Se dice que nadie ha visto el infierno. O sí, creo que a algunos santos se les permitió esta visión y quedaron aterrorizados. Pues no sé si a mí se me ha permitido "gozar" de esta experiencia, pero lo cierto es que lo he visto estoy viendo. Y no es como yo me lo imaginaba después de haber leído "La Divina Comedia" de Dante. O sí. Quizá sea el mismo, pero ... actualizado. No he visto a Cancerbero ni a ninguno de aquellos personajes que el autor nos describe en su obra, pero sí a otros.
Como a estas alturas de la entrada más de un@ se estará preguntando qué demonios (nunca mejor utilizado) le pasa a Paterfamilias, os lo contaré: el infierno no es un lugar, es un espacio de tiempo (sí, ya sé, habrá quien diga que el tiempo es intangible y que, en realidad no existe, pero os aseguro que no es así) que transcurre desde que acaba el curso escolar hasta que empiezan las actividades a las que cualquier padre y/o madre apunta a sus hijos mientras no llegan las vacaciones. En nuestro caso, los tres pequeños (Q., JP y S.) están apuntados a un Curso de Verano en el propio Colegio (en otros sitios lo llaman Campus, Esplai ...) y los tres mayores en la Escuela Oficial de Idiomas. Ma. matriculada en alemán, P. en francés y Mi. en inglés.
Bueno, pues ninguna de estas actividades empieza hasta la semana que viene. Mientras tanto, A. y yo trabajamos, por lo que os podéis hacer una idea del panorama que hay en casa ... y al que no se lo imagine, decirle que eso es lo más parecido al infierno.
Tienen encargos y, más o menos, los cumplen ... aunque a su manera. Ayer, por ejemplo, P. tenía el encargo de tender la ropa. Yo había puesto una lavadora y su encargo consistía en que una vez hubiera finalizado el lavado, la tendiera. No creo que exista ninguna dificultad en esta tarea, ¿no? Pues sí, o al menos para él. Cuando llegué a mediodía P. no estaba, comía fuera (esa es otra) y pregunté si había tendido la ropa. Me dijeron que sí. Me asomo a la terraza y veo que, efectivamente, la ropa está tendida, pero noto algo raro: los calcetines siguen sucios. Me acerco, toco la ropa y ... está seca, sospechosamente seca. Mis sospechas se agigantan y decido ir a ver la lavadora. Y allí estaba ella con sus lucecitas encendidas y con el cajetín lleno de jabón y suavizante. P. había tendido la ropa antes de que se lavara. Hoy repite encargo y, espero, que lo haga bien.
Ma. se encarga de la comida y suerte que lo hace ella, si no no sé si a estas alturas ya habríamos muerto de inanición.
Hoy toca algo de plancha. Ya sabéis, si veis a alguien por la calle diciendo que la arruga es bella, es uno de nosotros.
Quizá exagere un poco, pero no os podéis imaginar las ganas que tengo de que empiecen ya esas actividades y todo vuelva a la "normalidad". Tendrías que ver la facilidad que tienen para tumbarse en el sofá. Cuando llego a casa, no os creáis que disimulan, ¡qué va!, allí me los encuentro, en posición horizontal y más tranquilos que un pistacho sin raja.
Habrá quien diga que eso no es el infierno, que eso es, a lo sumo, el Purgatorio. Pero no, el Purgatorio lo he vivido la última semana con una guardia de detenidos muy densa, una clase que debía dar y algún plazo procesal que se me acababa, pero eso ya lo contaré otro día.