La entrada de hoy será atípica, pues su redacción será casi telegráfica por la importancia de que queden claras las ideas que intentaré transmitir. ¿Y por qué es importante que quede claro?. Pues no lo sé, la verdad, pero ya he captado la atención de más de uno.
Cosas que me molestan cuando voy a comprar:
- Que me atiendan enseguida cuando quiero comprar ropa. Me da lo mismo que sea un dependiente o una dependienta. Imaginemos que necesito unos pantalones. Antes de decidirme por unos quiero mirar qué oferta tiene, qué modelos, qué colores (mentira, si son de vestir, ya sé de antemano qué color busco, pero bueno) y, sobre todo, qué precios. Imagínate que entras por la puerta y aparece él o ella preguntándote (con una sonrisa, eso sí) que qué quieres. Me dan ganas de irme.
- Que no me hagan ni caso cuando ya llevo un buen rato esperando a ser atendido. Aquí ya no me dan ganas de irme, directamente me voy.
- Dependiente/a que cree conocer tus gustos y te propone que te pruebes unos shorts cuando lo que buscas son unos pantalones para ir a trabajar. El ejemplo es exagerado, pero me refiero a aquél dependiente con gran celo de su trabajo o muy motivado por una -sustanciosa o no- comisión por ventas y que intenta colocarte cualquier producto.
- Señora ya mayor -suele ser la propietaria de la tienda, normalmente de comestibles- que, al entrar, se dirige a mí con un "Què voldrà aquest jove?" ("¿Qué querrá este joven?"). Normalmente vomita esta frase cuando hay más gente en la tienda (ya sabéis, la típica amiga ociosa que está de cháchara con ella). No me molesta que me llame "joven", ans al contrari, sino que intente que conteste con su mismo volumen de voz, cosa que -aclaro- nunca hago.
- Comercio (normalmente con precios muy asequibles) en los que se forman colas a la hora de pagar. Suele haber una o dos cajas abiertas y varias empleadas de charla mientras simulan descargar género, doblar prendas, recoger perchas o lo que sea. Mientras tanto, existen otras tantas cajas cerradas.
- Entras en una tienda y preguntas si tienen un producto concreto y te contestan con una sonrisa, cara de compasión y ladeando la cabeza de un lado a otro como diciendo "no, tontito, aquí no vendemos eso, ¿no ves que esto es una tienda de deportes y no vendemos botas de fútbol?" Me pasó en una tienda de electrodomésticos cuando entré preguntando si tenían cables HDMI. Creo que la mujer no entendió la pregunta.
- Tienda a la que no va ni Blas y al entrar, el propietario/a o empleado/a está hablando por teléfono. Te ve y no sólo no cuelga, sino que ni siquiera hace el amago, sigue con su intrascendente conversación como si nada. Existe otra variante aún peor, por el engaño que conlleva y que consiste en esos gestos (levantamientos de cejas, mostrarte la palma de la mano u otros) que te llevan a pensar que está a punto de colgar y atenderte.
- Entrar en comercios en los que sólo existe una única posibilidad de servicio y te pregunten qué quieres. Ejemplo (real y vivido en primera persona): Entrar en una peluquería unisex y que te pregunten qué quieres. Me dan ganas de contestar "una caja de aspirinas", pero sólo me atrevo a mirarla con cara de sorpresa y contestar con una pregunta, "¿cortarme el pelo?" Sé que me empieza a escasear el pelo, pero todavía no me hago la raya con boli.
- Reservado para Ferreterías. Te da por hacer bricolaje y necesitas un tornillo, arandela o cualquier otra cosa que encaje perfectamente. Intentar explicarle al dependiente lo que buscas. Él suele hacerte preguntas que eres incapaz de entender y, poco a poco, va bajando el nivel técnico de éstas, hasta que acaba con un "A ver, ¿qué estás haciendo en casa?" Son tantas las preguntas que te acuerdas del chiste del tío aquel que apareció en una tienda con un water a cuestas y le soltó a la dependienta "el water es éste, el culo se lo enseñé ayer y el papel higiénico que quiero ¡es aquél!".
Reconozco que esta última es consecuencia de un trauma que arrastro desde pequeño. Mi padre hacía algún arreglo en casa (no es que sea un manitas) y cuando le faltaba una pieza nos enviaba a la Ferretería a comprarla, sin muestra alguna y sin saber para qué la quería. Lógicamente, al llegar a casa ésa no era la pieza que necesitaba y te caía la bronca. Primogénito puede dar fe de que así era.
Hay más, pero no quiero ponerme pesado (y sobre todo que penséis que soy un ser asocial, que podría ser), así que lo dejo aquí con una pregunta en el aire: ¿Cómo puede gustarle a una mujer (por lo menos a la mía) ir de compras?