Buf!!!, desde el sábado que no publico una entrada. Más de uno/a estaría ya pensando "Claro, Paterfamilias, nos dice que empieza una nueva etapa y que abre despacho y que ... ¡y lo que ha hecho es empezar la etapa de no escribir!" De verdad que no, pero es que ha sido (y está siendo) una locura, pero no de exceso de trabajo remunerado, sino que se me habían acumulado cosas del Turno de Oficio, otras son de esas que se siembra y (a lo mejor) algún día lo cobras, otra es porque me nombraron administrador concursal en un Concurso de acreedores y no os podéis imaginar qué es eso ... ¡y más cuando es el primero que llevas!
Además, el estar solo tiene muchas ventajas, pero también inconvenientes que espero ir superando cuando la cosa vaya mejor:
- ¿Que hay que presentar un escrito en el Juzgado? Allá que me voy como un campeón. Aprovecho para mirar cómo están algunos asuntos y ... ¡se te va la mañana!
- "Voy a sacar una fotocopia" ¡Ahí va, si no tengo fotocopiadora!. Me voy al Colegio de Abogados y por el módico precio de 10 cts la hoja, me las puedo hacer. Sí, ya sé que vivo donde vivo, pero me parece un abuso, así que ya me estoy buscando una copistería o un locutorio donde hacerlas.
- Tengo que enviar unas cartas por correo postal a diferentes deudores y proveedores de la empresa concursada (aquellas en las que su abogada no me ha aportado -porque no tiene, según dice- la dirección de correo electrónico). Bueno, pues a Correos a enviarlas y a por los sellos. Fui a un estanco que hay al lado del despacho (¡cuánto hacía que no entraba en uno de estos establecimientos!) a por sellos y me dijo que solo tenía sellos de pocos céntimos, así que tendría que venderme unos 200 sellos para enviar 15 cartas. Lógicamente, tuve que irme a Correos.
El que a estas alturas de la entrada piense que soy idiota (seguro que tiene razón pero por otros motivos) por no enviar a la secretaria, le recordaré que no tengo secretaria.
- Ayer fui al Tribunal Eclesiástico a presentar un escrito de alegaciones. Coge el tren (no sabéis lo que pesa) y vete a Barcelona. Por cierto, al entrar, el personaje que está allí de ... de ... ¿administrativo? (de verdad, no sé muy bien qué hace), al verme, me obsequió con una gran sonrisa. Era tan grande esa sonrisa e imagino que tan poco frecuente, que me pareció oír cómo se resquebrajaba su piel a medida que las comisuras de los labios se acercaban a las orejas. Me extrañó mucho esa reacción (no el crujido, sino la sonrisa), pero como uno es educado, le correspondí con otra, eso sí, menos exagerada. Me cogió el escrito y sus copias con una amabilidad inusitada, incluso hubo un conato de inicio de conversación. Yo no salía de mi asombro, pero mantuve el tipo. En un momento dado me miró con más detenimiento y su sonrisa se congeló para posteriormente desaparecer de su rostro. Lo que desde un primer momento me imaginaba pero por prudencia evité comentar, se confirmó y, en lugar de disimular, soltó un "Uy, le he confundido ... cuando le he visto entrar, creí que era otra persona"
A punto estuve de contestarle con un "¿Se cree que no me he dado cuenta?" o cualquier otra impertinencia (y verdad como un templo), pero preferí no ponerme a su altura ... porque seguramente me habría tronchado (y no de risa, precisamente).
Bueno, pues eso, que ando estos días bastante liado y tengo descuidado el blog. Es más ahora mismo vuelvo a ponerme con el informe que debo presentar en breve en el Juzgado de lo Mercantil no sea que se me pase el plazo y ...
Ah, para acabar, una tontería de S. No es que sea el único que hace gracias en casa, pero al ser el pequeño ... Estaba A. maquillándose en nuestro cuarto de baño cuando S. entró y se subió en la balanza. Al momento, dirigiéndose a A., le pregunta "¿Cuánto valgo?" No creo que fuera conocedor de aquella frase de "vale su peso en oro"