Unos cuantos niños con la barca de nuestros amigos |
La semana pasada volvimos a casa, tras pasar unos cuantos -¡qué digo "unos cuantos"!-, "muchos" días de vacaciones en la playa.
Como en años anteriores, nos fuimos al último pueblo costero al sur de Cataluña, a la casa de mi cuñado J. y descansamos mucho. Descansamos menos la semana que duró la Festa Major. ¿Es necesario que dure tanto tiempo? ¿No tenéis suficiente con unos cuantos días? Pues no, venga a soltar vaquillas en el puerto, venga los mozos a hacer el tonto y, sobre todo, venga esas orquestas con música hasta las 6 de la mañana y nosotros, pues eso, ahí, con las ventanas abiertas para no morir asfixiados y escuchando ese "chumba, chumba, chumba ..." de fondo y esas conversaciones a gritos a pie de tu ventana que hace que en más de una ocasión abras los ojos para comprobar que esa tertulia no tiene lugar en la mesilla que al lado de la cama.
Este año hemos ido menos a la playa que tenemos a cuatro pasos de casa, aquella que conté que es de piedras. El motivo no han sido las piedras, sino que el agua siempre estaba turbia y a los niños les gustaba más otra de arena. Así que, muy a menudo, cogíamos la furgoneta y nos íbamos a aquella playa en la que hay una industria cementera. La playa está muy bien: agua limpísima, arena, papeleras, campo de fútbol-playa (con porterías como Dios manda), volley-playa y duchas ... el único problema son las vistas. Si enfocas bien, las fotos son espectaculares, si te descuidas un poco y aparece esa mole es lo más parecido a Chernobyl (no he estado nunca, pero me lo imagino así). De hecho, mi amigo P., que veranea en un pueblo cercano al que estábamos nosotros, le llama así a esta playa y cada vez que acababa de bucear me tocaba la cara no fuera que tuviera tres ojos.
También hemos hecho excursiones al Delta del Ebro (ya es un clásico) y todo ello con amigos. Allí coincidimos con una familia del colegio que tienen ocho hijos (y varios de ellos de las edades de los nuestros), otra familia, también del colegio, con seis hijos, siendo dos de ellos de la edad (y la clase) de P. y Mi.
Pues eso, playa, excursiones, siestas, comidas ligeras y con abundante bebida, algún gin-tonic nocturno ... pero lo realmente importante de este año ha sido conocer a Matteo. Matteo -al que dedicaré la próxima o próximas entradas del blog- es un italiano que conoció mi cuñado y que tiene una historia poco común. Le pedí permiso y me autorizó para explicar (lo que yo sé) su historia que, de verdad, es fascinante
Camino del Delta, se ve así el río Ebro |
Seguirá ...
Bienvenido. si tienes tres manos podrás escribir más. :) Un beso.
ResponderEliminarjajajaja. Pues ya ves que no.
EliminarBienvenido ... poco a poco todos volvemos a casa ;)
ResponderEliminarEsperando tus próximas entradas y tus novedades. Besines
Muchas gracias. No sé qué me pasa, pero no sabes lo que me cuesta escribir. cada vez más :-(
EliminarBien hallado, me alegro de esas largas y merecidas vacaciones. Has añadido a la niña que esperais!!!!! Qué detalle más bonito!!!! ya nos irás diciendo sobre el consenso (imagino) para su nombre.
ResponderEliminarjajajaja. Sí, aunque parezca mentira, hay consenso
Eliminar¡Vaaaaaaamooooooooooos! Que yo me alegro de que hayáis estado en la playa tan a gustito, ¡pero ya era hora hombre! ;)
ResponderEliminar¡Qué maja! ;-) Gracias por echarme de menos
EliminarBienvenido, Pater, los que no nos hemos ido de vacaciones os echábamos de menos.
ResponderEliminarY me has dejado en un ay con la historia de Matteo...
Un abrazo
Pues nada, hoy mismo la explico. Gracias por todo
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