica mucho más trabajo y, lo más importante, que queden unas marcas propias del plegado que hacen que tu trabajo haya sido en balde o casi. Así, lo mejor será colgarla, momentáneamente al lado de las otras ya planchadas para posteriormente llevar todas a la vez al armario.
Antes de finalizar esta entrada, no quisiera pasar por alto una serie de avisos importantes a la hora de planchar:
1) No es que esta misión precise una atención exclusiva, pero sí una mínima atención en el sentido de que realizar varias tareas a la vez (dependiendo de cuáles son éstas) puede acarrear un disgusto. Sin ir más lejos, mientras preparaba este impresionante documento, consultaba en el móvil los resultados de la jornada futbolística del domingo por la tarde y la confianza propia del profesional (de la plancha) hizo que fuera a asir la plancha sin mirar con el resultado de quemarme parte del dedo pulgar de la mano derecha.
2) Cuanto más sintética es una camisa más fácil resulta su planchado. Aquí habrá que elegir entre ese gustoso tacto sobre la piel o hacer varias pasadas para vencer a las arrugas.
3) Es importante que la plancha tenga vapor (hoy en día todas lo tienen) porque aunque parezca mentira, facilita mucho el planchado.
4) El cretino que inventó "la arruga es bella" pasó de ser el ídolo de todas las asociaciones de planchistas (las auténticas, no las de los talleres de coches) a ser odiado por lo mentiroso de su propuesta. Vendría a ser como el Dukan de la plancha.
Probad a llevar una prenda, la que sea, sin planchar y veréis que sois el hazmerreír de todos los que os rodean ... y decidles que Adolfo Domínguez acuñó esa desafortunada frase. Ya veréis.
5) La de hoy es una clase magistral (por el autor de la misma) y elemental a la vez. Esto vendría a ser un planchado básico. Podemos convertirnos en auténticos cracks si planchamos detenidamente los puños de la camisa y el espacio que queda entre el primer botón de arriba y el inicio del cuello (importante que quede bien si no vamos a llevar corbata)
6) Sé que habrá hombres que me odien tras leer esta entrada. No seáis bobos, eso ya no se lleva.
Una vez planchada esa parte, iremos a por las mangas (si alguna vez plancháis un chaleco, os ahorráis este paso), que es de las partes más importantes por cuanto ahí se ve si una camisa está bien planchada o no. Empezaremos por una de las dos. Yo lo hago por la derecha porque soy diestro (me acabo de inventar esta teoría, pero seguro que es así):
Antes de pasar la plancha por la manga la habremos alisado y estirado al máximo, sin pasarnos. Normalmente, la costura de la manga quedará en la parte inferior. De esta forma, en la parte superior de la manga quedará una raya como la de los pantalones, que no sé si es bonita o no, pero es la prueba definitiva de que en esa casa se plancha. Una vez planchadas las mangas, haremos lo mismo con la espalda, a excepción de la chepa que como recordaréis, ya lo hemos hecho.
Es de las zonas más fáciles de planchar y también de las más agradecidas.
Y para acabar, plancharemos la parte delantera, en la que también nos esmeraremos por ser otra de las partes más visibles cuando vestimos esa prenda. Sólo hay que ser un poco cuidadosos con la punta de la plancha y el bolsillo, evitando que esa zona de la plancha entre en el interior del bolsillo con inusitada fuerza, lo que llevaría a provocar un desgarro en el mismo. La otra dificultad podría darse en el planchado de los espacios interbotonales, que seguramente no se llama así, pero le da un aire científico a este reportaje que más de uno ya quisiera para sí. La lógica nos llevará a deducir que es la punta de la plancha la que utilizaremos para esa zona.
Una vez planchada la prenda ya puede guardarse. Hay quien la dobla, pero eso implica mucho más trabajo y, lo más importante, que queden unas marcas propias del plegado que hacen que tu trabajo haya sido en balde o casi. Así, lo mejor será colgarla, momentáneamente al lado de las otras ya planchadas para posteriormente llevar todas a la vez al armario.
Antes de finalizar esta entrada, no quisiera pasar por alto una serie de avisos importantes a la hora de planchar:
1) No es que esta misión precise una atención exclusiva, pero sí una mínima atención en el sentido de que realizar varias tareas a la vez (dependiendo de cuáles son éstas) puede acarrear un disgusto. Sin ir más lejos, mientras preparaba este impresionante documento, consultaba en el móvil los resultados de la jornada futbolística del domingo por la tarde y la confianza propia del profesional (de la plancha) hizo que fuera a asir la plancha sin mirar con el resultado de quemarme parte del dedo pulgar de la mano derecha.
2) Cuanto más sintética es una camisa más fácil resulta su planchado. Aquí habrá que elegir entre ese gustoso tacto sobre la piel o hacer varias pasadas para vencer a las arrugas.
3) Es importante que la plancha tenga vapor (hoy en día todas lo tienen) porque aunque parezca mentira, facilita mucho el planchado.
4) El cretino que inventó "la arruga es bella" pasó de ser el ídolo de todas las asociaciones de planchistas (las auténticas, no las de los talleres de coches) a ser odiado por lo mentiroso de su propuesta. Vendría a ser como el Dukan de la plancha.
Probad a llevar una prenda, la que sea, sin planchar y veréis que sois el hazmerreír de todos los que os rodean ... y decidles que Adolfo Domínguez acuñó esa desafortunada frase. Ya veréis.
5) La de hoy es una clase magistral (por el autor de la misma) y elemental a la vez. Esto vendría a ser un planchado básico. Podemos convertirnos en auténticos cracks si planchamos detenidamente los puños de la camisa y el espacio que queda entre el primer botón de arriba y el inicio del cuello (importante que quede bien si no vamos a llevar corbata)
6) Sé que habrá hombres que me odien tras leer esta entrada. No seáis bobos, eso ya no se lleva.