martes, 18 de enero de 2011

La montaña

Mi relación con la montaña no es del todo satisfactoria. Se podría decir que no siento una especial atracción por ella. No es un tema de miedos ni de fobias.

A mí me gusta ver la montaña, ¡y disfrutarla! ... pero a mi aire. Soy yo quien marca los tiempos.

Desde pequeño le cogí una especial animadversión a la montaña, la cual se vio incrementada durante mi adolescencia y primera juventud. Recuerdo excursiones con otros chavales y monitores e ir siempre con el grupo de los rezagados, y no porque mi físico me impidiera avanzar más rápido, sino porque me entretenía o por lo que fuera. El caso es que, cuando una excursión era ya de cierto calibre y requería de sus (obligadas) pausas, guardo un recuerdo imborrable de aquella escena en la que llegábamos hasta donde se encontraban todos descansando y, al vernos llegar, decían "¿Ya estáis aquí? Venga, seguimos". Y eso, con todas y cada una de las paradas. En definitiva, los rezagados éramos los únicos que hacíamos la excursión de un tirón, mérito que nunca nos fue reconocido.

A medida que iba creciendo ganaba en autonomía y libertad, por lo que yo decidía si iba o no a la montaña. Y así fue, salvo en dos sonadas ocasiones. Se puede decir que en ambos casos fui engañado. En la primera excursión tendría yo unos 16 años y el liante era un profesor de Filosofía que nos dijo que haríamos una travesía del Pirineo en Jeep. Quizá yo era un iluso, pero entendía que nos montábamos en un Jeep y ¡hala! a correr por la montaña. Invité a tres amigos y, efectivamente, subimos en un Jeep, pero ... Llegamos a Espot y allí lo aparcó. Una vez aparcado nos dijo que el plan era ir desde Espot hasta Salardú andando a través de la montaña. Un día contaré la historia, pero sólo os adelantaré que estuvimos 4 días vagando por el Pirineo (nos llegamos a perder) hasta que llegamos a Baqueira Beret, donde cogimos un taxi que nos llevó hasta el Jeep, en Espot. Cuando nos reunimos los 4 amigos que hicimos esa ... esa ... ¿excursión? recordamos aquellos días y nos reímos (¡ahora!) de aquello.

El segundo engaño me llevó hasta el Monte Perdido. De tal magnitud sería el engaño que me fui equipado con unas zapatillas de deporte que usaba para jugar a tenis, ya sabéis, las típicas blancas con suela lisa (y eso que hacíamos noche en un albergue del Parque Nacional de Ordesa). Y de tal magnitud fue mi enfado que, a 50 metros de la cima, me planté y dije que no seguía, que no me daba la gana. Era mi única manera de demostrar mi cabreo. Sé que fue una rabieta de niñato (tendría yo 17 o 18 años), pero conseguí que los "montañeros" pasaran un mal rato y, sobre todo, alucinaran. Tenías que ver las caras que ponían. Y las palabras que me dirigían "Pero, hombre, anímate que la vista es muy bonita" o cuando yo insistía en que no me daba la gana aquello de "¿Y la satisfacción que se siente cuando llegas?"

Me prometí a mí mismo que nunca más volvería a la montaña.

Conozco a muchos que les encanta la montaña, pero de éstos, son pocos los "normales" (lo pongo entrecomillado para resaltar que se trata de un uso, no sé si acertado o no, de la ironía), suelen ser forofos de la montaña. Funcionan con frases tipo "la montaña es lo mejor", "no hay nada como la montaña" e incluso "la montaña tendría que ser obligatoria" Cuando oigo esto -sobre todo la última frase- un escalofrío me recorre el cuerpo.

Mira que tiene su encanto la montaña, tanto que he vuelto a ella (en pequeñas dosis) y la he llegado a disfrutar (como decía antes, marcando yo los tiempos, sin prisas, sin agobios, sin ...)

Uno de estos fines de semana, me escaparé con Q. a lo alto de una "montanyeta" que tenemos cerca de casa. Lleva tiempo pidiéndomelo.

3 comentarios:

  1. Yo tampoco soy muy de montaña, pero sí que me apetece a veces irme algún rato a pasear por ahí. Sirve Montjuich?
    Irme más lejos supone ya excursión de un día y eso, cuando haga un poquito mejor seguro que voy. A ver qué tal esa salida de chicos?
    Me ha hecho gracia tu último comentario. Ah! Por cierto, lo de la risa, aún no he ido, es el mes que viene; pero ya contaré...

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  2. No te puedes figurar hasta que punto me he sentido identificado con todo lo que dices. Mis problemas cardiacos y la cercanía del Pirineo me han hecho descubrir la montaña en la madurez, pero he descubierto que se puede disfrutar sin tener que jugarse la vida, sin ir a toda velocidad para llegar a la cima, tocar "chufa" y marcharte corriendo, sin estar todo el día "Grimpando", sin sentir que sacas el hígado ... y que es compatible con una buena chuletada final en uno de esos restaurantes de pueblo buenos, bonitos y baratos.

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  3. Jó, Modestino, ¡qué bien has resumido en un comentario lo que yo he intentado explicar en una entrada! Tendré que tomarme en serio la posibilidad de leer algún libro.

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