El sábado estuvimos en una boda. Ya ves, ¡qué novedad! Pues sí, es una novedad porque es la primera vez que fuimos toda la familia. Se casaba una sobrina de A. (la hermana de éste) que además es la madrina (padrina se llama en Cataluña) de S.
Para evitar sustos de última hora, estuvimos probando ropa a los niños con suficiente antelación y conseguimos tener todo a punto el viernes. El sábado nos levantamos temprano (a las 8,30 h) teniendo en cuenta que la boda era a las 12,30. Amaneció lluvioso, gris (es absurdo poner este calificativo porque es lo que tienen los días lluviosos, lo sé) y frío. Después de ese anticipo del verano, ¡zas!, vuelta al invierno. Da lo mismo, la ropa ya estaba elegida y si alguno tiene frío que se ponga ... atención a la palabra ... ¡una rebequita! Madres del mundo, dejad de usar ese palabro ... por favor, es un ruego. Que me disperso. Decía que nos levantamos y desayunamos todos juntos. Como para todos nuestros hijos era una novedad eso de ir a una boda, el desayuno se convirtió en una batería de preguntas acerca de nuestra boda. Como A. se empezó a poner nerviosa, acabamos rápido la sobremesa y entramos en esa vorágine que representa que ocho personas se vistan de punta en blanco.
Encendí la plancha para repasar mi camisa y ... planché 4 camisas. También hubo cambios de última hora como prestarle una camisa a P. (pretendía ponerse unos gemelos en una camisa normal), mientras le explicaba la diferencia entre una camisa para gemelos y otra que no. Después de peinar a los pequeños con espuma (la raya debía durar algo más de lo normal y más teniendo en cuenta que JP y S. tendrían un papel en la ceremonia) y dar los últimos retoques me fui a buscar el coche, llevé a todos a la Catedral, fui a buscar a mis suegros y mi cuñado, testigo cualificado en la boda (vamos, era el cura que los casaba), también los llevé a la Catedral, volví a dejar la furgoneta en el garaje y me fui a la iglesia.
Cuando llegué, descubrí que A. y Ma. no estaban. Pregunto por ellas y me entero de que la cremallera del vestido de Ma. ha decidido romperse justo al llegar al templo. Suerte que aún quedaba tiempo y que A. es una mujer de recursos, así que se fue a una mercería con ella y allí le cosió esa maldita cremallera.
La ceremonia fue preciosa. Las familias (numerosas ambas) de los novios llenamos la Catedral y la entrada de la novia en el templo del brazo de su padre ganó en belleza con JP y S. precediéndolos portando las alianzas. El sacerdote -un hermano de A. y padrino de la novia- se superó en su sermón que versó sobre el amor, pero sobre todo sobre el Amor.
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(Seguirá)
PS Lo siento, me tengo que ir.
Ah, he buscado en internet "foto de niños guapos llevando los anillos en una boda" y ha aparecido la que ilustra el post