Mi mujer es medio sueca. Y ella no lo sabe. Es oír (o leer) la palabra "Ikea" y las glándulas salivales empiezan a trabajar a destajo produciendo litros y litros de líquido, vamos que se pone a babear de forma incontrolada. Es muy feliz cuando llega a casa el catálogo Ikea de la nueva temporada. Con él tiene lectura asegurada para un buen tiempo (y eso que es una lectora impenitente). Si ya es feliz así, imaginaos cómo lo es el día que consigue ir a cualquiera de los dos establecimientos que tenemos relativamente cerca. Ahí ya se transforma y es capaz de cualquier cosa. Y si va con la posibilidad de gastar dinero es el no-va-más.
En donde vivimos existe una iniciativa por parte de los comerciantes de la ciudad para animar a comprar en los establecimientos del gremio que consiste en repartir unos cupones cuando la compra en uno de estos establecimientos adheridos supera cierto importe. Después se hace un sorteo y el agraciado/a dispone de un cheque por importe de 6.000 € para gastarlo a su antojo en un plazo de un día en cualquiera de estas tiendas. El diario local se hace eco del acontecimiento con un extenso reportaje del ganador del sorteo gastando ese dinero. Más de una vez he imaginado que fueran los suecos de Ikea los que llevaran a cabo esta iniciativa y que fuera A. la afortunada. Sería la mujer más feliz del mundo. Yo iría detrás de ella con varios carritos y ordenando lo que ella va seleccionando. "Mira qué cojín tan mono para el cuarto de Ma.", "ohhhh, ¿no me digas que no es precioso este marco de fotos?", "¿has visto qué chulada de paragüas? Coge 8", "Necesitamos otra vajilla". Éstas y otras por el estilo, serían las frases más usadas durante su frenesí comprador.
Creo que le gusta todo lo que se pueda encontrar en Ikea. A veces estoy tentado de buscar en la planta de los pies de mis hijos el logo que confirme que, al menos alguno de ellos, lo compramos allí.
Nuestra casa daría para varias páginas de su catálogo. No porque sea un ejemplo de decoración, sino porque está llena de sus productos. Yo tenía entendido que cuando uno se casaba amueblaba su piso gracias a Ikea. Después, el mero paso del tiempo y la consiguiente estabilidad económica (¡já!), iba cambiando la decoración del hogar, aquellos muebles de Ikea iban desapareciendo para dejar paso a otros de mayor categoría. Pues andaba yo totalmente equivocado. Somos un ejemplo de todo lo contrario, cada vez hay más cosas adquiridas en la multinacional sueca y estoy convencido que en una remota ciudad sueca existe un monumento a mi mujer, premiando así su fidelidad a la marca. Y digo yo, ¿por qué no nos agradecen esto enviándonos un cheque en lugar de esa estatua? Seguramente porque habría que gastarlo en Ikea.
Ayer, por cierto, recibí una llamada telefónica que me hizo mucha ilusión. Un amigo que hacía tiempo que no sabía de él, me llamó y estuvimos hablando un buen rato. Me tenía preocupado el muchacho.
Ayer, por cierto, recibí una llamada telefónica que me hizo mucha ilusión. Un amigo que hacía tiempo que no sabía de él, me llamó y estuvimos hablando un buen rato. Me tenía preocupado el muchacho.
Aprovecho para deciros que ayer A. me regaló un bañador y ropa interior. Los gayumbos son tan bonitos que no sé si a partir de ahora me pondré pantalones. No sé.