Ocurrió hace algo más de 2 años. Yo, que fui en tren, aparecí antes de la hora señalada y allí me encontré a uno de mis hermanos deambulando -teléfono en la oreja- por el espacio comprendido entre la Facultad de Ciencias y el bar-biblioteca. Como quedaba un tiempo hasta que empezara el acto, nos fuimos al bar a tomar un café. Había un grupo de estudiantes que se manifestaban con la excusa del Plan Bolonia. ¡Qué poco habían cambiado los tiempos en ese aspecto!, los manifestantes tenían la misma pinta que los que en mi época reclamaban la supresión de la 2ª clase en los FGC y que para ello montaban una huelga, hacían "sentadas" en el Rectorado o lo que fuera.
Después nos dirigimos hacia la Facultad y, al poco, llegaron mi madre, mis hermanas y el marido de la mayor de ellas. Enseguida apareció mi padre, bajando las escaleras como lo haría el que está seguro de su éxito, rodeado de una serie de personas que, quizá por la pinta, quizá no, me hizo sospechar que ostentaban algún cargo en esa Facultad.
Saludamos a mi padre y a los que conocíamos de entre sus colegas. Como buenos hijos que somos, y guiados por un amor paternal sin límites, nos ofrecimos a que, si llegado el caso, precisaba de nuestro apoyo para animar el cotarro, estábamos dispuestos a aplaudir a rabiar, mientras mirábamos al personal asintiendo con la cabeza en señal de aprobación y admiración por lo expuesto por el conferenciante. Evidentemente, no hizo falta.
Al llegar la hora, nos invitaron a entrar en la Sala de Actos entregándonos un ejemplar, exquisitamente encuadernado, con la conferencia que pronunciaría mi padre. He de decir que, al desvelarme el tema de la conferencia, dejó de ser una incógnita para mí. A partir de entonces, mi (ardua) tarea consistió en intentar entender algún párrafo de lo que allí estaba escrito.
La lección magistral se englobaba, como ya he dicho, dentro de los actos previstos por la celebración de la festividad de San Alberto Magno. Tras un breve acto en el que se entregaban una serie de Diplomas a unos cuantos estudiantes que, dicho sea de paso, si se vistieron para la ocasión, merecían una paliza, empezó el espectáculo. Se presentó al conferenciante y mi padre empezó su disertación ayudado de una presentación (Power Point) que la hizo más "amena y didáctica".
Nosotros, sentados en primera fila, asistíamos embobados (en el sentido estricto del término) ante el derroche de sabiduría que manaba de su mente. Dado el tiempo transcurrido y la materia abordada, soy incapaz de haceros un resumen de su exposición, simplemente os diré que acerté a oir: "Primera Ley de la Termodinámica", "Lavoisier", "Segunda Ley de la Termodinámica", "equilibrio", "agujero negro", "huracán" e incluso "Tercera Ley de la Termodinámica". Y hasta aquí puedo leer.
Fue alucinante y, aunque no lo dudaba, mi padre demostró ser un crack.