Uno, que por estar en el Turno de Oficio cree que ya ha visto todo en la vida, se lleva auténticas sorpresas al comprobar que no solo no ha visto todo, sino que lo que ha visto lo ha sido desde un punto de vista "diferente" al común.
Como no creo que se entienda nada de este primer párrafo -que pretendía ser introductorio- tendré que pasar directamente a contar lo sucedido esta semana en un asunto profesional.
Los asiduos a este blog (no os podéis ni imaginar lo que os admiro ... y las ganas que tienes de saber también por qué hacen esa heroicidad, qué promesa han hecho o qué apuesta pretender ganar ¡¿eh?!) conocéis de la existencia de un esporádico comentarista que gusta de llamarse a sí mismo Filius Prodigus. Pues bien, este tipo es un antiguo compañero de trabajo (coincidimos un tiempo en un bufete de abogados) y actualmente es mi proveedor de chistes en Twitter y tal y como os contaba aquí un gran aficionado (un friki, vamos) a los números con una desmesura impropia de su status. Me llamó hace un tiempo para comentarme que tenía un asunto para mí y yo, cómo no, encantado. No voy a contar de qué va el tema porque no viene a cuento ni es esencial para que se entienda esta entrada (nadie la va a entender igualmente, Paterfamilias, que llevo diciéndotelo desde hace mucho tiempo)
Quedamos la semana pasada en Barcelona en un despacho de otra abogada muy próximo a donde el cliente tiene su consulta. Se trata de un médico, cuya especialidad es de esas que podríamos calificar como incómoda para un hombre, pero que a partir de cierta edad es muy posible que uno sea un habitual en su consulta. Este cliente, además, tiene ya cierta edad y goza de cierto prestigio dentro de la profesión.
Tras las presentaciones de rigor, toma él la palabra para -juraría que esto es lo que dijo- "ponerme en antecedentes", lo que le dio pie para soltar un discurso de algo más de 2 horas. Pero lo gracioso no fue eso (de hecho, eso, de gracioso, no tuvo nada), sino que cuando llevaba un cuarto de hora hablando, interrumpe su historia, se disculpa porque se le ha roto una funda y en un rapidísimo movimiento de mano, ¡zas!, se saca uno de sus dientes y se lo guarda en el bolsillo de la americana. Todo fue tan rápido que dudaba haber visto lo que realmente había ocurrido. Tenía a Filius Prodigus a mi lado, pero no me atrevía a mirarlo para confirmar lo que creía haber visto. Una simple mirada habría bastado, pero era consciente que también habría detectado esa probable (casi segura) leve sonrisa en su rostro y eso habría desatado unas risas imposibles de dominar (vamos, como cuando estábamos en el cole).
Todo su discurso carecía del más mínimo interés para mi asunto (de hecho, me contaba cosas que eran propias del tema del pobre Filius Prodigus, quien imagino había escuchado en innumerables ocasiones), pero eso parecía no afectarle lo más mínimo. Es más, su confianza, sus ganas de hablar, o su satisfacción consigo mismo, le llevó a explicar ciertos temas personales que, si lo anterior bien poco podía interesarme, imaginaos esto.
Pues nada, que la condición humana es la que es, se vista de médico o de lo que uno quiera (incluso de economista)
Qué poco mundo tienes Páter, si hoy en día es lo más normal del mundo andar cambiándose de fundas los dientes ;PPP
ResponderEliminarPues será eso ;-)
EliminarEfectivamente, Pater... la profesión poco tiene que ver, aunque no sé por qué mezclas (nos mezclas) a los economistas en todo esto... Ejem.
ResponderEliminarEn reuniones importantes en mi empresa, con altos jerifantes he visto desde sacarse los mocos (y desgustarlos) hasta meterse capuchas de bolis bic para sacarse comida enredada en un diente.
Y siempre han sido asquerosidades cometidas por los mega jefazos de turno.
Puag! Siento ser tan gráfica... Hiciste bien en no mirar a tu amigo. No habrías podido evitar las risas.
Esa mezcla era para meterme con alguna de vosotras que sé que lo sois. ;-)
EliminarVaya guarrada de reuniones a las que ibas!!
Pues por acá en América -el continente, aclaro por si apoyas la ilusión del estadounidense de que su país ES América- he visto lo que describes, lo que cuenta MadreYMás y puedes sumarle, cortarse las uñas de las manos y los pies (sí, leíste bien) en el despacho, sacarse la tanga/calzón ajustado a mitad del pasillo, admitir flato con acciones y más.
ResponderEliminarLos asquerosos cochinones no siempre son de los altos mandos, hay de todo, pero este tipo de democracia me hace pensar si más bien es indicio de falta de educación.
En fin, que se presta a risas, eso sí, al aguantarte demostraste que tú sí tienes la mesura, a veces yo no.
jajajaja, conmigo no hace falta esa aclaración. Debo ser de los pocos que cuando habla de EEUU digo, eso, EEUU y no América.
Eliminar¡Dios mío! Eso de "admitir flato con acciones" no lo he oído en mi vida, pero puedo imaginarme de qué se trata.
Dios, menos mal que no me tocó a mí; yo pasé por algo parecido en un ascensor (El hombre con un peluquín como un gato negro) Se le movió el postizo y rapidamente se lo colocó y creí que me encuadernaba a bofetadas, porque yo terminé sentada en el suelo del ascensor con los ojos arrasados en lágrimas de aguantarme la risa...
ResponderEliminar¡Que mal lo pasé!
Besazo
jajajajajaja Somos como niños y en situaciones así no podemos evitarlo.
EliminarEres un tiquismiqui, Pater. Me explico: ¿Que se sacó un diente? ¿En medio de la conversación? ¿Que se lo guardó? ¿Y que?.
ResponderEliminarVamos a ver, ¿el médico no tiene la especialidad esa que todos los hombres tenemos que visitar tarde o temprano y que la postura para que nos reconosca es un tanto extraña? Pues imaginate que se saca del bolsillo un guante de latex.
¿Que hubierais hecho?
Un abrazo
Puaj!, eres mu ..., Naranjito. Si sabiendo yo cuál era su especialización, se saca un guante de látex del bolsillo de la americana, me da algo.
EliminarDebe ser eso, que soy un tiquismiquis ;-)