Cuando uno es un deficitario tecnológico, sin llegar al punto de la indigencia, siempre es un buen momento para aprender cosas nuevas. Y el confinamiento no podía ser menos. Lo que empezó como una broma, siguió como tal y aún perdura como eso aunque con el calificativo de "pesada", nos ha llevado a mantener el contacto con los de fuera de la familia a través de herramientas -al menos para mí- hasta ahora desconocidas.
Empecé con un grupo de amigos (ya tenemos un grupo de Whatsapp desde el que arreglamos el mundo) donde uno propuso encuentros virtuales, pero a través de alguna app que permitiera la conexión de más de 4 personas, por lo que se descartaba el propio Whatsapp (no sabía ni de qué hablaba). Pregunté a mi hija Ma. y me propuso hacerlo a través de Houseparty, la aplicación del momento (al menos al inicio del confinamiento). Quizás soy un poco tiquismiquis, pero lo cierto es que la calidad de la conexión no era lo que yo me esperaba, pero la costumbre hace que, al final, no te parezca tan mal.
Todo iba bien hasta que un día vino Ma. y me dijo que esa aplicación no era segura, que se habían dado no sé cuántos casos de fraudes a través de Houseparty (llegando incluso a vaciar la cuenta corriente de un usuario, lo cual no me preocupa porque, en mi caso, lo que puede pasar es lo contrario, que me la llenen) y que había que desinstalarla cuanto antes. Lo intentamos y no pudimos. "Si eres usuario de Android, no puedes darte de baja", me dijo Ma. para empezar a intranquilizarme. Al final, según me dijo, me dio de baja desde su móvil, tras facilitarle yo mio contraseña. Lo comuniqué al resto de miembros de nuestro grupo de Whatsapp y nos pasamos a Zoom. Todo iba bien, hasta que a uno le entró la vena conspiranoica y nos dijo "Nos están espiando. Desde Zoom nos controlan" y decidió no conectarse.
Con otra gente me conectaba a través de Hangouts y otros me hicieron descargarme Jitsi Meet. Al final acordamos que lo realmente estresante era ir instalando y desinstalando aplicaciones y unir a nuestro confinamiento ese estrés, por lo que volvimos a Zoom y desde ahí nos vemos. El conspiranoico, después de un tiempo de silencio, decidió volver.
En casa -como ya sabéis- somos unos cuantos los confinados, así que quien más quien menos tiene sus conexiones, ya sean para trabajar o ya sean para quedar con los amigos. Los mayores, por ejemplo, quedan con amigos con una cerveza en la mano (yo lo hice con una copa de vino el día de mi cumpleaños). Ese excesivo número de dispositivos conectados a la red, hace que la WiFi no funcione como quisiéramos en determinadas franjas horarios. He llegado a tener reuniones en uno de los lavabos de la casa por estar cerca del router y las demás estancias de la casa ocupadas. Si enfocas con cierta gracia, el interlocutor no sospecha que estás pegado a la taza del wáter.
Cuando crees haber visto todo en este confinamiento, llegando incluso a aceptar esos interminables trabajos, deberes, clases online, exámenes, etc, llegan ... ¡las reuniones del cole virtuales! Yo -inocente que es uno- pensaba que alguna de las cosas positivas de esta pandemia era la supresión de las reuniones del cole. Pues no, las reuniones se hacen a través de una de las plataformas anteriormente mencionadas. El lunes tuvimos la del curso de S. y el miércoles la del de JP. Tendríais que ver ahí a un profe conectado con 25 padres y/o madres de sus alumnos pidiendo que desconectemos el micro mientras él habla para que no haya interferencias o, mejor aún, a esos padres que desesperadamente quieren hacer preguntas y el profe no les ha activado el micro. Te tienes que reír.
Hay que tener mucho cuidado con las videollamadas. Nunca se sabe lo que puede aparecer por detrás sin que te des cuenta. Y más en el cuarto de baño.
ResponderEliminarSaludos.
jajajajajajajaja. Además, depende de lo que salga, se hace viral, fijo
Eliminar¿Ves cómo si que eres apañao? Teniendo hijos jovenes llevas mucho adelantado. Nacen con el chip puesto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Alguna ventaja tenía que tener ;-)
EliminarReuniones de cole virtuales. Qué pesadilla. Un beso
ResponderEliminarVeo que te lo imaginas
EliminarJa, ja, ja... Me he reído con el texto, cómo pasa el tiempo. Hace cuatro días, es un decir, nuestra generación era la encargada de programar el VHS para grabar la película del sábado por la noche. "¿Cómo pueden no saber hacerlo mis padres?", pensábamos. Lo mismo que ahora nuestros hijos con estos mundos de Wifi. Un gusto conocer tu espacio, paterfamilias. ¡Saludos!
ResponderEliminar¡Bienvenido!, estás en tu casa. Cuánta razón tienes con eso de programar el video a nuestros padres. Nos vemos, colega
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