Hace unos días escribía acerca de mis recuerdos sobre la irrupción de la informática en mi vida y, como es lógico, unos recuerdos, llevan a otros.
En esa entrada comenté que yo no solía frecuentar los Salones Recreativos y eso es cierto salvo un periodo muy concreto de mi vida. Coincidió con mis primeros años universitarios y se centraron en un local muy cutre sito en una cercana población a la UAB, donde yo cursé mis estudios de Derecho. Para el que todavía no lo haya adivinado, se trata de Cerdanyola del Vallès (pronunciado Sardañola del Vallés).
El local se llamaba "Salón Verde". Estoy convencido de que ese nombre no sólo no tenía ninguna historia, sino que ni siquiera existiría un motivo para llamarse así. Podría haberse llamado tranquilamente "Salón Rojo", "Salón Azul" o ... qué sé yo ... ¡"Salón Gómez"! No recuerdo muy bien cómo fuimos a parar allí, pero seguramente tuvo mucho que ver un amigo que tenía por aquella época y que se llamaba D. Éste era muy amigo de J., que a su vez era muy amigo mío. A J. le gustaba el ping-pong. Bueno, en realidad, le gusta casi todo lo que sea jugar, ya que, además de un buen amigo, es muy competitivo. Somos amigos desde hace muchos años, aún hoy nos vemos a menudo y, un día a la semana, quedamos para jugar a padel (es uno de los que dediqué la entrada que sobre padel escribí hace ya un tiempo).
Como quien no quiere la cosa, empezamos a ir a ese local a jugar a ping-pong. El dueño era el típico hombre de antes. No sé cómo describirlo. Bajo, pelo canoso, fumador (y con voz ronca) y cascarrabias con un peculiar sentido del humor. Era el típico amigo de los jóvenes, pero en cuanto éstos dejaban de serlo (jóvenes) ya no se acordaban de él (ni él de ellos).
Y el local era de lo más sencillo que os podáis imaginar: billar, futbolines y ... ¡dos mesas de ping-pong! Unas patas de hierro, y dos láminas de madera (conglomerado para ser más exactos) pintadas y repintadas de verde (¿a ver si estas mesas daban nombre al local?). Allí pasamos varias tardes de fin de semana y algunos ratos después de clase.
Una de las mejores anécdotas que me han ocurrido (o al menos una con la que más nos hemos reído) tuvo como escenario ese Salón o, más concretamente, la entrada de ese Salón. No recuerdo muy bien qué día de la semana era, pero lo cierto es que era un día laborable por la mañana. Me dirigí allí con otro amigo mío dispuesto a jugar a ping-pong, cuando, al llegar, comprobamos que la puerta estaba cerrada. Nos pareció muy raro e insistimos empujando la puerta y golpeándola a modo de llamada. Nada, no apareció nadie. Al poco tiempo, una señora mayor que barría la acera se acercó y nos dijo:
"No hay nadie esta mañana"
Su repuesta nos pareció, no sólo que no aportaba nada nuevo, sino que quizá podía darnos un poco más de información si acertábamos con la pregunta.
"Ahhh, ¿no?", dijimos nosotros esperando una explicación por parte de la señora.
"No, no hay nadie esta mañana"
La primera reacción fue mirarnos, incrédulos, como para cerciorarnos de que los dos habíamos oído lo mismo. La única diferencia entre la primera y la segunda respuesta fue una leve (levísima) pausa entre "no hay nadie" y "esta mañana"
"Gracias, señora, ya vemos que no hay nadie, pero ¿sabe usted si más tarde abrirán?"
"No, ya le he dicho que no hay nadie esta mañana"
Esta vez, la pausa entre la primera y la segunda frase fue más pronunciada.
Al ver nuestra cara de extrañeza, la señora insistió:
"No hay nadie ... (pausa) ... esta mañana"
Volvimos a mirarnos, pero nuestro gesto era ya de preocupación. ¿Nos estará vacilando la vieja o qué?, pensábamos
Como vio que no la entendíamos (cualquiera lo hacía), se apiadó de nosotros y nos dijo:
"No hay nadie ... (pausa prolongada) ... esta mañana" y mientras decía "esta mañana" movía la mano con movimientos circulares hacia adelante, como si de una carrera de obstáculos se tratara y la mano fuera el atleta. Es entonces cuando caímos y exclamamos
"Ahhhhhh, no hay nadie hasta mañana"
A la señora se le iluminó la cara. Por fin esos cretinos habían sido capaces de entenderla. No sé si por nuestro aspecto pudo deducir que éramos estudiantes universitarios, pero si lo hizo, estoy seguro que para sus adentros debió pensar "¡Qué futuro nos espera con una juventud así!"